Julio-Septiembre 2006, Nueva época Núm.99 Xalapa • Veracruz • México
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Impensable su desaparición: Luis Gil Borja
Universidad pública, única posibilidad de México para lograr su desarrollo


Irma Villa

En México, la idea de privatizar la educación tomó fuerza en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuando éste decidió llevar a cabo dos reformas constitucionales al artículo 3º: una que faculta a las escuelas particulares ofrecer enseñanza religiosa en su seno (lo cual se aleja de lo asentado en la Constitución de 1917 que establecía: “la educación impartida en escuelas oficiales y particulares será laica: esto es, ajena a toda doctrina religiosa”) y a las escuelas pertenecientes al Estado les deja la tarea de impartir una educación laica; la otra reforma se enfocó a abrir camino a la privatización de la educación media superior, la superior y la de carácter científico y tecnológico, aunque en el discurso se manejara lo contrario y se afirmara que la educación superior, sobre todo, seguiría contando con todo el respaldo de la federación, acto que no se ha visto reflejado en las cifras presupuestales que no cumplen con el 8 por ciento del PIB para educación, establecido como mínimo en el artículo 25 de la Ley General de Educación. De hecho, desde el año 2000, las cifras del gasto nacional en educación no han rebasado el 7 por ciento del PIB nacional.

Con estos antecedentes y considerando el escaso .75 por ciento autorizado en 2006 para la educación superior, los rectores miembros de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) celebraron, en junio, su XXXVII Asamblea General en Boca del Río, Veracruz, reunión a la que asistieron como invitados los cinco aspirantes a la presidencia de nuestro país: Andrés Manuel López Obrador, Felipe Calderón Hinojosa, Roberto Madrazo Pintado, Roberto Campa Cifrián y Patricia Mercado Castro, a quienes se les presentaron las principales demandas y perspectivas del futuro de las instituciones de educación superior del país, entre ellas alcanzar el 1.5 por ciento del PIB nacional para la educación superior con el fin de fortalecerla, porque como aseguró Rafael López Castañares, secretario ejecutivo de la Asociación, “la educación superior es un bien público nacional”.
En los últimos años, la universidad pública ha retomado el papel que le corresponde dentro del tejido social de este país, pues ha asumido una actitud muy comprometida con las diferentes problemáticas. Ha buscado su pertinencia, se ha sometido al escrutinio, le está rindiendo cuentas a la sociedad tanto en lo financiero como en lo académico, además de que está siendo sometida a procesos de evaluación.
En este contexto, se entrevistó al rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Luis Gil Borja, quien defendió el papel que desempeñan las universidades públicas en el desarrollo de nuestro país –a pesar de los bajos presupuestos que se destinan a las mismas– y, sobretodo, el modelo de educación humanista que éstas aplican para formar a los profesionales que México necesita.

¿Cuál es su postura frente a las críticas recurrentes que se le hacen a la universidad pública?
Simplemente, no comparto esa percepción sobre la universidad pública. Ésta, en los últimos años –y estamos hablando de más de diez–, ha retomado el papel que le corresponde dentro del tejido social de este país, pues ha asumido una actitud muy comprometida con las diferentes problemáticas. ¿En qué sentido?, ¿qué ha hecho la universidad pública? Ha buscado su pertinencia, se ha sometido al escrutinio –tanto interno como externo–, ha podido romper con ese añejo debate sobre la autonomía en la rendición de cuentas. Creo que hoy la universidad pública en México le está rindiendo cuentas a la sociedad tanto en lo financiero como en lo académico, además de que está siendo sometida permanentemente a procesos de autoevaluación y de evaluación externa, y todo esto es uno de los mejores avances y una de las muestras de transparencia más clara que puede tener la sociedad.
El principal reto del sistema de educación superior de México es poder ampliar la cobertura, pero con pertinencia, calidad y equidad, o sea, poder dar más acceso a un mayor número de jóvenes. Además, hay que buscar la pertinencia, es decir, ofrecer programas que estén acordes con las necesidades de los sectores productivos del país, para que nuestros jóvenes puedan tener empleo, así como aportar los elementos humanos, tecnológicos y científicos que permitan el
avance social.
¿A qué cree que se deba que sean juzgadas de una manera tan dura, por qué no sucede lo mismo con las universidades privadas?
Pienso que las universidades públicas están sujetas a un escrutinio precisamente porque reciben recursos públicos, y es bueno que la sociedad esté atenta, que vigile, que nos obligue a rendir cuentas tanto académicas como financieras. Sin embargo, también creo que hoy en día esa crítica ha alcanzado a todos, incluso a la educación privada, lo cual no es malo, al contrario, nos obliga a tratar permanentemente de mejorar nuestra actuación.

