Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Los tres ciclos de Sergio Pitol

Rafael Pérez Gay

¿Qué se premia cuando se premia a un escritor? Cuando el Estado cultural reconoce a un autor le rinde homenaje a una trayectoria y una obra, a una presencia pública y una influencia en el medio cultural, a una tendencia y una postura intelectual; el Estado lo hace suyo y lo propone a la sociedad como una consagración canónica. De eso está hecho el homenaje que el INBA le hace a Sergio Pitol al otorgarle la medalla de oro en sus 75 años. No es para menos. El prestigio literario de Pitol se cocinó a fuego lento durante al menos 30 años.

Intento mi propio recuento y recuerdo de esa obra. Su famoso relato “Victorio Ferri cuenta un cuento” se publicó en 1957, El mago de Viena en 2005. No estamos para nada ante un escritor a quien el éxito haya tocado desde sus primeros libros; al contrario, la obra de Pitol padeció la soledad y la intemperie. Tiempo cercado (1959), Infierno de todos (1965), Los climas (1966), No hay tal lugar (1967) y El tañido de una flauta (1972) forman el primer ciclo de un escritor que vivía fuera de México cumpliendo diversas misiones diplomáticas. Ese autor solitario y viajero era dueño ya de una fuerza expresiva no muy frecuente en nuestras letras: culto, pesimista, con una fe ciega en el monólogo sombrío de las atmósferas en penumbra.

 

Al regreso a México, en los años 80, un libro de cuentos, Asimetría (1980), y una novela, Juegos florales (1982), marcan el segundo ciclo de esta obra en el que reveló filtros desconocidos por sus lectores. Pitol había invertido todo su talento narrativo en lo extravagante, lo grotesco, lo desorbitado. Sus personajes eran seres desesperados, hombres y mujeres cercados por el destino. Cuando Pitol realizó una selección de sus cuentos y la publicó bajo el título de Asimetría, quedó claro que se trataba de un autor uniforme, sostenido, de alta calidad prosística. En esa antología figuraban algunos de sus mejores cuentos: “Los Ferri”, “Amelia Otero”, “Asimetría”, “Mephisto-Waltzer”. La obra de Pitol estaba en plena expansión.

En 1984, la editorial española Anagrama publicó El desfile del amor. Fue una sorpresa: Pitol ya era un magnífico narrador, pero la publicación de esta novela hechizó a la vida cultural y literaria de México. Todas sus virtudes narrativas fueron a parar a una historia de contexto mexicano: los extraños crímenes del año de 1942 en un viejo edificio de departamentos de la colonia Roma alrededor del cual ocurría un thriller cuyos personajes fueron los nuevos ricos y grotescos habitantes del México posrevolucionario.

Pero algo más: Pitol se encontraba con sus lectores mexicanos. Unos años después aparecieron dos novelas, Domar a la divina garza (1988) y La vida conyugal (1991), que con El desfile del amor forman un tríptico: El carnaval. Después del punto culminante de su trilogía, la obra de Sergio Pitol ofreció al menos una novedad sorprendente: El arte de la fuga (1996).

Si yo tuviera que salir de prisa a un viaje y tuviera que escoger un libro de Pitol, creo que escogería El arte de la fuga. En su carácter anfibio, en su entramado autobiográfico, las páginas de ese libro entregan un largo regreso. Un regreso al ensayo más viejo, más clásico, al mejor de los ensayos, aquel que combina con tanta libertad como poder lingüístico la búsqueda interior, la confesión, el diario, el libro de viajes, las memorias. Se trata de la dimensión inglesa y, aun, de la presencia tutelar de Michel de Montaigne.

El arte de la fuga no es de ningún modo un divertimento, o un libro circunstancial; al contrario, se trata de uno de los grandes momentos de esa obra, en él Pitol transita por la parte más alta de sus poderes narrativos. Un libro anfibio: domina por igual las maravillas terrestres de la lectura que los misterios marinos de la autobiografía. Se traslada con inaudita naturalidad de un medio a otro y de ahí al aire, acaso el lugar por excelencia de la memoria.

La medalla de oro del INBA ha celebrado los 75 años de Pitol, 50 de su oficio y una aventura fiel como pocas a la literatura: “Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”.

Escritor

Tomado de El Universal
Miércoles 02 de abril de 2008