El primer programa de esta temporada incluyó
el Cuarto concierto en sol mayor para piano y orquesta de Ludwig van
Beethoven y la música del ballet Petrushka de Igor Stravinski.
El solista de esta audición dirigida por Carlos Miguel Prieto,
fue Jorge Federico Osorio, considerado uno de los pianistas mexicanos
más importantes en la actualidad. Este repertorio también
fue presentado, un día después, en el Teatro Clavijero
del puerto de Veracruz.
Después de permanecer bajo la sombra del formidable concierto
Emperador, el Cuarto concierto de Beethoven (1770-1827) se ha erigido
actualmente como una de las partituras favoritas del público.
Fue escrito entre 1805 y 1806, en una de las épocas más
productivas y fecundas de su autor, y su primera ejecución
pública se efectuó en 1808, con el propio Beethoven
como solista. Esta partitura exige del intérprete un virtuosismo
contenido que sólo se manifiesta en los pasajes de enorme agilidad,
casi de filigrana. No hay lugar aquí para los acentos trágicos
ni para el espíritu combativo y sí, en cambio, un desarrollo
de gran transparencia que sólo comunica una atmósfera
apacible.
Stravinski (1882-1971) escribió la música para los ballets
El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la
primavera. Estas dos últimas obras guardan similitud en su
proceso de gestación, ya que fueron inicialmente ideadas a
partir de imágenes que vagaban libremente por la mente del
compositor, y que después fueron vaciadas en el papel pautado
como música coreográfica. Petrushka representa uno de
los momentos culminantes en Stravinski, gracias a sus sonoridades
incomparables y a su espíritu irónico. Se estrenó
en París el 13 de junio de 1911, con la orquesta dirigida por
Pierre Monteux. Música
de Lutoslawski, Mendelssohn y Brahms
Chain 3 de Witold Lutoslawski, el Concierto para violín y
orquesta de Félix Mendelssohn y la Primera Serenata de Johannes
Brahms fueron las obras que formaron parte del segundo concierto
de la temporada, bajo la dirección de Tomasz Golka y la participación
del solista Mark Peskanov.
La vida y actividad artística de Golka está ligada
al estado veracruzano. Nació en Polonia, en una familia de
músicos que emigró a México en la década
de los ochenta, pero inició sus estudios musicales en Veracruz,
para continuar su formación en la Rice University de Estados
Unidos. Entre sus logros importantes destaca el Primer Premio Internacional
“Eduardo Mata” de Dirección Orquestal,
En la serie de obras denominada Chain (cadena), Lutoslawski (1913-1994)
se propuso crear piezas ingeniosamente armadas mediante temas cortos
que se enlazan y relacionan entre sí, a la manera de eslabones
en una cadena. Elementos similares pueden ser hallados en algunas
de sus obras anteriores, pero las partituras que presentan estas
características como estructura básica son las mencionadas
Chain.
La primera partitura de esta naturaleza fue terminada en 1983 para
14 instrumentos y escrita para la London Sinfonietta. Chain 2 fue
subtitulada “Diálogo para violín y orquesta”
y Chain 3 fue escrita para la Orquesta Sinfónica de San Francisco,
que la estrenó con la dirección del propio Lutoslawski
el 10 de diciembre de 1986, en el Davies may.
El Concierto en mi menor de Mendelssohn (1809-1847) fue fruto de
la colaboración entre el compositor y el violinista Ferdinand
David, catedrático en el Conservatorio de Leipzig. A pesar
de la mancuerna, concretar la obra le llevó a Mendelssohn
mucho tiempo. Después de siete años de trabajo y correcciones,
esta pieza fue estrenada en 1845 por David, bajo la dirección
de Niel Gade. El éxito fue inmediato y, desde entonces, figura
entre las obras más socorridas por los solistas de todas
partes.
