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UV,
una institución vigorosa, sólida y con mayor prestigio
Juan
Ramón de la Fuente |
Discurso
presentado ante la comunidad universitaria durante la ceremonia
en la que se celebró el décimo aniversario de la autonomía
de nuestra casa de estudios, realizada en mayo de 2007, en la Unidad
de Servicios Bibliotecarios y de Información de Xalapa |
La UV es una de las mejores instituciones de educación superior
de México y América Latina, reconoció Juan
Ramón de la Fuente.
(Foto: Luis Fernando Fernández) |
Quiero
agradecerle cumplidamente al señor Rector la invitación
que me hiciera para estar presente en esta conmemoración, sin
duda simbólica, representativa de una de las universidades
más vigorosas que tenemos en nuestro país y en América
Latina. Esta casa de estudios ha tenido una trayectoria cada vez más
sólida, que es producto, como aquí se ha dicho, del
trabajo de muchas generaciones.
Las universidades son proyectos de largo plazo y quien no las ve en
esa perspectiva simplemente no las entiende. Hoy podemos ver, diez
años después, qué importante ha sido darle la
posibilidad de la autonomía a la Universidad, porque los avances
y los logros son, a mi juicio, inobjetables. Se puede o no estar de
acuerdo con algunos asuntos de la Universidad, pero nadie, objetiva
y racionalmente, podría cuestionar que hoy la Universidad Veracruzana
es mucho más sólida, con mucha mayor presencia, con
un prestigio cada vez más extendido. Hoy esta casa de estudios
es mucho mejor de lo que era hace diez años.
La autonomía, una vez más, muestra que le da a la Universidad
mayores facultades, mayores atribuciones y también mayores
responsabilidades. Y queda claro que la UV ha asumido cabalmente esas
responsabilidades. Por eso, me parece que no hay razones objetivas
de ningún tipo para cuestionar su independencia de los poderes
públicos, con los que mantiene, como debe de ser, una relación
respetuosa y su capacidad técnica.
La autonomía universitaria en México tiene antecedentes
interesantes. En 1881, Justo Sierra evocaba dos razones fundamentales:
separar los aspectos académicos de los asuntos del Gobierno
y de la religión imperante. Desde entonces, retomaba un elemento
fundamental –el maestro Sierra era juarista, por supuesto–,
que hoy en día conviene volver a enfatizar: una universidad
es laica o no puede ser una institución objetiva para el cultivo
de las ciencias y de las Humanidades. Es una característica
indisoluble, a mi juicio, de una universidad como ésta, como
la Universidad de la que vengo, que dedican buena parte de sus esfuerzos
a la investigación científica y humanística.
Después de los planteamientos del maestro Sierra, Pedro Henríquez
Ureña planteó otro elemento que también tiene,
a mi juicio, vigencia en los tiempos actuales: la necesidad de tener
una institución autónoma financiada por el Estado. Éste
es el concepto de una democracia moderna, que en estos tiempos acepta
que haya instituciones autónomas financiadas por el Estado,
como es el caso de las universidades autónomas. Henríquez
Ureña dice: «Debe haber autonomía y financiamiento
del Estado de manera simultánea», y éste es un
elemento fundamental de las democracias modernas. Por eso me da mucho
gusto escuchar al gobernador de Veracruz –se nota de inmediato
que es un universitario–, porque creo que esa visión
le permite, desde luego, tener una concepción mucho más
clara de lo que una institución como ésta significa:
apoyarla y no pedirle a cambio que sea una institución sumisa
a las voluntades y a los dictámenes del Gobierno que él
encabeza. Eso es entender cabalmente la autonomía universitaria
y encabezar un gobierno democrático.
Aunque sigue habiendo confusión: ¿qué significa
la autonomía? Lo que hemos visto en los últimos diez
años en la UV: capacidad de autogobernarse, de tener sus propios
órganos de decisión; su Junta de Gobierno, que ha sido
un factor fundamental en la consolidación de la autonomía
universitaria; administrar su patrimonio y, desde luego, los principios
fundamentales que vienen con la autonomía: la vertiente académica,
la libertad de cátedra y la libertad de investigación.
Así que, a la luz de los resultados, quiero felicitar a la
UV por el esfuerzo realizado, por ser hoy por hoy, sin lugar a duda,
una institución reconocida, que se muestra ante los ojos del
que quiera verla con objetividad, con rigor académico, con
conocimiento, con información; se muestra como una de nuestras
mejores instituciones de educación superior y una de las mejores
de América Latina.
¿Cuáles serían, a mi juicio, algunas de las principales
responsabilidades de una universidad como ésta? Me quedaría
con cuatro o cinco grandes responsabilidades; sin pretender que esto
sea una lista exhaustiva, son las que veo quizá con mayor claridad,
con mayor urgencia.
La primera, sin duda, es ofrecer servicios de calidad: que enseñanza,
investigación, difusión de la cultura, sean de alta
calidad; de ser posible, de clase mundial. Por eso conviene tener
como referente el contexto internacional. Para ello, para poder mejorar
y mantener la calidad en una institución educativa como ésta,
el camino está claro, ya se ha mencionado: es el de evaluación,
el de certificación, el de acreditación. Una universidad
que no se evalúa, se devalúa, y es algo novedoso en
las universidades; lo que ocurre es que se ha vuelto forzoso, se ha
vuelto obligatorio, más riguroso, y en esto también
hemos avanzado.
La segunda gran responsabilidad es la transparencia. Así como
la sociedad exige que los servicios sean de calidad, también
exige con justa razón que haya un procedimiento de rendición
de cuentas absolutamente transparente. Hace todavía algunos
años, alguien podía pensar que esto era una violación
a la autonomía universitaria, y es totalmente al revés.
