Junio 2003 , Nueva época No. 66 Xalapa • Veracruz • México
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Trabajar cansa o el retorno a la infancia
Dolores Acosta y del Castillo

 
Creo que Pavese, al menos en México, es uno de esos escritores de los que todos hemos escuchado hablar pero que pocos hemos leído. Quizá se deba en parte a las escasas traducciones al español que de su obra se han hecho. Las únicas editoriales de habla hispana que han traducido parte de su producción literaria son españolas y argentinas.

Mi primer acercamiento a Pavese fue hace varios años. Leí una veintena de poemas de su libro Trabajar cansa*; en aquel momento tuve la impresión de estar ante un hombre tan sensible como solitario, que recurrentemente hablaba de mujeres, de la adolescencia, del campo y de su pasado con inmensa nostalgia por la niñez. Al continuar con la lectura, los temas me siguieron pareciendo los mismos pero pude darme cuenta de que su manera de desarrollarlos no era meramente descriptiva como creí en un principio. Días después, leídos todos los poemas, estaba ante un escritor profundo y tan sensible como racional. Ciertamente, hablaba de personas y de contextos específicos, pero lograba desposeerlos de toda individualización mostrando su esencia y transformándolos en acontecimientos de carácter universal.

Sería muy atrevido de mi parte tratar de responder si el libro de Pavese funciona como un universo narrativo, si es un libro completo por sí mismo, o si únicamente cobra importancia gracias a elementos externos; me siento muy lejos de tener la autoridad para ello. En cambio, el contacto que he tenido con parte de su obra y su biografía, directa o indirectamente, me permiten dar una opinión personal del libro en términos generales.

Creo que Trabajar cansa es una obra poética que abarca diversos aspectos de la vida. A través de figuras como el padre y la madre y de personajes marginales como la prostituta, el presidiario, el borracho o el desempleado, el autor nos muestra su concepción de la existencia y de la naturaleza humana.

Quisiera señalar, sin ahondar en ellos, los temas recurrentes en este su primer libro, a saber: la mujer vinculada con la soledad y la frustración, así como la infancia y la adolescencia relacionadas con el campo y la ciudad. Percibidos todos como hechos únicos, originales, desprovistos de tiempo y espacio, considerados, sobre todo, desde el ámbito mítico.

Otros tópicos constantes en esta primera obra de Pavese y de igual o mayor relevancia que los ya mencionados son el retorno, la soledad, el erotismo, la sexualidad, la tristeza, la amargura, la vejez, el yo interno, incluso el amor:

Mi primo ha hablado esta tarde. Me ha preguntado
si ascendería con él: en las noches serenas
desde la cumbre se avista el reflejo del faro
lejano, de Turín. “Tú que vives en Turín...”
me ha dicho “...pero tienes razón. La vida debe vivirla uno
lejos de su tierra: se saca provecho y se goza
y después, al regreso, como yo a los cuarenta,
todo se encuentra nuevo. Las Langas no se mueven de
sitio”.2

Se acabó el sol radiante y el aroma de tierra
y la calle en libertad, coloreada de gente
que ignoraba la muerte. No se muere en
verano.
si alguien desaparecía, quedaba el joven dios
que vivía por todos e ignoraba la muerte.
sobre él la tristeza era una sombra de nube.
Su paso asombraba a la tierra3.

Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo igno ra.
Mis compañeros duermen todos. La clara jor nada
se me revela más limpia que los rostros aletar gados4.

Las alusiones a la mujer son tan reiterativas que pudieran parecer obsesivas. La mayoría de los poemas de Trabajar cansa hace, de alguna u otra forma, alusión a ella. ¿Son sólo los sentimientos del poeta volcados en su obra o se trata ya de un intento por mostrar el carácter de unicidad de tales acontecimientos?

Uno se levanta por la mañana y se detiene a mirar los
periódicos
en los quioscos, iluminados por rostros de mujer
coloreados:
pierde el tiempo al contrastarlas con las mujeres que pasan,
porque todas ellas tienen ojeras de cansancio. Aparecen de
golpe. (5)

También eran hermosas las mujeres con su ánfo ra en la
cabeza,
olivácea, forjada según la forma de sus caderas,
muellemente: todos pensaban en mujeres,
en cómo hablan, ríen, caminan por la calle.
Todos reíamos. Llovía sobre el mar. (6)

El escritor italiano muestra una figura femenina con infinidad de facetas: madre, hija, puta, amante, esposa. Además la relaciona con múltiples sentimientos, entre ellos el amor, el deseo, la soledad, el miedo, el placer o el dolor.

