Octubre-Diciembre 2004, Nueva época No. 82-84 Xalapa • Veracruz • México
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La Universidad y la distribución
social del conocimiento

Ruy Pérez Tamayo /
Miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua

Conferencia presentada en el foro internacional Alternativa XXI: La distribución social del conocimiento, que se llevó a cabo en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2004.
 
I.
La Universidad y la distribución social del conocimiento, tema de esta mesa redonda, supone una función que no forma parte habitual de las que se consideran funciones de la universidad pública, es decir, la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. Pero es obvio que la universidad pública tiene otras funciones más, como su papel en la movilidad social, en la preservación de los valores culturales, en el análisis crítico de la sociedad y sus estructuras, y en la proyección de mejores modelos de convivencia basados en el conocimiento, la razón y la justicia. Por lo tanto, concluyo que una función central de la universidad pública, quizá la más importante, es servir de conciencia a la sociedad plural. Esta última palabra, plural, define otra característica de la universidad pública, también de gran trascendencia, y es que no toma partido ni muestra preferencia de tipo alguno, sino que da espacio a todas las tendencias y posturas académicas, culturales y políticas, a todas las ideas y a todas las críticas, bajo un gran paraguas de respeto y tolerancia.

La universidad pública (la UNAM, mi universidad) ha resistido, a lo largo de sus 94 años de historia, varios intentos de transformarla en un instrumento del Estado, o bien en estructura dedicada a promover una ideología social y económica socialista, y más recientemente en célula de un partido político. La autonomía universitaria –cuyos 75 años estamos celebrando este año– es una de las conquistas más preciosas de la sociedad mexicana en el siglo XX, porque lo que se alcanzó fue la libertad de conciencia. Libertad para pensar, para crear y para explorar el mundo de lo desconocido, para concebir y proponer nuevas configuraciones sociales, políticas, económicas y filosóficas, para examinar críticamente las actuales, siempre dentro de un marco de respeto y tolerancia, en el más elevado espíritu académico. Pero la universidad pública así concebida no es ni una biblioteca, como quería Carlyle, ni un conjunto de sabios encerrados en su Torre de Marfil. Es todo lo contrario, como señala el título de nuestra mesa redonda, es un mecanismo para la distribución social del conocimiento.

Reflexionemos un momento sobre lo que la universidad pública distribuye, o sea, sobre el conocimiento. ¿Cuál conocimiento? ¿Qué significa conocer? El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) nos dice que conocer es “Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas”, pero si bien esto puede ser cierto para el conocer filosófico, histórico o humanístico en general, resulta inadecuado para el conocer científico, en el que participan de manera fundamental, las perceptivas. La definición del verbo conocer del drae es importante porque incluye a las emociones como participantes en la generación del conocimiento, pero por otro lado es incompleta porque no incluye a los órganos de los sentidos como indispensables en la producción del conocimiento no sólo científico sino también artístico. Finalmente, dicha definición se refiere a la naturaleza, cualidades y relaciones “de las cosas”. ¿Quiere decir que lo que no certifique como “cosa” no puede ser sujeto de conocimiento? Dudo que eso sea exactamente lo que quiere decir, porque “cosa” significa: “todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta”. ¿Qué clase de entidad es un sueño? No es ni corporal ni espiritual, ni natural o artificial, ni real o abstracto, pero existe, lo experimento y puedo relatarlo, y hasta se ha usado como base para más de una teoría sobre su significado e interpretación. Entonces, como las teorías psicoanalíticas sobre los sueños no son sobre “cosas”, ¿no se consideran conocimiento?

