Octubre-Diciembre 2004, Nueva época No. 82-84 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestros logros abrirán puertas para investigación en humanos: Mario Caba
Ritmos circádicos: relojes biológicos
que sincronizan nuestra naturaleza

Edith Escalón

Comúnmente se piensa que nuestros periodos de sueño y de vigilia están regidos por la luz del sol; sin embargo, científicos han demostrado que obedecen más bien a un sistema de sincronización circádica, es decir, a ritmos circádicos. ¿Qué son y cuál es el papel de los ritmos circádicos en seres humanos, animales y vegetales? Mario Caba, investigador de la Universidad Veracruzana, explica cómo funcionan estos relojes biológicos que se expresan sin necesidad de luz medioambiental.

¿Por qué nuestro cuerpo nos exige dormir y darle descanso o incluso despertar cuando hemos dormido suficiente?, ¿cómo sabe el organismo de una mujer que es el momento de iniciar el ciclo reproductivo?, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo adaptarnos al cambio de horario?... Los relojes biológicos que llevamos dentro tienen las respuestas a éstas y otras preguntas.

Es cierto que cuando el organismo humano está sano, funciona con la precisión de un reloj. La comparación tiene sentido si partimos de que al ser humano lo rigen varios relojes biológicos que le exigen cumplir con diversas funciones puntualmente.
En los últimos 30 años, algunos científicos, incluidos varios mexicanos, se han dado a la tarea de investigar al respecto y han reconocido que el hombre posee múltiples relojes biológicos que marcan ciclos de distinta periodicidad.

Aunque los ritmos biológicos son conocidos desde hace 300 años, generalmente se les ha relacionado con eventos geológicos como la noche y el día o el verano y el invierno, ligados a la rotación de la Tierra. Sin embargo, para la fisiología, la ocurrencia de eventos temporales dentro del organismo fue durante años sólo una curiosidad, hasta que a principios de los años setenta, un pequeño descubrimiento revolucionó lo que hasta entonces se pensaba acerca del reloj de nuestro organismo.

En esta entrevista Mario Caba, investigador de la Universidad Veracruzana y desde hace varios años estudioso de estos ritmos biológicos, habla sobre los pormenores de una investigación de frontera que ha llamado la atención de los reflectores internacionales.

Caba obtuvo en 2004 un financiamiento de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), dependientes del gobierno de los Estados Unidos, por más de 250 000 dólares para realizar en la Universidad Veracruzana cinco años de investigación básica enfocada a conocer más sobre la fisiología de los llamados ritmos circádicos.

Los recursos fueron asignados después del análisis riguroso de un panel de expertos de primer nivel, que decidió apoyar, por primera vez, un proyecto de investigación en neurociencias en México. A ese financiamiento se suman los 27 000 dólares que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) brindó a la UV para apoyar su trabajo científico en esta área.

El apoyo de los dos organismos permitirá equipar en la UV un laboratorio de biología molecular que ofrecerá la oportunidad a estudiantes de participar en él, pero, ante todo, favorecerá la consolidación de una nueva línea de investigación enfocada al estudio de estos ritmos en modelos animales como el conejo, un trabajo científico de alto nivel que pocas instituciones del país han podido desarrollar.

Por si fuera poco, este primer acercamiento con los Institutos Nacionales de Salud dio pie a la Universidad Veracruzana para iniciar una serie de negociaciones y firmar un convenio de colaboración con ellos, lo que abrirá las puertas a futuras investigaciones en nuestro país.

¿Cómo define a los ritmos circádicos?
Los ritmos circádicos son variaciones periódicas en la conducta y funciones del individuo que ocurren en un intervalo aproximado de 24 horas. La palabra circádico viene del latín circa, que significa cerca, y diem, que significa día. Estos son sólo un aspecto de los múltiples ritmos biológicos que existen en la naturaleza y cuya periodicidad puede ser mayor o menor al ciclo de 24 horas. Los ritmos circádicos son una respuesta adaptativa de los organismos a las variaciones de luz-oscuridad que ocurren diariamente. La evolución de la vida en nuestro planeta desarrolló un reloj endógeno, interno, en los organismos para organizar sus actividades con respecto a estas cambiantes condiciones medioambientales.

¿Qué son exactamente y por qué tienen relación con nuestra naturaleza?
Cuando escuchamos la frase “ritmos circádicos” generalmente nuestra primera reacción es que no tiene nada que ver con nosotros: “debe ser algo relacionado con los animales”, pensamos, como si nosotros mismos no fuésemos también animales. De hecho, nuestro material genético no sólo es similar en más del 95 por ciento al de los chimpancés, sino que además compartimos una historia genética con todos los seres vivos. Aunque a primera vista esto parece un tanto exagerado, a partir de los avances de la ingeniería genética se están realizando descubrimientos que nos recuerdan que hay una similitud biológica con seres como las moscas, los ratones, el moho del pan e, incluso, con algunos protozoarios. Ellos, igual que nosotros, tienen ritmos circádicos.

