Núm. 5 Tercera Época
 
   
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Leticia Tarragó
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”Nos hicimos muy amigos de Sergio Galindo, íbamos a su casa, convivíamos con sus niños, él nos recomendaba libros, era un ambiente muy hermoso. Cuando decidió escribir El hombre de los hongos me lo manifestó así: ‘Voy a hacer mi libro pero quiero que tú lo ilustres, que lo hagamos entre los dos al mismo tiempo porque voy a basarme en parte en lo que tú hagas’. Entonces resultó ser un trabajo de equipo magnífico, el escribía un capítulo y me lo daba, yo empezaba a armarlo gráfi camente; realmente fue una experiencia única. A él le gustaba mi estilo de dibujar, y todo lo que imaginaba yo tenía que ver, a su vez, con su estilo narrativo”.

Los niños dicen la verdad

Vivir en un lugar como aquel en el que habita y crea Leticia Tarragó es una invitación para el goce absoluto, ideal para todos aquellos que buscan un remanso espiritual. Al descansar la vista en los alrededores de La Pitaya, pareciera que el cambio climático es un invento noticioso. No cabe duda de que aún hay edenes que se pueden disfrutar. El ambiente no puede ser más propicio para continuar charlando con la artista.

La observación es sobre los niños que pueblan la mayoría de sus cuadros y grabados, esos pequeños que vuelan, traspasan paredes, viajan en armadillo, tortugas o peces y que siempre mantienen su mirada entre el asombro y la melancolía.

“No siempre son niños, las preferencias de uno cambian con el tiempo, aunque sí me gustan mucho las fi guras infantiles porque poseen la ventaja de la frescura, de la espontaneidad, de lo auténtico. Los adultos en general están inmersos en la hipocresía porque la sociedad requiere que seamos hipócritas para supuestamente convivir; por eso no resulta nunca pues una convivencia basada en tales premisas es falsa. Cuántas veces hemos oído que uno se molesta porque un niño dice la verdad, porque puso en mal al papá o a la mamá; no se aprecia que está siendo honesto, al contrario, se considera que comete una gran falta. De tal forma, considero que los niños ven las cosas como son, sin tapujos ni velos, sólo expresan la realidad.

”Pero por otro lado también recurro mucho a la figura femenina; pienso que de las niñas parte todo, es el origen, las pequeñas gozan de una fuerza extraordinaria, misma que los hombres han tratado de aplastar por milenios.

”Manejo la nostalgia no porque yo sea nostálgica, sino porque de ella parten muchas imágenes. La nostalgia y la melancolía no son sentimientos benévolos, pero si los vemos fríamente son una gran fuente inspiradora pues de su proceso surgen innumerables emociones y uno lo que pretende es poner emoción en lo que hace.

”No busco los recuerdos de la infancia, ellos vienen por sí solos, es una cuestión espontánea que surge en mí. No soy intelectual, hay muchos artistas plásticos que están detrás de las ideas, las refl exiones, los proceso críticos; yo me dejo llevar más por lo que siento, lo que me mueve sentimentalmente, y sí lo reflejo pero no lo intelectualizo, no tengo un propósito muy definido. Es como dos pianistas que tocan la misma obra y uno de ellos me puede conmover mucho y el otro no, porque
ejecuta nada más que la técnica; aunque la domine a la perfección, no comunica nada. En esto radica la importancia de un intérprete de música: cómo la transmite, y esa es una parte esencial del arte”.

El rojo sólo es un color

En casa de pintores abundan los colores y los detalles pictóricos son el toque de cada espacio, de cada rincón. Como marca distintiva, no hay lugar en las paredes donde no cuelgue un tarragó o un vilchis. ¡Estilos tan distintos y sin embargo complementarios! Realismo onírico por un lado y abstracción por el otro, rodeados por la intensidad de diversos matices naturales. El conjunto pareciera un mural de expresiones divergentes combinadas a la perfección por el color. Ese es el tema ahora de la conversación: el color.

“Bueno, es una cuestión muy particular, cada artista tiene su forma de plasmar el color. A mí me encanta el colorido de la cultura popular; he vivido fuera de México en varias ocasiones y realmente he añorado los matices y tonalidades de nuestro país. Es una de sus características más representativas, tanto en las artesanías como en sus paisajes, y además es algo tan natural y tan propio que nada nos lo puede arrebatar”.

Ya que hablamos de los colores le pregunto sobre sus preferencias y suelta una carcajada que a la vez la hace enrojecer. “Yo uso mucho un color que ahora está muy de moda y me ruboriza el mencionarlo ja ja ja… porque es un color institucional en Veracruz”.

Le aseguro que los tiempos políticos son efímeros y los colores eternos, entonces concede. “Bueno, uso mucho el rojo, de toda la vida me ha gustado. Empecé como artista gráfica no realizando anuncios publicitarios sino a través del grabado y, por lo mismo, de la ilustración. Cuando empecé a colaborar en La Palabra y el Hombre no podía hacer impresiones a color porque eran muy caras; por ejemplo, la utilización de dos tintas duplicaba los costos, no obstante hubo oportunidad de diseñar muchos carteles para otras áreas universitarias. Aquí en la UV, tanto Barclay como Vilchis y yo realizamos numerosos carteles, particularmente para la Orquesta Sinfónica de Xalapa o para la publicidad de obras de teatro. Me gustaba utilizar mucho el rojo porque es un color muy visual, y como no había oportunidad de usar tantas tintas, elegía sólo el
negro y el rojo para crear un impacto fuerte y muy limpio; el rojo y el negro son dos colores que hablan y se combinan a la perfección. Posteriormente llegué a usar incontables veces el rojo en grabados y dibujos y ahora que pinto al óleo me explayo en su uso, no es que simbolice algo particular, simplemente es un color que posee una gran riqueza”.

 
 
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