Brahms (1833-1897) escribió dos serenatas, la primera en
la tonalidad de re mayor y la segunda en la mayor, mientras estuvo
al servicio del príncipe Leopoldo III de Detmold. Ambas fueron
creadas entre 1857 y 1859, y son contemporáneas del Primer
concierto para piano y orquesta.
Después de varios intentos, que incluyen una versión
estrenada en 1859 en Hamburgo, la versión definitiva de la
Primera Serenata quedó terminada en 1860. Esta obra muestra
la inquietud del autor por lograr una partitura de consistencia
unitaria, pero al mismo tiempo variada. En ella hay un claro homenaje
sonoro a Franz Joseph Haydn, particularmente en el allegro inicial,
al tiempo que los restantes fragmentos muestran las influencias
de Beethoven y Schumann.
Un
concierto muy latino
Bajo la dirección del puertorriqueño Guillermo Figueroa,
la osx interpretó, el 22 de octubre, un emotivo concierto
que estuvo conformado por la obertura El corsario de Héctor
Berlioz, el Concierto para clarinete y orquesta de Eduardo Gamboa,
Adiós Nonino de Ástor Piazzolla, Fandangos de Roberto
Sierra y las Danzas fantásticas de Joaquín Turina.
El solista fue Abel Pérez Pitón.
Director y violinista, Guillermo Figueroa forma parte de una familia
musical de Puerto Rico. Es miembro fundador de la Orquesta de Cámara
Orpheus, titular de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico
y director musical de la Orquesta Sinfónica de Nuevo México.
Ha sido invitado como huésped por las orquestas sinfónicas
de Nueva Jersey, Memphis, El Salvador, del Teatro Municipal de Río
de Janeiro, así como por el Ballet Clásico de Memphis
y el Ballet de San Juan. Interesado en la música de su patria,
Figueroa ha realizado los estrenos mundiales de obras escritas por
muchos de los más importantes compositores borinqueños,
como Ernesto Cordero, Raymond Torres, Carlos Vázquez, Mariano
Morales y, por supuesto, Roberto Sierra, quien es Compositor en
Residencia de la Orquesta de Filadelfia.
Berlioz (1803-1869) compuso cinco oberturas de concierto y la mayoría
se basa en obras literarias, como El corsario, que data de 1844
y se inspiró al parecer en una obra de Lord Byron (1788-1824),
aunque todo indica que un impulso inspirador surgió también
de un libro de James Fenimore Cooper (1789-1851), denominado El
corsario rojo. Parece increíble, pero terminar la primera
versión de la obertura le tomó al autor 13 años,
antes de estrenarla en París, en enero de 1845, con el nombre
de La torre de Niza. Más tarde, Berlioz corrigió la
pieza para estrenarla una década después con el título
definitivo, el 1 de abril de 1855, cuando contaba con 51 años
de edad.
Eduardo Gamboa nació en la Ciudad de México en 1960
y estudió guitarra en el Trinity College of Music de Londres,
pero desde 1985 se dedica por completo a la composición.
Su Concierto para clarinete y orquesta fue dedicado a Pérez
Pitón. En esta partitura, el compositor se dio el gusto de
recrear a su manera diversos géneros de la música
popular, con reminiscencias de sones veracruzanos y jaliscienses,
un poco de bossa nova y notorias alusiones al guaguancó afrocaribeño.
Adiós Nonino ha conocido una infinidad de versiones, y en
esta ocasión se interpretó la versión del acordeonista
y compositor polaco Riszard Siwy. Esta obra fue compuesta por Piazzolla
(1921-1992) en 1959, cuando se enteró de la muerte de su
padre, durante una gira por Centroa-mérica. Esta gira sólo
reportó al compositor decepciones, dado que su estilo para
la interpretación de lo que él denominaba “música
contemporánea de la ciudad de Buenos Aires” motivó
el rechazo entre un público acostumbrado al tango arrabalero.