Un ejemplo con el moho del pan nos ilustra qué son los ritmos circádicos. Cuando este moho (llamado científicamente neurospora) se coloca en una caja de cultivo, se propaga a lo largo de la caja y produce “frutos” llamados esporas en las partes terminales de sus “ramas”, conocidas también como micelio. Lo notable de esto es que las esporas se producen aproximadamente cada 24 horas, esto es, tienen este ritmo que se conoce como circádico, lo cual quiere decir que se relaciona con una periodicidad de 24 horas, con un ciclo de luz-oscuridad.

En nuestra especie, el ritmo circádico más notable es el ciclo sueño-vigilia. Internamente nuestro organismo está lleno de ciclos, mayores y menores a 24 horas: frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, variaciones diarias de cortisol (responsable de la actividad biológica), variaciones mensuales de hormonas reproductivas y muchos más. Nosotros por ejemplo dormimos en la noche y trabajamos, jugamos o comemos durante el día, pero otras especies han adoptado un patrón contrario, pues están activos durante la noche y duermen durante el día. En la naturaleza esto resulta ventajoso para las especies, porque están despiertas cuando están disponibles sus recursos alimenticios, es decir, otras especies susceptibles de ser atrapadas.

Parece muy lógico pensar que es el sol el que gobierna estos ritmos y nos obliga a comportarnos de esa manera cíclica; sin embargo, algunos estudios, particularmente en ratones, nos demuestran lo contrario. En realidad, todo está en nuestros genes.

¿Quiere decir que no importa si vemos o no la luz del sol para ser influidos por ella?
Así es, de hecho numerosos experimentos han demostrado que los ritmos circádicos se expresan sin necesidad de luz medioambiental y ese es uno de los criterios que tiene que cumplir un ritmo para ser considerado circádico.

¿Cómo lo descubrieron?
Bueno, el estudio de estos ritmos recibió un gran impulso a principios de los años setenta, cuando una pequeña zona del cerebro, apenas descrita anatómicamente y completamente desconocida en su funcionamiento, adquirió gran interés: el núcleo supraquiasmático (NSQ).

¿Cómo lo descubrieron? Bueno, fue de una forma incidental. Tratando de determinar si existía una vía entre los ojos y una glándula que secreta la hormona llamada melatonina, un científico norteamericano recurrió a una técnica novedosa. Utilizando una fina aguja y una jeringa inyectó aminoácidos en una parte del ojo (humor vítreo) de ratas adultas. Posteriormente, cuando analizó las ratas observó que los nervios de las células que provenían del ojo tenían los aminoácidos a lo largo de su proyección en el cerebro, que va del ojo hasta una región de la corteza cerebral, donde ocurre la integración final de la visión, donde se forman las imágenes que “entran” por el ojo.

Sin embargo, el científico norteamericano observó que algunos de los aminoácidos dejaban su trayecto hacia la ruta visual “clásica” y penetraban hacia otra región en el cerebro, el núcleo supraquiasmático. ¿Para qué?, ¿qué tiene que ver esto con la visión? Este descubrimiento inmediatamente sugirió que esta zona podría estar vinculada, no a la percepción visual, sino a la foto-recepción de cambios medioambientales de la luz solar, que tiene relación con las variaciones circádicas y estacionales en los organismos.

Actualmente se considera que el nsq es el principal reloj circádico de los organismos, el reloj maestro interno que tiene una ventana al mundo externo para monitorear la luz solar y coordinar el funcionamiento de los organismos. Igual que los relojes mecánicos, es independiente en su funcionamiento, esto es, no necesita la luz para producir ritmos circádicos, la necesita sólo para “ajustar su hora” a la variable intensidad de la luz solar a través del día y la noche y de las estaciones del año, es decir, para sincronizar el reloj interno
con el externo.

¿Qué relación tiene esta parte del cerebro con los genes?, porque decía antes que los ritmos dependen de ellos.
A partir de hace unos cinco años se observa un número creciente de publicaciones sobre genes reloj con un énfasis inicial en el núcleo supraquiasmático; eso lo hemos visto gracias a la disección molecular. Sin embargo, los genes circádicos se han encontrado en prácticamente todas las células de los organismos, pero no en todas
–parece– funcionan igual. Por eso el interés de la mayoría de los investigadores se enfoca en el núcleo supraquiasmático y en otra región del cuerpo, el hígado, que sorprendentemente expresa ritmicidad circádica similar a la del nsq en el cerebro.
Gracias a estudios de biología molecular que se iniciaron con moscas, estamos en un momento crucial para el entendimiento de los ritmos circádicos, tanto en la naturaleza como en nuestra especie en particular, aunque las investigaciones apenas empiezan.