¿Cree que la universidad pública deba ser considerada patrimonio nacional?
Sin duda, la universidad pública es un bien público de carácter social, por lo cual se debe fundamentalmente a esa sociedad que es la que le da origen; además, tiene la obligación y el compromiso de convertirse en la palanca de desarrollo que necesita nuestro país para salir adelante.

En el caso en particular de la Universidad de Hidalgo, ¿cuáles son los logros recientes a destacar?
La consolidación de nuestros cuerpos académicos. La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo es la que, en términos proporcionales, tiene el mayor número de cuerpos académicos consolidados en el país: 12 de 41 existentes, cuya proporcionalidad nos ubica en primer lugar. Tenemos 134 profesores investigadores que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), lo que también nos ubica en primer lugar, en términos proporcionales, en función del número de la población total de estudiantes. Y también es la universidad que tiene más cerca de los estudiantes a cada uno de los investigadores.

¿Cuál es el total de estudiantes que ustedes tienen?
Atendemos a 32 mil alumnos, cifra que incluye a los 8 mil del bachillerato universitario –nosotros tenemos este sistema– y a los 24 mil de las licenciaturas y los programas de posgrado. Algo importante es que hemos logrado incorporar programas –ya suman nueve– dentro del PNP (Programa Nacional de Posgrado).

También hemos podido alcanzar la acreditación de nuestros programas académicos ante el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES) y ante los Comités Interinstitucionales de Evaluación para la Educación Superior (CIEES); en este momento, tenemos el 87 por ciento de los programas acreditados en el nivel uno y por los organismos acreditadores específicos. Esto hace que cerca del 85 por ciento de nuestros estudiantes estén inscritos en ese tipo de programas, por ello hemos podido formar parte del Consorcio de Universidades Mexicanas.

¿Qué retos tiene la casa de estudios que usted dirige?
El principal reto que tenemos –y no es exclusivo de esta universidad, sino de todo el sistema de educación superior de México– es poder ampliar la cobertura, pero con pertinencia, calidad y equidad, o sea, poder dar más acceso a un mayor número de jóvenes mexicanos. Además, algo muy importante es buscar la pertinencia, es decir, ofrecer programas que estén acordes con las necesidades de los sectores productivos del país, para que nuestros jóvenes puedan tener empleo, así como aportar los elementos humanos, tecnológicos y científicos que permitan el avance social.

