Con similares criterios, en 2001 construyó la segunda etapa, que enmarca dentro de la arquitectura funcionalista, seguramente para conservar la unidad
del conjunto y porque es esta la tradición expresiva
con la que se puede identificar la obra del maestro
Sánchez Juárez.
La naturaleza es primordial en su propuesta, ya que
él la considera un elemento arquitectónico esencial, y
en especial en este conjunto la hace participar como la
creación que envuelve a lo creado. La vegetación dispensa su salud y actúa concertada con la luz, a la que
unas veces filtra, y otras, oculta, permitiendo brillos y
penumbras que matizan los interiores de los recintos al
mismo tiempo que la interioridad del espíritu.
¿Cuál es la señal que Sánchez Juárez oculta con
esas líneas hechas a base de cuadros? ¿Conforma la
Casa de las Hermanas de Santa Teresa de Lisieux un
paisaje en sí mismo? Sin duda estamos ante una manera distinta de entender la arquitectura mexicana,
que aquí se presenta con maestría. La propuesta de
Sánchez Juárez es mostrar que la realidad está signada por el espíritu de quien la vive, contenida en la
construcción de un orden abstracto y místico.
En el edificio de la segunda etapa de construcción, la fachada de la obra remite inmediatamente a
la notable arquitectura funcionalista que desde me-
diados de la década de los años cuarenta caracteriza
algunas de las obras maestras de la modernidad en
México. Liberando únicamente uno de los bordes de
los ladrillos y alternando su posición, la fachada del
edificio adquiere ese aspecto de algunas geometrías
ortogonales que caracterizan varias corrientes expresivas de la segunda mitad del siglo XX.
En general, en el convento convergen con acierto la labor creativa del arquitecto y la del pensador,
unidas por una misma fuente, misma que ha servido
como sendero creativo desde los inicios de la creación
artística: la espiritualidad.
Pensamiento como construcción arquitectónica
A lo largo de su vida algunos arquitectos construyen
un corpus ideológico que le da sentido a sus creaciones. Si bien los edificios son muestra concreta de la re
flexión ante su conceptualización, es a través de ellos, interpretados a la manera de textos, como percibimos
aquello que acaso más les interesa y los hace partícipes de la sociedad, así como los renglones del pensamiento con los que están comprometidos.
Partiendo de una visión plural de la arquitectura,
debe señalarse la disposición que Julio Sánchez Juárez
tuvo siempre para compartir una cantidad considerable de reflexiones, sea como docente del taller de proyectos o como colega de la profesión, exponiendo sus
puntos de vista en torno a la arquitectura y la creación
de ésta. Para ahondar más sobre este aspecto puede
hacerse referencia a fragmentos de tres documentos
compilados por el maestro bajo el título Cartas de estudio (publicadas en 1990 en colaboración con Sara
Saqui Salces) y de significativas síntesis de charlas registradas (Remess Pérez y Winfield Reyes, 2005) que
ofrecen una pauta para sugerir la idea general de su
pensamiento:
“Si la arquitectura no está traspasada de humanidad, técnica, ciencia y arte… no es arquitectura”,
o bien: “Tenemos que empezar a descubrirnos a nosotros mismos como seres humanos y a tener conocimiento de nuestra realidad para poder transformarla en una expresión a través del diseño y la construcción”.
Estas citas develan el interés por difundir la arquitectura y establecer vínculos con la sociedad y, asimismo, por conformar una visión en torno a las posibilidades que tienen esta disciplina y el urbanismo para
plantear diversos fenómenos sociales a través de sus
espacios y la multiplicidad de ellos. Al interiorizar en
sus experiencias y exteriorizarlas en la práctica, dice
el maestro:
La arquitectura representa una parte muy importante de mí, porque comprende ese proceso cultural en el que estamos invitados todos los hombres
a entender la vida y a actuar sobre ella, y más los
arquitectos porque nosotros somos servidores de
la sociedad y nos metemos en ella. En ese mismo
proceso cultivamos el espíritu, nos comprendemos a nosotros mismos y damos respuesta a las
necesidades de las personas.
Si bien son muchos los arquitectos que buscan establecer líneas de encuentro entre la arquitectura y la sociedad, el arquitecto Sánchez Juárez nos enseñó que
puede constituirse un lazo social mucho más amplio
que el de los textos o el de los propios edificios gracias
a la fluidez de nuestro amor por los demás. Como insistiría el maestro de muchas generaciones en el aula y
en el taller, en las prácticas en colonias populares o en
charlas cotidianas, la arquitectura no es sólo el diseño, la selección de materiales y los sistemas constructivos,
sino más bien la obra total que integra el corpus de mitos
que explican el ser y el vivir en un determinado lugar.
|