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Cepillo
de dientes:
el mejor invento en la historia de los EU
Heriberto G. Contreras y Leticia Garibay
No es un secreto que
lo más simple siempre será lo
más importante, ya que precisamente por su simpleza un objeto
es muy útil, y por lo general difícil de remplazar
por algún otro. Entre cientos de utensilios simples que
empleamos a diario encontramos uno al que por lo general no le
damos la importancia que merece: el cepillo de dientes.
Sin embargo, en los
Estados Unidos, un país obsesionado
con los dientes brillantes y el aliento fresco, no es de extrañar
que este adminículo sea considerado el rey de los inventos.
Así lo demostró una encuesta divulgada recientemente
por el Índice de Inventos Lemelson-MIT, del Instituto de
Tecnología de Massachussets (MIT). El cuestionario preguntaba
cuál de cinco inventos era imprescindible para los estadounidenses.
En el sondeo, el cepillo
de dientes se erigió como campeón
indiscutible, venciendo al automóvil, a la computadora personal,
al teléfono celular y al horno de microondas, en ese orden.
El doctor Richard Price, representante de la Asociación
Dental Estadounidense (ADA, por sus siglas en inglés), señaló que
esto tiene bastante lógica, ya que los dientes los tenemos
siempre con nosotros, mientras que un automóvil o la computadora
se pueden actualizar, no así nuestras herramientas para
comer. La encuesta se realizó entre mil adultos y cuatrocientos
adolescentes de todo el país. “Quienes estamos aquí (en
el MIT) sabemos que las cosas simples son muy, muy importantes”,
declaró Merton Flemings, un inventor con 29 patentes en
su haber y que se encarga del Índice de Inventos Lemelson-MIT.
“Nos sorprende que otras personas que no son científicos
también reconozcan eso”. El camino del cepillo de dientes
hasta alcanzar el primer lugar ha sido largo.
Los primeros cepillos
se llamaban “palos o varas para masticar” y eran construidos
con pequeñas ramitas de árbol
que se machacaban para ablandarlas. Uno de sus extremos se moldeaba
para que quedara en forma de filamentos lo suficientemente suaves
como para ser soportados por las encías. Eran herramientas ásperas
cuyo efecto era muy similar al de los palillos de dientes. Algunas
tribus de nativos de Australia y África aún usan
estos rudimentarios cepillos para mantener limpia su dentadura.
Las civilizaciones de la antigüedad también tuvieron
sus formas particulares de cuidar sus dientes. Plino el Joven (61-113
d. C.) afirmaba que utilizar el cañón de una pluma
de buitre para limpiar los dientes podía producir halitosis,
o mal aliento, y sin embargo le gustaba emplear una púa
de puercoespín porque, según él, “mantenía
los dientes firmes”.
Grecia fue, como en
todo, más avanzada. Aristóteles,
por ejemplo, aconsejaba a Alejandro el Grande que cada mañana
diera un masaje a sus dientes con un paño fino de lino que
fuera ligeramente áspero. El primer cepillo construido se
remonta a 1498, cuando un emperador chino insertó cerdas
de pelo de puerco en un hueso, formando una especie de cepillo,
según informes de la Asociación Dental Estadounidense.
Fueron los ingleses quienes legaron a nuestra civilización
el primer cepillo de dientes moderno.
El invento se popularizó luego en Europa, pero debido a
su elevado costo, las familias más humildes tenían
que compartir el mismo cepillo. No fue sino hasta 1938, de acuerdo
con la ADA, cuando DuPont introdujo las cerdas de nylon en reemplazo
del pelo de cerdo. En el siglo XX, este utensilio sencillo pero
fundamental alcanzó nuevas cumbres, y en 1969 viajó por
primera vez a la Luna. Neil Armstrong utilizó un Oral-B
Classic TM minutos antes de decir eso de: “Es un pequeño
paso del hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
En la actualidad, hay
cepillos anatómicos, electrónicos,
en modalidades para niños, adultos, hombres, mujeres o personas
mayores. Además, existen especiales, como los ultrasuaves
para gente con encías muy sensibles. Son, pues, una de tantas
curiosidades producto de la ciencia
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