Por ello, se dio a la tarea de recomponer el Nonino, un tango escrito
en París para su padre, en 1954, y que ahora dedicaría
a la memoria del fallecido. Del Nonino original existe una grabación
con la orquesta típica de José Basso, que nos permite
analizar la metamorfosis de la pieza.
Inspirado en el Fandango para clavecín del maestro español
Antonio Soler (1729-1783), Roberto Sierra (1953) creó su
obra Fandangos, sin alejarse del todo de la españolería
y el espíritu de Soler, pero imponiendo su propio enfoque
y creatividad, de la misma forma en que trabajó sus Cinco
poemas aztecas para soprano o tenor y piano, Tres homenajes húngaros
para dos guitarras y orquesta o la Fantasía corelliana para
dos guitarras y cuerdas. Con estas obras, el autor y maestro de
Composición en la Universidad de Cornell no intenta revivir
aires folklóricos ni típicos de determinado autor
del pasado.
Danzas fantásticas de Turina (1882-1949) fue escrita en uno
de los períodos menos fructíferos del compositor.
La obra se estrenó en un concierto de la Orquesta Filarmónica
de Madrid, con la dirección de Bartolomé Pérez
Casas, el 13 de febrero de 1920. Según el programa de mano
que circuló en esa ocasión, en esta pieza, “el
autor (quiso) traducir por medio del ritmo la sensación del
movimiento humano en todo lo que él tiene de espiritual y
expresivo, buscando, en cuanto al colorido, el mayor contraste posible”.
Conjunción
de voces y música para saxofón
Una nutrida conjunción de cantantes se hizo necesaria para
concretar la audición del 29 de octubre, en que se escucharon
obras de Eilert Lindorff Larsen y de Leonard Bernstein: el Concierto
para saxofón alto y orquesta, del primero; la obertura Candide
y fragmentos de la comedia musical West Side Story, del segundo.
Para el concierto de Larsen, Rubén Mendoza participó
como solista; mientras que los solistas para West Side Story fueron
cantantes del Coro de la Universidad Veracruzana. El director de
esta audición fue el xalapeño Rubén Flores,
quien estudió en la Facultad de Música de la UV y
ha participado con las orquestas sinfónicas de Xalapa, de
Tamaulipas, Juvenil de la Facultad de Música, Juvenil de
Veracruz, Filarmónica de Acapulco y Filarmónica de
Querétaro, entre otras. Actualmente es director titular de
la Banda Sinfónica del Gobierno del Estado de Veracruz.
De acuerdo con Rubén Mendoza, ésta fue la primera
ocasión en que se interpretó en México el Concierto
para saxofón alto y orquesta, el cual llegó a manos
del director xalapeño desde Dinamarca, pero sin información
sobre la actividad creativa del compositor. En términos formales,
se trata de una obra fácil al oído y sin complicaciones
para quienes supondrían que Larsen, como contemporáneo
de autores que trabajaron sobre curiosos y complejos experimentos
sonoros, habría de volcar en dicha obra algunos rasgos de
la vanguardia de mitad del siglo xx. Es, pues, una obra sencilla
y disfrutable.
Pocos acontecimientos llamaron tanto la atención
de los melómanos estadounidenses como la irrupción
de Leonard Bernstein (1918-1990) en el ámbito de la dirección
orquestal. Contaba con 25 años de edad cuando fue llamado,
en 1943, para sustituir a Bruno Walter en un concierto de la Filarmónica
de Nueva York.
Bernstein puso música a Candide, la adaptación musical
de la obra de Voltaire, de la que se derivó la obertura.
Inicialmente, esta pieza no obtuvo el éxito que se esperaba,
pese a haber sido representada en más de 70 ocasiones. Fue
a principios de los setenta cuando se repuso con una coreografía
distinta y mejoras sustanciales en el cuadro de actores, con lo
que se hizo merecedora a la designación como “La mejor
comedia musical” de 1973.