(...) Por la noche, reencuentra
a sus hermanos, que retornan descalzos de algu na faena,
y a la madre bronceada, y hablan de tierras
y se sienta en silencio. Pero todavía se acuerda
de que ella, de niña, regresaba también con su hatillo de
hierba:
se trataba, entonces, de juegos. Y su madre que suda
arrancando la hierba, porque ya lleva treinta años
arrancándola cada tarde, podría perfectamente
quedarse alguna vez en casa. Nadie se lo pide.(7)

Deola pasa la mañana sentada en el café
y nadie la mira. A esa hora, en la ciudad, todos corren
bajo el sol aún fresco del alba. Tampoco Deola
busca a nadie, sino que fuma con calma y respira la
mañana.
Cuando trabajaba en el lupanar, en estas horas estaba
durmiendo (...). (8)

También habla de la relación entre ésta y el hombre, así como de los sentimientos o emociones que dicha relación puede generar, como engaño, rechazo, inseguridad y frustración, aunque también sensualidad y, a veces, amor o felicidad.

Pero también Nella fue una extraña para mí y un cadete de
aviación
la vio un día y le puso las manos encima.
Murió aquel villano –aquel pobre joven
capotó en el cielo; no soy yo el villano.
Mi Nella cuida un niño – no sé si es hijo mío–
y se consagra a la casa y yo soy un extraño
que no sabe contentarla y no me atrevo a decir nada
y tampoco Nella habla, solamente me mira. (9)

Al saltar a la orilla cubierta de grava, me ha hecho sentir,
con la fragilidad de sus dedos, el perfume
de su cuerpo escondido. Otras veces el perfume
emanaba del agua secada sobre la embarcación y el sudor
bajo el sol. (10)

La infancia es otra de las constantes en Trabajar cansa. Su vínculo más estrecho es con el campo y con su yo interno. Podríamos decir que esta etapa es, en gran medida, su humus literario. El libro incluye poemas realizados a lo largo de 10 años, es decir, aquellos que Pavese escribió de los 23 a los 32 años (1931-1940), con lo cual la adolescencia también forma parte fundamental en su universo poético.
Quizá sus frustraciones amorosas, sus años de encarcelamiento o su visión trágica de la vida hicieron que recurriera siempre a su niñez y adolescencia, a fin de recuperar no sólo sensaciones, emociones, ideas o creencias, sino sobre todo significados e imágenes.

Lejos están las mañanas de mis veinte años.
Y mañana, veintiuno: mañana saldré a la calle,
me acuerdo de todas sus piedras y de las franjas de cielo.
Desde mañana la gente me verá nuevamente
caminando erguida y podré irme parando
y verme reflejada en los escaparates. En las maña nas de
antaño, (…). (11)

En ese afán de redescubrir y reelaborar imágenes literarias, habla de la infancia como la época más importante, ya que es la que se ve más enriquecida por los pensamientos sucesivos.

El muchacho que no tarda en llegar, no encaja ya más zurras.
El muchacho empieza a ser joven y descubre
algo más cada día y no habla con nadie.
Nada hay en la calle que no pueda advertirse
desde esta ventana. Pero el muchacho deambula
por las calles todo el día. Aun no busca mucha chas
y ya no juega en el suelo. Siempre regresa.

Son, al parecer, su nostalgia por el pasado (donde encontrará el germen de todo suceso) y sus deseos insatisfechos por lograr una relación amorosa lo que agudiza su sentimiento de soledad, otro elemento habitual en el libro. Pero, ¿son, en realidad, la nostalgia por la infancia y el fracaso amoroso y erótico los motivos de su soledad? ¿Acaso ésta se debe más a una especie de vacío existencial y a una búsqueda de identidad y de absolutos? La soledad de Pavese lo invadía todo; no se trataba únicamente de una soledad física o emocional, sino, peor aún, de una soledad perceptiva e intelectual.

(...) Y cuando todo gotea
bajo el alba, las sillas se miran solas.
A veces, a la orilla del agua, un olor
como de uva, de mujer, se remansa en la hierba
y la luna fluye en silencio. Alguien comparece,
pero, incorpóreo, atraviesa la vegetación y se la menta
con el gemido ronco de quien no tiene voz
y se tiende en la hierba y no encuentra la tierra:
únicamente tiemblan sus aletas nasales. Al alba, hace frío
y el abrazo de un cuerpo nos daría la vida.
Más difusa que el amarillo lunar, que se aterra
de filtrarse en los bosques, es ese ansia inagotable
de contactos y de sabores que macera a los muer tos.
Bajo el suelo, otras veces, les atormenta la lluvia. (12)

Hiere la mañana. Sobre esta playa húmeda
se arrastra el sol, agarrándose a redes y piedras.
El hombre se expone al turbio sol y camina
a lo largo del mar. No mira las húmedas espumas
que recorren la orilla y no tienen ya reposo

A esa hora todavía dormitan los niños
en la tibieza del lecho. A esa hora en su lecho,
dormita una mujer, que haría el amor
de no estar sola.. Sin prisas, el hombre se desviste,
desnudo como la lejana mujer, y baja hasta el mar.
(...) El hombre, cansado de esperar,
eleva su mirada hacia las estrellas, que nada oyen. (13)