II.
Es fácil citar al drae pero es muy difícil mejorarlo. Por fortuna, esa no es nuestra tarea, sino el examen de la Universidad como elemento en la distribución social del conocimiento. Aceptemos que el conocimiento es lo que sabemos sobre la realidad por medio de nuestras facultades racionales y perceptivas, y digamos algo sobre su distribución social. Las universidades públicas cumplen con su función de distribución social del conocimiento por medio de sus programas de enseñanza, tanto de pregrado como de posgrado, y de sus actividades de difusión cultural. Cuando por restricciones presupuestales o de ingresos masivos de estudiantes se rebasan las capacidades de funcionamiento óptimo, las universidades públicas disminuyen en menor o mayor grado su eficiencia para distribuir el conocimiento.
Esta no es, por desgracia, una posibilidad teórica sino una realidad histórica, vivida tanto en México como en otros países del mundo occidental, a principios de la década de los setenta del siglo pasado. En ausencia de programas vigorosos de divulgación del conocimiento patrocinados por el Estado, las universidades públicas han tomado la estafeta y a través de sus actividades docentes y de divulgación de la cultura han intentado satisfacer esa urgente necesidad social contemporánea.

III.
Finalmente, trataré de contestar la pregunta que dice: ¿por qué es buena la distribución social del conocimiento que hace la universidad pública? La pregunta no es ociosa, su respuesta no puede limitarse al reconocimiento de que las universidades públicas preparan a profesionales y técnicos que el país necesita hoy y en el futuro para seguir funcionando. Este renglón lo cumplen, en forma tanto suficiente como eficiente, las escuelas técnicas y profesionales, tanto universitarias como de otras denominaciones (tecnológicos, normales, superiores, etcétera). Creo que la respuesta más aceptable a la pregunta que plantea el valor de la distribución social del conocimiento debe resaltar los usos del conocimiento por la sociedad. En otras palabras, se trata de resolver el dilema más importante de todos, que es ¿para qué sirve el conocimiento? Opino que la respuesta a esta pregunta tiene las siguientes tres vertientes.

1. Para actuar en forma racional. Esta es una función no muy popular del conocimiento, sobre todo en nuestra cultura tradicional, en donde la razón con frecuencia ha sido superada por la fe. En una encuesta realizada en el año 2000, en la zona urbana de la Ciudad de México se encontró que el 71 por ciento de la población cree en los milagros, el 60 por ciento cree en la magia negra y el 55 por ciento cree en la existencia del diablo.

Puede cuestionarse que una vida fundada en la razón sea preferible para la mayor parte de la sociedad mexicana que otra basada en la fe, pero los que así opinen tienen la obligación de documentar en forma objetiva su postura, pues de otra manera se trata de una simple opinión, tan respetable y tan válida como cualquier otra.

Yo postulo que el comportamiento racional permite una adaptación más eficiente a las circunstancias y contingencias no sólo cotidianas sino de toda la vida, y que actuar en función del conocimiento, o sea de lo que sabemos sobre la estructura y el funcionamiento de la realidad, conduce a menos fracasos, decepciones y hasta tragedias, que guiarse por creencias, intuiciones, dogmas, corazonadas o deseos.

Naturalmente, buena parte de nuestra vigilia está guiada precisamente por esas formas de pensamiento irracional, con frecuencia con una fuerte carga emotiva, porque el conocimiento de muchos aspectos de la realidad es incompleto o inexistente, entonces no se puede actuar en forma racional. Pero en aquellas circunstancias en que se posee información suficiente sobre los distintos elementos que contribuyen a una configuración determinada, la experiencia demuestra que tomarla en cuenta conduce a mejores resultados y a situaciones mejor adaptadas. En resumen, el conocimiento sirve para actuar en forma racional.

2. Para generar más conocimiento. En otros sitios he propuesto la siguiente definición de ciencia: «actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento, obtenido por medio de un método científico organizado en forma deductiva y que aspira al mayor consenso entre las personas técnicamente capacitadas». Mi objetivo al recordar esta definición es subrayar que el único producto de la ciencia es el conocimiento científico.