Apenas unos meses separan Candide de West Side Story. Para muchos,
esta última es la obra maestra de Bernstein. La idea de un
drama amoroso a la manera del Romeo y Julieta de Shakespeare rondó
durante ocho años la mente de Jerome Robbins y de Leonard
Bernstein. Arthur Laurents fue el autor del libreto, Stephen Sondheim
hizo el texto de las canciones y Bernstein la música, para
el logro de un musical en que la calidad poética se integró
de manera sorprendente con la brutalidad y el erotismo, todo fusionado
con una coreografía de notoria eficacia.
Una
vez más, el virtuosismo de Philippe Quint
El concierto ofrecido el 5 de noviembre en el Teatro del Estado
de Xalapa y el 6 en el Teatro Clavijero del puerto de Veracruz,
marcó el regreso de Carlos Miguel Prieto al frente de la
OSX, de la que es titular desde enero de 2002. El solista al violín
de estas audiciones, Philippe Quint, interpretó la Serenata
para violín, cuerdas, arpa y percusiones de Leonard Bernstein,
obra que, junto con la Primera sinfonía de Mahler, denominada
El Titán, conformó el programa.
Para escribir la Serenata, Bernstein se inspiró en El banquete
de Platón, escrito en el que se relata una serie de diálogos
acerca del amor, realizados en casa de Agatón. El primer
movimiento nos indica que el literato Fedro abre los diálogos
con un himno a Eros, seguido por la alocución de Pausanias,
quien expone la relación entre amante y amado, y en la que
ensalza como “el más noble” el amor entre varones.
En el segundo, Aristófanes da cuenta del mitológico
nacimiento del amor, y en el tercero es el doctor Erixímaco
quien habla de la armonía corporal como modelo científico
para el funcionamiento de los patrones amorosos. La alabanza de
Agatón, que corresponde al cuarto movimiento, incluye todos
los aspectos del poder del amor, sus cualidades excitantes y su
encanto; mientras que en el quinto fragmento, Sócrates describe
su visita a la profetisa Diótima y cita el discurso de ésta
sobre la doctrina del amor demoníaco.
Esta obra fue escrita por encargo de la Fundación Kussevitzki
y dedicada a la memoria de Serguei y Natalie Kussevitzki. Fue estrenada
con el compositor al frente de la orquesta y el violinista Isaac
Stern, el 12 de septiembre de 1954, en el Teatro La Fenice de Venecia.
Para dar forma a El Titán, Mahler (1860-1911) retomó
los borradores de una sinfonía iniciada en 1884, inspirada
en la novela El Titán del romántico alemán
Jean Paul Richter (1763-1825), en la que este literato ubica su
ideal de educación del hombre. Su estreno ocurrió
en 1889, cuando el autor era director de la Ópera Real de
Budapest, por lo que tuvo la oportunidad de estrenar allí
su obra. Los conceptos sonoros presentes en cada uno de los movimientos
de esta pieza son mundos difícilmente conciliables entre
sí, pero esto constituye una de las características
medulares en la obra de Mahler. La heterogeneidad de ideas es un
rasgo que responde precisamente al especial concepto de Mahler en
torno de la forma, es decir, para él cada sinfonía
debía abarcarlo todo.
Una
audición con notas de Smetana, Castelnuovo-Tedesco y Rajmaninov
El guitarrista Eliot Fisk y el director Charles Olivieri-Munroe
fueron los protagonistas del concierto correspondiente al 12 de
noviembre, cuyo programa incluyó el poema sinfónico
Sarka de Bedrich Smetana, el Concierto en re mayor, opus 99, para
guitarra y orquesta de Mario Castelnuovo-Tedesco, y la Tercera sinfonía
de Serguei Rajmaninov.