Durante el sexenio del presidente Vicente Fox se disminuyó el presupuesto de las universidades, en lugar de incrementarlo. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Sin duda, en el país, vivimos una realidad muy compleja desde el punto de vista económico; no hay suficientes recursos, pero, además, nos preocupa mucho que el reducido presupuesto que existe no se distribuya de manera estratégica, y una forma de hacerlo es darle más importancia a la educación. No podemos negar que ha habido adelantos en las universidades, por ejemplo, ha crecido el número de contrataciones de profesores; sin embargo, no se ha podido avanzar en muchos otros aspectos, y eso empieza a provocar un rezago en el país, lo cual disminuye su competitividad contra otros países.
Si se incrementara el presupuesto que se les asigna a las universidades públicas, ¿éstas qué darían a cambio para contribuir al desarrollo del país?
Lo primero que tienen que ofrecer es transparencia, es decir, un manejo responsable de esos recursos; y en la transparencia va implícita la rendición de cuentas tanto de los recursos económicos como del trabajo académico, o sea, tenemos que dar resultados concretos. Asimismo, tienen que fomentar y fortalecer sus cuerpos académicos, su desempeño, para que la investigación y la productividad científica que se desarrolla en este país –casi la totalidad, en las universidades públicas– pueda aplicarse y generar un beneficio social.
Los apoyos del Estado a la universidad pública no pueden desaparecer, porque ésta ha sido el eje del desarrollo del país, es la que ha formado a sus profesionistas y tiene muchas cosas muy importantes que ofrecer. No preocupa que pueda desaparecer este modelo, porque no hay posibilidades de que esto suceda. Sin embargo, sí interesa que los gobernantes sepan que la educación es la mejor vía para construir el país que queremos.
¿Habrá alguna manera de solucionar la falta de compromiso que existe en algunos profesores, para que cumplan mejor con su labor como formadores de profesionistas?
Claro que sí, hay dos formas. La primera es la capacitación del profesor universitario, y no sólo en el aspecto de la disciplina que, sin duda, hay que mejorarla y profesionalizarla, sino también en el hecho de que debe existir el compromiso social de capacitarse, de asumir la responsabilidad que representa ser un profesor universitario. Y es que éste tiene en sus manos una parte muy importante de los jóvenes: sus expectativas, por lo que es necesario corresponderles con responsabilidad, con capacidad y con deseos de seguirse superando como maestros.

La segunda manera es atender urgentemente –y ahí debe intervenir también el Gobierno Federal– el problema de la remuneración de los profesores, lo cual es importantísimo porque se ha generado una brecha muy grande en los ingresos de los trabajadores universitarios. Yo puedo decir que, en los últimos años, la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores universitarios es cercana al 30 por ciento, lo cual provoca que muchos de ellos tengan que buscar un segundo empleo para complementar el gasto familiar, y lo ideal sería que pudieran ofrecer a su familia una vida digna con el salario de profesor universitario.

¿Como rector está de acuerdo con la forma en que la Federación reparte los recursos a las universidades públicas? Y es que, por ejemplo, la UNAM es la universidad que más presupuesto tiene, pero también la que mayor investigación genera.

Hay una gran inequidad en ese sentido. Por ejemplo, la UNAM recibe por estudiante 60 mil pesos anuales y la Universidad de Hidalgo, 18 mil pesos; sin embargo, los resultados de universidades que obtienen menos apoyos económicos no son nada despreciables. Incluso, éstas han hecho un gran esfuerzo y, hoy en día, si bien la UNAM hace una gran aportación en conocimiento, ciencia y tecnología, también las universidades estatales lo están haciendo. Entonces, si se asignaran los recursos de manera más equitativa y en función de lo que plantea la ANUIES, podríamos dar muchos más y mejores resultados. En el modelo de asignación es, pues, donde se tiene que buscar la equidad, donde se tiene que buscar la calidad de la productividad, misma que debe ser correspondida con presupuesto.
A las funciones sustantivas de las universidades –la investigación, la extensión y la docencia–, tienen que agregar una más: la vinculación. Hoy no podemos estar desarticulados, tenemos que estar en contacto con los sectores productivos. Esto obliga a que las universidades mantengan su pertinencia y que puedan responder a esa demanda social. No sólo se trata de formar profesionistas, sino de que sean competitivos y que sus perfiles estén asociados a las alternativas de desarrollo y al mercado laboral.

Países considerados en desarrollo, como la India o Brasil, han multiplicado sus inversiones en educación superior, pero también registran un crecimiento económico muy importante. ¿México podría alcanzar esto?
Sí, sin duda. Esos países han realizado dos esfuerzos fundamentales para consolidar la educación superior y desarrollar la ciencia y la tecnología: fortalecer a las universidades con una política educativa y una política de Estado, acompañadas por los recursos necesarios, e invertir en ciencia y tecnología, es decir, en la promoción de sus investigadores.

