Piedra de Toque
Mario Vargas Llosa

| Comencé a leer novelas a los diez años y ahora tengo setenta y tres. En todo ese tiempo debo haber leido centenares. acaso millares de novelas. releído un buen número de ellas y algunas. además. las he estudiado y enseñado. |
¿A qué viene este preámbulo? A que acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas criticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2,100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Víctor Hugo, preguntándome a cada vuelta de página «¿Y ahora qué, qué va a pasar?» y demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad. Leer más…
Roberto Frías
Edmundo Paz Soldán
TRIBUNA: MANUEL FERNÁNDEZ-CUESTA
En efecto, el semiólogo italiano Umberto Eco hace un encendido elogio del libro en las páginas de
BARBARA CELIS – Nueva York – 05/03/2009
Dos características esenciales definen el libro de bolsillo: su dócil tamaño y su voluntad nómada. Es por eso que el santo patrón de los libros de bolsillo es (o debería ser) un tal Lemuel Gulliver, viajero infatigable y minucioso cronista del minúsculo reino de Liliput. Discreto, móvil, manuable, modesto, el libro de bolsillo es, de toda la biblioteca, el que más se pliega a la voluntad del lector. Porque es portátil, no exige que se lea en un lugar determinado, como los elefantinos volúmenes de una enciclopedia; porque es barato, no provoca en el lector que quiere garabatear en sus márgenes el sentimiento de lèse majesté que causan sus más aristocráticos hermanos de tapa dura; porque es pequeño, no desdeña el bolso ni, obviamente, el bolsillo, y se deja llevar a la cama como el más dócil de los enamorados.