Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

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Bisiesto

Todo es cosa de llamar por teléfono y viene a casa la enfermera. El ambulatorio está como a unos cuatrocientos metros caminando y en realidad no sería cosa del otro mundo si a nuestro hombre no le conviniera más estar en reposo los cuatro o cinco días posteriores a la aplicación de la quimioterapia. La verdad es que hace un poco lo que le da la gana pero en esto sí se apega a la opinión del doctor porque el desguanzo que le viene estos días es bastante pesado. Ah, qué pocas ganas de salir, de caminar, de moverse. Lo veo y yo mismo me contagio; lo bueno que sería quedase en un sillón reclinable repasando historietas. Leer, dormitar, ver series de tele en la pantalla de la computadora, escribir un poco; los días se van uniformando, haciéndose iguales unos a otros hasta que cada vez cuesta más trabajo seguir su orden numérico pues da lo mismo que sea cinco o catorce.

 Salvo excepciones como la de hoy, que se destaca por su excentricidad: veintinueves de febrero son escasos e incomprensibles, como días ficticios que se hubieran acordado entre entidades y fuerzas que no están interesadas en representar sólo nuestros intereses; quizás haya sido conformado para experimentar alguna mutación genética que finalmente se quedó en el laboratorio y no prevaleció de ello ninguna memoria porque se hizo antes de la invención de la escritura o sucedió en tiempos tan remotos que sus resultados no están ya en esta galaxia sino probando suerte por otros mundos; tal vez la sorpresa del universo está cifrada en la suma de todos los veintinueves de febrero que nosotros vemos pasar con tanta anodina indiferencia. No están señalados como días en los que pueden ocurrir cosas inesperadas; por ejemplo, caer las monarquías del mundo o inventar una forma transfronteriza de aplicar la democracia o que sea el día en que se despiertan las bellas durmientes que tanto abundan por esos bosques; no, pasan con el mayor sigilo escondiendo su nueve entre las patas y tratando con rubor de que nadie se detenga a mirarlos. Dicen que quien alcance a tener un hato de veintinueve veintinueves de febrero en la mano, como un ramo de espigas logrará que el mundo vaya por donde él quiera como un rebaño de ovejas. A saber.

El caso es que viene la enfermera y le pincha la yema de un dedo; el anular de la izquierda le da siempre porque dice que es el que menos usa; ella saca un adminículo de plástico que tiene oculto un agijón, lo aplica al dedo y aprieta; apenas se siente el piquete pero la gota mana a una cazoleta en que el artefactillo la recoge y la ensarta en un dispositivo que sabe leer los misterios de la sangre. Se trata de ver cómo anda su capacidad de coagulación para evitar que se haga grumos, como una pasta mal cocida y un bola reseca se atore al pasar en su laborioso camino por un pulmón y haga que se detenga el tráfico indispensable para seguir viviendo. Una cosa tan boba pero que es necesario revisar periódicamente porque sería muy incómodo que un veintinueve de febrero, sin previo aviso, acabara sus días nuestro hombre sin llegar a completar su ramo de veintinueve espigas.

Tomado de: www.alejandroaura.net/wordpress/