El ruido de los guijarros resuena a lo lejos
sobre el empedrado velado por el sol. No hay muchachos
por las calles. El muchacho está totalmente solo
y se percata de que todos son hombres y mujeres
que no advierten lo que él ve y pasan veloces. (14)

Es quizá esta sensación de soledad lo que empujó a Pavese a refugiarse cada vez más en la idea del mito. La repetición y el retorno eran parte medular de su obra, la idea del mito estaba allí. Cada vez que hurgaba en su pasado, no sólo reconstruía el hecho, el objeto o el sujeto, sino que lo recreaba, lo reelaboraba, porque no pretendía hablar de su vida y de su condición de hombre solo, él deseaba hablar de la vida, de la condición humana o de la soledad, en suma, de algo más trascendental.
Esta pudiera ser la razón por la que da a los acontecimientos un carácter de suceso único, representativo de la multiplicidad. En este sentido es posible ver momentos de encuentro con el punto de vista de Mircea Eliade, quien en El mito del eterno retorno hace hincapié en el sentido y la importancia de la repetición: “(...) Sólo ella confiere una realidad a los acontecimientos. Los acontecimientos se repiten porque imitan un arquetipo: el Acontecimiento ejemplar”. (15)

Descubrí que, antes de nacer, viví siempre
en hombres firmes, dueños de sí mismos,
y ninguno sabía qué contestar y todos estaban tan
tranquilos. (16)

Pavese estaba convencido de que el regreso es la búsqueda del algo. Tal vez por eso la repetición y el retorno aparecen ya en Trabajar cansa, pues desde su primera obra externa gran interés por indagar sobre su propia identidad, por explorarse a sí mismo, no sólo recordar, sino volver a sus orígenes y redescubrirlos y reutilizarlos, como él decía. Es posible que con ese continuo volver a la infancia y a la mujer, tratara de otorgarles el carácter de Acontecimiento ejemplar del que hablaba Eliade, pues para Pavese el mito era aquello de nombre común y universal: el prado, la selva, la playa, la casa. Pero también la mujer, la infancia o la soledad.
Mircea Eliade dirá: “Todo sacrificio repite el sacrificio inicial y coincide con él. Todos los sacrificios se cumplen en el mismo instante mítico del comienzo(...)” (17)
Es precisamente a través del mito que el hecho cobra importancia. Pavese lo sabía, y por eso el retorno a esos acontecimientos, logrado sólo a través de la creación poética, le permitía –como diría Eliade– entrar en esos intervalos esenciales en los cuales el hombre es verdaderamente él mismo en el momento de los rituales o de los actos importantes, pues el resto de su vida está desprovisto de significación.

Notas
(*) Pavese, Cesare, Trabajar cansa en Poesías Completas, Visor, Col. Visor de Poesía, Madrid, 1995. Título original Laborare Stanca, trad. de Carles José i Solsora, edición de Italo Calvino.
(1) Tomado del Oficio de vivir, p.80
(2) “Los mares del sur”, op.cit., p. 9.
(3) “Mito”, op. cit., p. 142.
(4) “Soledad”, op.cit., p.122.
(5) “Ocio”, op.cit., p. 31.
(6) “Palabras del preso político”, op.cit., p. 137.
(7) “Gente que no comprende”, op.cit., pp. 65-66.
(8) “Pensamientos de Denla”, op.cit., p. 33.
(9) “El vino triste”, op.cit., p. 20.
(10) “Traición”, op.cit., p. 24.
(11) “Agonía”, op.cit., p. 70.
(12) “La cena triste”, op. cit, p. 101.
(13) “Paternidad”, op. cit, p. 146.
(14) “Civilización antigua”, op.cit., p. 123
(15) Eliade, Mircea, El mito del eterno retorno, Alianza/Emecé, Madrid, 1979, p. 86.
(16) “Antepasados”, Trabajar cansa, p. 21.
(17) Eliade, M., op.cit., p. 40.

Bibliografía
Pavese, Cesare, Trabajar cansa en Poesías completas, Visor, Col. Visor de Poesía núm. 337, Madrid, 1995.
Mircea, Eliade, El mito del eterno retorno, Alianza/Emecé, Madrid, 1979.
Moravia, Alberto, “Pavese decadente” en El hombre como fin y otros ensayos, Plaza Janés, Barcelona, 1970.
Nietzsche, Federico, «El eterno retorno» en Obras Completas, Tomo V. Aguilar, Madrid, 1932.
Núñez, Rafael, La poesía, Síntesis, Madrid, 1992.
De la Rosa, Julio M., Cesare Pavese, Espasa, Madrid, 1973.
Sontag, Susan, “El artista sufridor ejemplar” en Contra la interpretación, Alfaguara, Madrid, 1996.