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Más
allá del aspecto puramente literario, es el carácter
humanista de la novela de Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha, lo que la ha hecho trascender
el ámbito hispánico y su tiempo, porque habla de aquello
que en el humano es universal y permanente, aseguró Mercedes
Lozano Ortega, profesora de la Facultad de Letras de la UV.
Según la especialista, la identificación que sigue
habiendo con El Quijote no es sólo porque haya sido
un personaje loco que soñó con cambiar el mundo, sino
porque en nuestra realidad siguen existiendo actitudes quijotescas:
“Cervantes rescató lo más valioso del ser humano,
la buena fe, el idealismo, la tolerancia y la apertura hacia la
idea de que el mundo no es como parece, de que las realidades son
contradictorias, y esa es una sabiduría que aún ahora
necesitamos”.
El Quijote, publicada por primera vez en 1605 –hace
400 años–, es la obra con la que se inaugura el género
de la novela moderna, pues su estructura rompe con los lineamientos
establecidos en su época e incluye géneros a los que
Cervantes parodia y supera. Según Lozano Ortega, “tiene
el grandísimo acierto de ser la primera novela que incluye
a la literatura dentro de la literatura: en la primera parte habla
de las aventuras de Don Quijote y de Sancho Panza; en la segunda,
varios personajes que aparecen afirman que leyeron la primera parte
y comienza una mezcla de realidad y literatura que no se había
hecho antes, fue Cervantes el que empezó y es un acierto
genial”.
Independientemente de los mitos que se han generado alrededor del
Quijote y de todos los lugares comunes, la obra se sostiene sola,
tienen un valor por encima de lo que se dice de ella: “No
se necesita saber qué clase de géneros estaba pa-rodiando,
no se necesita saber cuáles son las estructuras sintácticas
que utilizó Cervantes para gozar de las aventuras de los
personajes que nos parecen tan reales y que plantean una serie de
temas que son absolutamente vigentes”, puntualizó Lozano
Ortega.
La
novela imperfecta
A pesar de todos los halagos, la profesora de Letras reconoció
que no se trata de una novela perfecta: “La primera parte
es una especie de experimentación, no es una novela perfectamente
bien trazada; la segunda, cuando Cervantes ya sabía mejor
qué quería, va desplegando sus estrategias narrativas
más limpias y comienza a descubrir que hablar de la literatura
dentro de la literatura le da una infinidad de posibilidades que
en el pasado nadie había tenido, pero hay varias distracciones
debido a que Cervantes reacomodaba los capítulos y dejaba
fuera detalles, como la famosa pérdida del burro de Sancho
Panza que nunca se narra”.
También destaca la configuración de personajes. Don
Quijote y Sancho son complementarios, “parece que fueran dos
lados de la misma moneda, que son enternecedores, hacen un binomio
maravilloso. Difícilmente otra pareja de personajes logrará
el en-canto, la cohesión y la profundidad que tienen estos
dos.
”Con tales características y elementos, es muy difícil
que podamos decir que tal o cual obra eclipsa al Quijote. Después
de ésta, se escribieron novelas buenísimas, pero no
han logrado tener toda la amplitud, la resonancia y la profundidad
que en conjunto logró la obra de Cervantes”.
Más allá de la obra literaria, Don Quijote de la Mancha
de manera universal puede significar el valor de conservar el ideal
y de luchar por cambiar el mundo, por hacer del planeta un mejor
lugar para estar. “El Quijote eso es lo que quiere, instaurar
en el mundo una nueva edad de oro”.
Don
Quijote y Sancho, los de adeveras
Por otro lado, José Luis Martínez, también
de la Facultad de Letras, comenta que en la novela hay dos elementos
que se pueden mencionar para ejemplificar la magnitud de la obra:
“que hay una absoluta conciencia del escritor, que le lleva
a elaborar teoría y crítica literaria en los prólogos
y en varios capítulos de la novela; hay una conciencia de
lo que es ser escritor, y por otro lado, lo que técnicamente
podemos llamar el rompimiento de niveles narrativos, que nos ilustra,
en la segunda parte específicamente, que don Quijote y Sancho
se saben personajes literarios y hablan de una obra que hasta la
fecha se sigue sin saber quién fue su autor, pero una persona
de apellido Avellaneda firma una segunda parte del Quijote que es
tan mala que Cervantes es obligado a escribir la segunda parte.
En ésta, don Quijote y Sancho hablan varias veces de la otra
novela, y el rompimiento que logra Cervantes de lo que era hacer
literatura es tal, que un personaje de la novela de Avellaneda es
visto actuar en la segunda parte para decir fundamentalmente: ‘Ustedes
son don Quijote y Sancho Panza, los originales’; eso no se
había hecho antes”.
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