Entiendo que éstas han tenido un desarrollo importante en los últimos años, ¿qué esperan lograr?, ¿adónde quieren llegar?
Básicamente, al mejor conocimiento sobre el funcionamiento de los engranes (genes circádicos) del o de los relojes biológicos, porque puede ayudarnos a mejorar numerosos desórdenes que nos afectan. Por ejemplo, las enormes perturbaciones fisiológicas que ocurren como consecuencia de atravesar varios husos horarios en pocas horas (lo que se conoce en inglés como jet-lag); las que se producen como consecuencia de trabajar de noche o las relacionadas con los trastornos psiquiátricos estacionales. Ya se está utilizando terapias con base en administraciones de melatonina o de exposición a la luz; sin embargo, estamos frente a una nueva etapa: la manipulación genética, donde se inicia la era genómica de los relojes biológicos.

¿Cuáles son los antecedentes en la investigación de ritmos circádicos?
Los ritmos circádicos son conocidos desde la antigüedad, pero fue hasta el siglo XVIII cuando comenzaron a analizarlos de manera sistemática. En 1729 el astrónomo parisiense DeMarian descubrió que las hojas de una planta continuaban abriéndose y cerrándose aun si se mantenían en completa oscuridad. Poco después, Linneo (el padre del sistema de nomenclatura biológica) realizó un curioso reloj en el que a cada hora le correspondía la apertura de una flor particular.

Los cimientos de la era moderna en la investigación de los ritmos circádicos fueron establecidos por los doctores Aschoff, Bünning y Pittendrigh, durante los dos primeros tercios del siglo XX. Ellos establecieron una serie de principios que aún están vigentes. Sin embargo, el estudio de las bases anatómicas de dichos ritmos en mamíferos se inició cuando los doctores Moore y Zucker postularon en 1971 que el núcleo supraquiasmático era el asiento del reloj biológico de los mamíferos.
En México, parece ser que los pioneros fueron los doctores Hugo Aréchiga, que estudiaba invertebrados, y Raúl Aguilar Roblero, quien junto con el investigador René Drucker, un especialista en sueño, publicó el primer trabajo sobre un transplante del reloj biológico de un individuo a otro.
 
Y específicamente la investigación que realiza sobre ritmos circádicos en la Universidad Veracruzana, ¿cómo la inició y en quién se apoyó para hacerla?

Mi interés por estudiar ritmos circádicos se inició cuando realizaba el doctorado bajo la dirección del doctor Carlos Beyer, en Tlaxcala, hace aproximadamente 10 años. Mi tesis de doctorado fue sobre neuroendocrinología reproductiva del conejo y, al estudiar la biología de esta especie, me enteré de su extraordinario ritmo circádico de lactancia.

La técnica que utilicé para mi trabajo de tesis (llamada inmunocitoquímica), la aprendí en el laboratorio de la doctora norteamericana Rae Silver, en la Universidad de Columbia, durante una estancia que realicé en Nueva York. De hecho, ella es experta mundial en el campo de los ritmos circádicos y fue mi codirectora de tesis doctoral.

En 1999 empecé a trabajar formalmente en este campo, después de mi regreso de una estancia postdoctoral que realicé en el Oregon National Primate Research Center, en Estados Unidos. Mi primera aproximación fue estudiar cambios neurales antes y después de la succión en los críos del conejo, es decir, antes y después de que la madre los amamanta. Este proyecto fue aprobado por el Conacyt en 2000-2003, y quiero comentar que fue a partir de este apoyo que inicié esta línea de investigación.

Ahora, en el laboratorio hemos tenido asesoría de la doctora Silver porque está muy interesada en los proyectos que desarrollamos, y aunque ella utiliza roedores como sujetos de estudio, reconoce el gran potencial que representa el estudiar este modelo circádico en el conejo.

¿Por qué prefirió trabajar con conejos en lugar de hacerlo con ratas, que es el animal modelo para estos estudios?, ¿qué hace a los conejos tan especiales?
Porque el fenómeno del cual hablamos es extraordinario. La rata amamanta a sus críos constantemente; por lo tanto, permanece siempre cerca de ellos, desplegando una intensa conducta maternal. La conducta de la coneja representa un polo completamente opuesto al de la rata. Durante el embarazo, la coneja elabora cuidadosamente un nido: cava un agujero separado de la madriguera comunal, acarrea paja y otros materiales para hacer el nido y lo culmina arrancándose pelo de su vientre alrededor del día del parto. Una vez que pare, abandona sus críos y regresa después de 24 horas, aproximadamente, sólo para amamantarlos. Esta visita dura de tres a cinco minutos y en tan corto tiempo los críos ingieren hasta un 35 por ciento de su peso corporal en leche. Para nosotros, el equivalente sería consumir aproximadamente 20 kilogramos ¡en una sola comida!
Desde luego, ella tiene un reloj biológico que la hace regresar aproximadamente a la misma hora cada día, pero los críos también tienen un reloj, ya que, a pesar de que la mayor parte del tiempo duermen, “adivinan” cuando va a llegar la madre y muestran mucha actividad alrededor de dos horas antes.