Ahora bien, una de las visiones más desafortunadas de la ciencia contemporánea la considera en dos categorías, “básica” y “aplicada”, según el uso que pueda dársele en un momento dado a su producto: cuando el conocimiento sirve para resolver algún problema práctico, como por ejemplo construir máquinas de vapor más eficientes o almacenes para granos con mayor capacidad, se considera como ciencia “aplicada”, mientras que cuando el conocimiento no encuentra un uso externo inmediato, como por ejemplo el mecanismo de la generación de especificidad en las moléculas de anticuerpos, se habla de ciencia “básica”.

No concibo que esta clasificación de la ciencia, en “básica” y “aplicada”, se le haya ocurrido a un científico activo; más bien parece generada por algún economista o hasta por un empresario. Porque los científicos sabemos muy bien que toda la ciencia es “aplicada”, pues el conocimiento siempre es útil, siempre sirve para algo.
A nosotros el conocimiento nos sirve para generar más conocimiento, es un instrumento de trabajo, uno de los más importantes de todos los que tenemos en el laboratorio o en el gabinete, porque sirve para generar nuevas ideas, para plantear nuevas hipótesis sobre el sector de la realidad que estamos estudiando y diseñar nuevos experimentos y nuevas observaciones con las que lograremos obtener más conocimiento. Eso es para los científicos, pero para el resto de la sociedad también todo el conocimiento es útil o aplicado, si bien no siempre para resolver problemas tecnológicos, pero sí para comprender mejor la realidad en que vive. En resumen, el conocimiento sirve para generar más conocimiento.

3. Para integrarse a la sociedad contemporánea. El mundo clásico estuvo dominado por la filosofía, la religión fue la columna vertebral de la Edad Media, y la fuerza que transformó al mundo medieval en moderno fue la ciencia. Cuando se examina a las distintas sociedades contemporáneas desde el punto de vista de su estándar de vida, es posible distinguir dos clases diferentes: aquellas en las que la mayor parte de la población disfruta de los principales elementos para satisfacer sus necesidades básicas –incluyendo la realización de sus aspiraciones humanas– y aquellas en las que la mayoría de los sujetos no las poseen y viven marginados y sin esperanzas. Una de las diferencias más aparentes entre estos dos tipos de sociedades, las desarrolladas y las llamadas “en desarrollo”, es el papel que desempeña el conocimiento de la realidad en su estructura.

Cuando Francis Bacon señaló “knowledge is power”, el conocimiento es poder, no se estaba refiriendo solamente a la generación de riqueza o de autoridad política por medio del “know how” y a la explotación de la naturaleza, sino también a la capacidad del conocimiento para transformar a la sociedad, alejándola del oscurantismo y del imperio del dogma y de la autoridad. Mientras más primitiva sea una sociedad, mientras más aferrada esté a sus creencias sobrenaturales y a sus tradiciones irracionales, más alejada se encontrará del mundo contemporáneo y menos posibilidades tendrán sus miembros de mejorar su estándar de vida y de realizar sus aspiraciones. En resumen, el conocimiento sirve para integrar a la sociedad contemporánea.

IV.
De estas reflexiones se desprende que la función de la universidad pública en la distribución social del conocimiento tiene una importancia trascendental. No sólo es la institución más bien dotada y con la mejor estructura para ser un faro de la diseminación del conocimiento a toda la sociedad, sino que además es la única que reconoce como suya esa responsabilidad, porque la universidad pública que realmente merece ese nombre no se limita a difundir el conocimiento; eso lo hacen también, y principalmente, las escuelas públicas y privadas, desde la enseñanza primaria hasta la profesional.

La verdadera universidad pública también genera el conocimiento, trabaja para aumentar el caudal de información que ya existe sobre el mundo real en que vivimos y sobre nosotros mismos. Su labor no puede ser solamente repetitiva, sino que debe ser también creativa para darle a la difusión de la cultura el carácter de descubrimiento constante de algo nuevo, de renovación de actitudes y de visiones, de crecimiento y transformación del espíritu, de aventura intelectual.