A sus 34 años de edad, el director canadiense Olivieri-Munroe
ha trabajado con orquestas en Berlín, San Petersburgo, Copenhague,
Viena, Budapest, Praga, Varsovia, Bruselas, Tokio, Toronto, Bonn,
Atenas, Seúl, Haifa, Estambul, Ankara, Bucarest, Zagreb,
Belgrado, Maastricht, Victoria, Québec y Konstanz. En 1999
resultó laureado en tres concursos: el Antonio Pedrotti de
Italia, Lovro von Matacic de Zagreb y Gregorz Fitelberg de Katowice,
en Polonia. También obtuvo el tercer lugar en el concurso
Nikolai Malko de Copenhague, y ganó el primer premio en el
Concurso Internacional de Dirección Orquestal Primavera de
Praga 2000.
Sarka, el poema sinfónico de Smetana (1824-1884), es parte
del ciclo denominado Mi patria. En él, el autor considerado
fundador de la escuela nacionalista checa retoma aquel deseo de
venganza del atribulado pueblo bohemiano, mediante la figura mítica
de una valiente mujer llamada precisamente Sarka, quien incita a
otras guerreras a realizar una brutal carnicería de la que
ningún invasor logra salir con vida. Con ello, las amazonas
checas vengan cumplidamente las ofensas contra su pueblo.
A partir del segundo tercio del siglo XX, el aliento creativo de
Castel-nuovo-Tedesco (1895-1968) mostró un evidente declive,
que el músico compensó con su trabajo como forjador
de talentos en los Estados Unidos. Algunos años antes de
abandonar Europa, el compositor conoció al guitarrista español
Andrés Segovia, quien lo motivó a voltear su atención
hacia la guitarra, instrumento para el que escribió algunas
de sus partituras más significativas. Ya en 1935 había
dado a conocer su Capriccio diabolico, obra inspirada en Paganini
y dedicada a Segovia, antes de emprender la composición de
su Primer concierto para guitarra y orquesta, que es la pieza que
se incluyó en este concierto.
Rajmaninov (1873-1943) incluyó en su Tercera sinfonía
la célebre secuencia medieval del Dies Irae, un fragmento
propio del canto gregoriano que expresa el temor al día del
Juicio Final. Lo hizo también en sus obras La isla de los
muertos (1907), Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934) y las
Danzas sinfónicas (1941). De acuerdo con algunos estudiosos,
esto significaba una fijación casi obsesiva por la muerte,
mientras que para otros era sólo una particular inclinación
por una secuencia que resultaba interesante para el músico.
La Tercera sinfonía se estrenó el 6 de noviembre de
1936.
Comparte
la OSX el escenario con Luciano Pavarotti
El 19 de noviembre ocurrió un acontecimiento histórico
en la trayectoria de la Sinfónica de Xalapa, que fue seleccionada
para participar en uno de los conciertos de la gira de despedida
del célebre tenor italiano Luciano Pavarotti, en la ciudad
de Coatzacoalcos.
En esta audición, que fue dirigida por el maestro italiano
Leone Mugiera y en la que participó la soprano Simona Todazo,
también se llevó a cabo la ceremonia de inauguración
del Teatro de la Ciudad en Coatzacoalcos.
Las reseñas periodísticas fueron vastas, la cobertura
se dio en el ámbito nacional y los resultados del evento
confirmaron la estatura de la OSX, que con ello refuerza su celebridad
como un conjunto de gran solidez artística y enorme capacidad.
Ahora, Pavarotti une su nombre al de Plácido Domingo, Andrea
Bocelli, Ramón Vargas y Rosario Andrade, por citar a cuatro
de los más renombrados cantantes que han actuado, como solistas,
con la orquesta universitaria.
Vuelve a sus fueros Francisco Savín
Con un concierto dedicado a El Ágora de la Ciudad, con motivo
del XXV aniversario de su fundación, se dio el retorno de
Francisco Savín a la que fue su orquesta a lo largo de tres
períodos distintos. Maestro de gran capacidad artística,
con un vasto y nutrido potencial, Francisco Savín demostró
de nueva cuenta por qué se encuentra entre los mejores directores
nacionales de los últimos tiempos.