El reloj de los críos no está influido por la luz, ya que viven en oscuridad y tienen los párpados cerrados hasta el día 10 de edad. Esto es, su ritmo es endógeno y se postula que está controlado por el alimento, y no por la luz. Esta característica es lo que despierta enorme interés, ya que estamos frente a un modelo biológico que puede ayudarnos a comprender la naturaleza de este “otro reloj” que hasta el momento no se sabe dónde está.

Este es un sistema de sincronización circádica sumamente extraordinario que no existe en otra especie de mamífero, por eso decidí estudiarlo. Aquí si quiero aclarar que no soy el único; hay otros grupos que están trabajando en fisiología, conducta o ritmos circádicos en conejos, tanto en México con en el extranjero, particularmente en Alemania.

Descríbanos en qué consiste la investigación, no sus objetivos, sino qué es exactamente lo que hacen en el laboratorio con los animales.
Cuando la hembra está embarazada le proporcionamos material para que construya su nido, específicamente es una caja de madera y paja. Todos los días se inspecciona el nido para detectar la presencia de crías. Una vez que esto ocurre, se separan del nido y se colocan en una caja de plexiglás transparente, con material del nido (paja y pelo de la madre) y se mantienen con una lámpara de luz roja para que conserven su temperatura. Todos los días, a las 10 de la mañana, se colocan con su madre para que les permita succionar y se regresan inmediatamente después al nido. Dependiendo de nuestro protocolo particular, les extraemos sangre para medir concentración de determinada hormona o se prefunden para estudiar determinada proteína o péptido en el cerebro.

¿Y cuáles han sido los avances en la investigación?
Bueno, hasta ahora hemos podido determinar cambios en algunas regiones del cerebro, concretamente del hipotálamo, en relación con el momento de la succión. El hipotálamo es una especie de cerebro dentro del cerebro, específicamente se considera un centro visceral del sistema nervioso autónomo. Está involucrado con una amplia variedad de conductas como la ingestión de agua y alimento. Por esta razón fue el primer sitio en el que enfocamos la atención y, efectivamente, encontramos claras diferencias en la expresión de una proteína llamada Fos, que se usa en neurociencias como un marcador de actividad neuronal. Este dato fue sumamente interesante, ya que nos abrió las puertas de futuros planteamientos experimentales, aunque debo decir que la investigación apenas comienza.

¿Avanzará más rápido con el financiamiento que recibió de los Institutos de Salud de los Estados Unidos?
Claro, incluso pensamos hacer un aporte fundamental acerca del desarrollo ontogenético de los ritmos circádicos en esta especie y proporcionar conocimiento nuevo acerca del oscilador por alimento y del oscilador controlado por la luz. Creo que realizaremos un aporte significativo en la literatura sobre dichos temas. Por otro lado, se formará un grupo importante de recursos humanos tanto de licenciatura como de posgrado que esperemos continúe y amplíe esta línea de investigación, incluso en humanos. Además, a través de este proyecto, se aportará una cantidad de equipo muy importante a la UV.  

¿Qué elementos fueron determinantes para que una dependencia norteamericana le haya otorgado un financiamiento como éste para la investigación en México?
Los requisitos fueron muchos y de diversa índole, pero creo que mi formación académica previa, la producción científica, el hecho de haber realizado una estancia posdoctoral en Estados Unidos bajo un proyecto financiado por el NIH y, en general, haber estado activo en investigación en los últimos años fueron determinantes. Y aunque estos fueron sólo requisitos previos, lo más importante fue la propuesta experimental. La búsqueda del oscilador por alimento es muy intensa en varios laboratorios en el mundo y creo que mi proyecto de estudiar este fenómeno en el modelo conejo fue novedoso y coherente.

¿Existen en México otros laboratorios que estén haciendo investigaciones similares?
Claro, en la Facultad de Medicina de la UNAM, la doctora Carolina Escobar está trabajando en un modelo similar sobre el misterioso oscilador por alimento en ratas adultas. Con ella tenemos interacción y en 2005 vamos a iniciar experimentos en colaboración, aprovechando metodologías que ella ha utilizado en su modelo con ratas, para aplicarlas a nuestro modelo y viceversa. Creo que va a ser una etapa muy importante de beneficios para ambos laboratorios, de la que esperamos tener cada vez más frutos científicos.