Abril-Junio 2005, Nueva época No. 88-90 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestro artista invitado
Edgar Cano, una explosión silenciosa

Versión libre a partir de un texto de Luis Josué Martínez

 

Aunque muchos comentarios en torno a los trabajos plásticos de Edgar Cano se centran en su “virtuosismo” dibujístico, tal opinión estorba la apreciación de su obra, pues el virtuosismo se relaciona con un don divino y, en el caso de Cano, es más bien un excesivo trabajo que no deja de sorprender, una búsqueda nocturna de perfección constante que va generando nuevas imágenes y nuevas formas de entender y disfrutar un cuadro.

Ya desde su trabajo Entre vivos, muertos y encuerados (2003), la experimentación marcó la pauta de su obra. Los materiales extra pictóricos (discurso escrito, laminillas, etcétera) formaron en esta primera serie un factor predominante. Sin embargo, tales elementos se fueron diluyendo ante la importancia del dibujo, cediendo paso a la serie dibujística A solas (2003), donde se vislumbra un naciente fotorrealismo, bañado de una burla autorreflexiva que llevaría a sus últimas consecuencias en el trabajo irónico-crítico Corruptela (2004), una suerte de autorretratos que sirven para mostrar una visión analítica del mundo político y burocrático, donde el dinero es el alimento primordial del hombre.
En Transición (2004), sus autorretratos estrictos, el poder de su realismo se conjuga con símbolos personales, creando campos semánticos y plásticos sumamente interesantes. Cano, al irse despojando de memorias, objetos y técnicas plásticas, va configurando su individualidad futura. Es en esta serie donde la línea dibujística va adquiriendo la fuerza que más tarde llevará a sus límites en Oscuras circunstancias. El estilo de este joven artista, “lo más auténtico en él, ese estilo que merece nombres absurdos sin necesitar de ninguno, prueba que el arte de Cano no es una sustitución ni una complementación”, sino una provocación experimental.

Nosotros, como espectadores, somos provocados por su trabajo a experimentar con emociones, adjetivos, diversidad de estilos y conceptos. De un goce estético, Cano nos lleva a reflexiones punzantes, incisivas de la esencialidad del hombre. Poco importa, bajo esta apreciación, si se asemeja o no al trabajo de los neoyorquinos neofigurativos de finales de los sesenta o a Cauduro y Rivera. Aquí, lo importante es nuestra mirada en complicidad con la mirada de los protagonistas de sus obras, es ahí donde se encuentra la verdadera experiencia cognoscitiva, la verdadera experiencia emocional.
En fin, estas letras sólo pretenden ser un exhorto al espectador de Edgar Cano para que mire con detenimiento las obras de este creador y se haga partícipe de la explosión silenciosa que causa su trabajo y sus oscuras circunstancias.