El programa seleccionado por este maestro estuvo constituido por
la suite Espartaco de Aram Jachaturian, fragmentos sinfónicos
de El martirio de san Sebastián de Claude Debussy y la Suite
escita de Serguei Prokofiev.
Los comunistas soviéticos admiraron los intentos libertarios
del gladiador Espartaco, personaje histórico a quien consideraban
precursor de los movimientos revolucionarios proletarios, de modo
que el tema del rebelde romano fue retomado en 1954 por uno de los
compositores oficiales del sistema soviético, Aram Jachaturian
(1903-1978), para musicalizar un ballet en cuatro actos y por el
que le fue concedido el premio Lenin de 1959. De atractivas melodías
y una riqueza orquestal que nunca decae, Espartaco se considera
uno de los mejores logros artísticos de este compositor nacido
en Tbilisi, Armenia, y fallecido en Moscú.
Sobre el tema del mártir romano Sebastián, un ex soldado
que adoptó una actitud de desafiante religiosidad ante las
autoridades de su tiempo, el italiano Gabriele D’Anunzzio
(1863-1938) escribió un prolongado poema denominado Misterio,
que fue estrenado en el Teatro de Chatelet de París en 1911,
con música de Claude Debussy (1862-1918).
La Suite escita, música para un ballet inspirado en los escitas,
surgió del encuentro que Prokofiev (1891-1953) tuvo en Londres
con Serguei Diaghilev, quien le aconsejó que escribiese una
obra inspirada en las viejas leyendas rusas. Los escitas fueron
los integrantes de tribus nómadas que ocuparon Europa Central
y Asia desde el siglo XII, antes de la era común. El nombre
les fue dado por la región que dominaron, Escitia, ubicada
al norte del mar Negro entre los Cárpatos y el río
Don, en lo que actualmente es Moldavia, Ucrania y el este de Rusia.
La obra contiene la impresionante ferocidad de los ritos paganos
de aquellas tribus de guerreros. La orquestación es enorme
y, de haber llegado a la escena en la forma de ballet (no ocurrió
eso, porque la música disgustó a Diaghilev), es posible
que hubiese armado un revuelo parecido a la histórica batahola
que generó La consagración de la primavera en 1913,
en el Teatro de los Campos Elíseos.
Del
Clasicismo al Romanticismo: obras de Haydn, Beethoven y Brahms
Con la participación del pianista Derek Han, la OSX ofreció
su penúltimo programa de la temporada, que estuvo integrado
por la Sinfonía 69, conocida como Laudon, de Franz Joseph
Haydn, el Tercer concierto para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven
y la Tercera sinfonía de Johannes Brahms.
Han, músico de ascendencia china, se graduó en la
Juilliard School de Nueva York. Su trayectoria internacional se
inició al obtener el primer premio y medalla de oro en el
Concurso Internacional de Piano en Atenas, en 1977.
Se ha presentado como solista con las orquestas Filarmónica
de Londres, de Hong Kong, de Arnhem (en gira por España),
de Brabante, Nacional Checa, así como con las sinfónicas
de Budapest, Estatal de Kiev y Estatal de Moscú. También
ha ofrecido conciertos con la Filarmónica Real, la de Varsovia
y la del Teatro Colón de Buenos Aires.
Muchas de las obras de Haydn (1732-1809) fueron subtituladas por
los contemporáneos del autor; sin embargo, la Sinfonía
69 sí fue bautizada por él mismo y la dedicó
a un militar muy popular en aquella época, el Barón
de Laudon (o Loudon). Haydn, conocido como “el padre de la
sinfonía”, no fue el creador de esta forma musical,
pero él la tomó del Barroco tardío y la cultivó
durante un largo período de su existencia hasta generar más
de un centenar de ejemplos, para después entregarla a Beethoven.
Con ello, se erige como el sinfonista más importante del
clasicismo, al lado de Mozart.