¿Qué ha pasado en México, por qué no se ha llevado a cabo algo similar?
El problema está en la inversión pública en educación superior, que comparada con la de países como los mencionados es mucho menor. Entonces, ¿qué necesita México? Inyectarle recursos a la educación.

¿Qué representaría para el país contar con un sistema nacional de educación superior? ¿Qué beneficios traería?
Pues, sería muy importante porque permitiría, en primer lugar, hacer pertinente la oferta educativa y, en segundo lugar, poder atacar de manera estratégica las desigualdades sociales y los puntos de oportunidad de las diferentes regiones.

Cada día vemos que los presupuestos se restringen a las universidades y éstas reciben cada vez menos recursos. ¿Hasta cuándo cree que se sigan sosteniendo las universidades públicas en el país?, ¿hasta cuándo seguirá vigente este modelo educativo?
Espero que siga vigente durante muchos años, porque creo que es la única –y quiero puntualizarlo con toda seguridad–, la única posibilidad que tiene este país de hacer la diferencia y alcanzar el desarrollo económico, social, cultural, tecnológico, etcétera, que México necesita.

En caso de que hubiera un cambio, de esos que suelen darse como terremotos en México, ¿qué ocasionaría que a las universidades públicas se les dejara de brindar los apoyos necesarios?
No creo que lleguemos a ese escenario, porque la universidad pública tiene el reconocimiento de que, a través de los años –y hay muchos ejemplos–, ha sido el eje del desarrollo del país, es la que ha formado a sus profesionistas y tiene muchas cosas muy importantes que ofrecer. No preocupa que pueda desaparecer este modelo, porque no hay posibilidades de que esto suceda. Sin embargo, sí interesa que los gobernantes sepan que la educación es la mejor vía para construir el país que queremos. Por ello, fueron invitados los candidatos a la presidencia de la República a la reunión de la ANUIES, para que conocieran los avances y retos de las universidades públicas y privadas.

Al tipo de educación, sobre todo a su enfoque humanista, que se imparte en las universidades públicas se le critica porque lo consideran incompatible con las necesidades del mercado laboral. ¿Qué es lo que realmente sucede?, ¿de qué manera se acercan estas instituciones educativas a las empresas?
A las funciones sustantivas de las universidades, como la investigación, la extensión y la docencia, tienen que agregar una más: la vinculación. Hoy no podemos estar desarticulados, tenemos que estar en plena comunicación y en permanente contacto con los sectores productivos. Esto obliga a que las universidades mantengan su pertinencia y que puedan responder a esa demanda social. Lo comenté anteriormente, no sólo se trata de formar profesionistas y de que éstos desempeñen un papel, sino de que sean además completamente competitivos y que sus perfiles estén asociados a las alternativas de desarrollo y al mercado laboral.

¿Cuáles son las ventajas de las instituciones de educación superior públicas frente a las privadas?

La primera ventaja es que no sólo nos dedicamos a la docencia, sino que también tenemos la oportunidad de incorporar otros elementos de generación de conocimiento, de desarrollo tecnológico y científico y uno muy importante que puede hacer la diferencia: el compromiso social. El que seamos parte de una universidad pública nos obliga a dar a nuestros jóvenes, a lo largo de su formación, una percepción de la realidad y de los problemas sociales, para que se conviertan en agentes de cambio.
Entonces, ¿el modelo de enseñanza debe seguir así o debe transformarse?
Considero que no se debe perder la formación humanista, porque da conciencia social para todos los jóvenes, porque no sólo estamos formando profesionistas, sino también ciudadanos, ciudadanos integrales con aptitudes y capacidades cívicas, pero también profesionales. Lo que tenemos que hacer es mantenernos a la vanguardia y buscar estar actualizados en los procesos, en el manejo
y en la aplicación y uso de las tecnologías de la información, de tal forma que nuestros jóvenes tengan aptitudes y competencias, sobre todo laborales, que les permitan desempeñarse mejor.