Precisamente, en ejercicio de la autonomía universitaria, hay
que rendir cuentas públicas, y aquí también muchas
universidades mexicanas hemos dado muestras reiteradas, desde hace
varios años, de que todos los recursos públicos deben
someterse a un escrutinio público y a una revisión pública
de cuentas. Así como no hay impedimento en que haya instituciones
autónomas financiadas por el Estado y que preserven su autonomía,
tampoco hay impedimento alguno para que esas instituciones autónomas
se sometan escrupulosamente a un procedimiento de rendición
de cuentas, para mantener la credibilidad y la confianza de la sociedad.
También creo que la universidad en los tiempos actuales tiene
responsabilidades con todo el sistema educativo. La universidad es
la cúspide del sistema educativo y tiene necesariamente que
estar inmerso en él y permanentemente fortaleciéndolo,
no sólo por razones propias de que quienes están en
él eventualmente llegarán a la Universidad, sino que
es difícil imaginar a un país con un sistema educativo
débil y un sistema de universidades vigoroso. Si queremos tener
en el futuro cercano, y creo que es posible, una red de universidades
de clase mundial –porque no estamos tan lejos de lograrlo–,
necesitamos que el sistema educativo en su conjunto trabaje de manera
más articulada con los mayores criterios de calidad posibles.
Y quien puede insertarle elementos que lo revitalicen, que lo modernicen
y que lo metan en esta dinámica de la calidad absoluta son
las universidades.
Desde luego, tenemos también una responsabilidad grande con
el aparato científico. Las universidades hacemos la mayor parte
de la investigación científica de México: 4.5
por ciento de los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores
están en instituciones privadas. Por eso no podemos aceptar
cuando alguien plantea que en las universidades privadas se hace investigación
de altísima calidad. Me encantaría que eso fuera realidad,
pero la verdad es que la incipiente investigación que se hace
en México se hace en las universidades públicas, y por
eso tenemos que estar vinculados al aparato científico que,
por cierto en mi opinión, acusa graves signos de deterioro
y de insuficiencia.
El Gobierno pasado logró lo imposible, que era reducir el presupuesto
nacional para ciencia y tecnología. Empezamos con el 0.39 por
ciento al inicio del Gobierno anterior y terminamos con el 0.35 por
ciento del Producto para ciencia y tecnología. La verdad es
que nunca nos imaginamos que podría decrecer, teníamos
ciertas dudas de que pudiera crecer, como nos habían dicho,
pero honradamente esto fue una hazaña que nos muestra el rezago
en el que estamos.
También debemos seguir vinculados a la extensión y la
difusión de la cultura, con este sello propio de las universidades
que entendemos la cultura como un mecanismo de inclusión social,
no como algo reservado para ciertos espíritus y con una connotación
elitista. La gran diferencia entre la cultura universitaria y la cultura
oficial es que la primera tiene ese claro propósito de inclusión
social, y la cultura convoca, la cultura congrega, la cultura une,
la cultura nos permite entrar en dinámicas en donde nuestras
diferencias pueden, incluso, acomodarse y complementarse.
Asimismo, tenemos que estar más vinculados con los sectores
productivos. A veces uno tiene la impresión de que en México
el sistema educativo camina en una dirección y el aparato productivo
camina en otra. El fin último de la educación, y la
educación universitaria no puede excluirse, es que precisamente
representa un mecanismo de movilidad social para quien a lo largo
de sus primeros 20, 25 o 30 años de vida ha sido parte del
sistema educativo.
Algo importante de las universidades públicas que no podemos
olvidar, es la importancia de las humanidades y las ciencias sociales,
porque México necesita, desde luego, científicos, técnicos
y expertos en genómica, mecatrónica y en geomática,
pero también necesita filósofos, necesita antropólogos,
necesita poetas y necesita directores de teatro y de cine, y eso lo
hacen las universidades publicas. Así que el reto es hacer
las dos cosas.
Permítaseme, finalmente, hacer una reflexión sobre otro
problema que veo también importante y que tendremos que seguir
abordando en los próximos años: el financiamiento de
la educación superior. Éste es un problema en todo el
mundo.
Nadie ha logrado encontrarle la solución perfecta. Creo que
el Estado tiene una responsabilidad ineludible con la educación
pública; el Estado tiene que seguir comprometido con la educación
pública como tiene que seguir comprometido con la seguridad
y con la salud pública, y con la provisión de servicios
básicos, porque si no para qué queremos un Estado; si
éste no se dedica a proveer esos servicios básicos,
no tiene razón.
En efecto, hay una responsabilidad del Estado, pero también
hay una responsabilidad en las universidades; eso debemos dejarlo
claro. Las universidades tienen que contribuir a complementar ese
financiamiento. No hay una fórmula mágica al respecto,
pero creo que debemos ir puliendo cada vez más los criterios
para que, precisamente en esto que ha sido un anhelo del rector Arias
y de un servidor, es decir, que haya una política de Estado
en México que tiene que incluir el financiamiento y las universidades
tengamos criterios específicos, podamos hacer asignaciones
objetivas y tener, como urge en México, la posibilidad de contar
con presupuestos multianuales para hacer un ejercicio de planeación
como requiere una institución educativa.
Hay quien piensa que con la globalización se van a acabar las
universidades; está equivocado. Hay quien piensa que la educación
privada es necesariamente mejor que la educación pública;
está equivocado. Hay quien piensa que México no debe
invertir en investigación, sino más bien importar productos
de investigación; está equivocado. Hay quien piensa
que la universidad no es el mecanismo idóneo para alcanzar
la justicia social; está equivocado. Pero hay quienes pensamos
que los mejores proyectos que han construido las sociedades, y México
no es la excepción, son las universidades, y como muestra hoy
podemos públicamente decir esto de la Universidad Veracruzana. |
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