Terminado en 1800, el Tercer concierto para piano de Beethoven (1770-1827)
contiene una tonalidad central que fue reiteradamente empleada por
el compositor: do menor. No está del todo fuera de las formas
del clasicismo –a la manera de Haydn y Mozart–, pero
está marcado ya por un poderoso carácter que alcanzaría
su concreción en la Quinta sinfonía.
Si sus dos anteriores conciertos para piano contienen un interés
de escasa relevancia para el aficionado, en el Tercero encontramos
el trabajo de un aventajado alumno cuyas aspiraciones se elevan
a un considerable nivel. Es algo así como el ensayo de los
gigantescos trazos que habrían de ser la característica
primordial en las obras subsiguientes. Esta obra, estructurada con
los tres movimientos que marcaba la tradición de la época,
fue dedicada al príncipe Louis Ferdinand de Prusia.
La Tercera sinfonía de Brahms (1833-1897), considerada una
de las obras más hermosas del repertorio decimonónico,
fue escrita en Wiesbaden, en 1883, y estrenada el 2 de diciembre
de ese mismo año en Viena, con la orquesta dirigida por Hans
Richter. Su enorme aceptación hizo necesaria su repetición
a los pocos días en Berlín, con la dirección
de Joseph Joachim. El trabajo de esta partitura se inscribió
en un renglón único y apartado de las tendencias de
la época, representadas básicamente por la música
de Richard Wagner. De hecho, fue estrenada dos años antes
de la Cuarta sinfonía, a la que se considera la consumación
del pensamiento musical de Brahms, un pensamiento que en pleno Romanticismo
se mostraba comprometido con el rigor estético de Bach y
como la lógica continuidad de los ideales clasicistas.
Emotivo
cierre de temporada con El Mesías de Haendel
La emotividad fue la tónica dominante en el último
concierto del año ofrecido por la Orquesta Sinfónica
de Xalapa, la noche del viernes 17 de diciembre, en la Sala Grande
del Teatro del Estado, ya que esta agrupación y el Coro de
la Universidad Veracruzana interpretaron hermosos fragmentos del
célebre oratorio El Mesías de Georg Friedrich Haendel.
En presencia del gobernador Fidel Herrera Beltrán, del rector
Raúl Arias Lovillo y de un nutrido público, la OSX
tocó la obra de Haendel que fue estrenada en Dublín,
en 1742, y que desde entonces se erige como el más significativo
trabajo de música religiosa de todos los tiempos.
Bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, el desempeño
de la orquesta resultó intachable. Aunque también
cabe destacar el trabajo que realizaron los solistas, todos ellos
integrantes del Coro de la UV: los tenores Joel Pérez Arciniega
y José Luis Zamario, la mezzosoprano Cecilia Ladrón
de Guevara, los bajos Agustín Sedas y Víctor Vázquez,
las sopranos Martha Díaz-Ordaz, Salomé Gómez
Reyna e Ivonne Reyes y la contralto Patricia Escudero.
El Mesías es, con certeza, la creación más
difundida de Haendel (1685-1759). Con esta obra, el autor logró
la culminación de la forma oratorio tal como la concebía,
como un canto al misterio de la redención divina y una intensa
reflexión en torno a la relación hombre-creador. Al
utilizar textos de la Biblia para exaltar los sentimientos piadosos
y la devoción religiosa, Haendel construyó su obra
con alternancia de recitativos, solos y fragmentos corales, en los
que la orquestación discreta funciona como un apoyo que refuerza
el carácter casi dramático del desarrollo musical,
que crece en tensión hasta alcanzar momentos de enorme emotividad.
Por fortuna, Haendel vivió lo suficiente para equilibrar
sus finanzas, dirigir en muchas otras ocasiones su obra, observar
su creciente celebridad y hacerla escuchar apenas ocho días
antes de su muerte, ocurrida en abril de 1759.
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