Noviembre-Diciembre 2002, Nueva época No. 59-60 Xalapa • Veracruz • México
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México avanza en la investigación sobre biodiversidad
Procurar el equilibrio ecológico,
gran reto del siglo XXI: Sarukhán

Germán Martínez Aceves

Biodiversidad, ecología y desarrollo sutentable son algunos temas desarrollados en la siguiente conversación por uno de los científicos más destacados en nuestro país, José Sarukhán Khermez, quien además da cuenta de los orígenes de su carrera profesional y del camino que ha recorrido como biólogo, botánico y ecólogo.
El cuidado de la ecología es un tema sumamente delicado que requiere no sólo la atención de los estudiosos en la materia, sino también el trabajo conjunto de los diferentes actores que integran la sociedad. Los problemas ambientales afectan a todos por igual y deben ser atacados desde todos los frentes.
Para procurar la conservación del medio ambiente y de los seres que habitan en él y para resarcir los conflictos que provocan la contaminación, la sobrepoblación y el uso indiscriminado de los recursos naturales, es necesario conocer las riquezas con las que el hombre y el planeta aún cuentan, hacer conciencia colectiva sobre el deterioro ecológico y cambiar la educación en materia ambiental.
Las universidades cumplen un papel fundamental en este aspecto, pues generan y manejan una gran cantidad de información, surgida principalmente de las diversas investigaciones que realizan. Si se logra unir este esfuerzo con el trabajo de las instancias gubernamentales, de las asociaciones civiles y de los ciudadanos en general, el panorama para enfrentar este reto resulta esperanzador.
Así lo considera el investigador José Sarukhán Khermez, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y quien fuera distinguido con la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana en la pasada Feria Internacional del Libro Universitario 2002. En la siguiente entrevista no sólo analiza la situación que enfrenta el mundo por el deterioro ambiental, sino también aporta algunas propuestas de solución. Por otro lado, hace un recuento de su trayectoria académica y da sus opiniones sobre las iniciativas recientes que se han aplicado en el ámbito mundial para cuidar los recursos y alcanzar un desarrollo sustentable.

¿En qué momento descubrió que su formación y profesión se desarrollarían en el campo de la biología?
En la secundaria se me despertó el gusto por la biología gracias a un maestro espléndido que tuve, Antonio Carrillo, quien impartía unas clases verdaderamente fascinantes. Además de ser buen profesor, Carrillo era un artista, pues hacía dibujos espléndidos para explicar mejor los temas que desarrollaba, incluso daba pena cuando los borraba. Quizá ello y su calidad académica sembraron en mí una semilla de interés por la biología.
En el bachillerato estudié Química, que era lo que más se acercaba a los temas biológicos, pero no me gustó porque me pareció muy estática. Yo quería estudiar neurobiología y la única manera de acercarme a esa ciencia era a través de la medicina o de la biología. Me interesaba entender ese fenómeno complejísimo de la emisión y recepción de señales al cerebro; me parecía y me sigue pareciendo un campo fascinante. Pero como la medicina no me gustaba, decidí entrar a la carrera de Biología en la unam.
Posteriormente supe que no ofrecían cursos sobre neurobiología; no obstante, en ese momento se abrió el área de ecología y tuve la suerte de tener cerca a dos grandes maestros que me aproximaron más a esta rama: Porfirio Miranda y Arturo Gómez-Pompa, quien ya se había recibido y trabajaba con el barbasco, donde se obtenían la cortisona y testosterona. Además, en ese tiempo existía la Comisión de la Dioscórea, que hacía estudios sobre ecología, y ahí tuve la oportunidad de hacer la tesis en ese campo; es más, me pagaban 200 pesotes por trabajar en este asunto y me
atrajo mucho.

¿Era un campo poco explotado?
Así es. De hecho, la labor que la comisión realizó en aquellos años fue de lo poco que se hizo en México en el terreno de la ecología. Además, el mérito más importante de este organismo fue haber iniciado la formación de un núcleo de personas interesadas y dedicadas a la ecología tropical, en el cual se gestó una buena parte de los estudios ecológicos que se desarrollaron en nuestro país.

Sin embargo, usted se especializó en la Universidad de Gales…
Durante el tiempo que trabajé en México me interesé en los sistemas de ecología gracias al apoyo de una persona fundamental y quizá la más importante en mi vida profesional, el maestro Efrén Hernández Xolocoltzin, quien fue mi tutor en la maestría y una persona de la que aprendí más acerca de botánica, pero sobre todo acerca del ser humano y su espíritu. Él me ayudó a escoger dónde hacer el doctorado.
En ese momento había un grupo, quizá el más importante en el mundo, que encabezaba el profesor John Harped y estaba ubicado en Gales. Por su trascendencia, contactamos al director, y éste se interesó en tener una entrevista conmigo. Para entonces había publicado un par de textos y estaba por salir un libro. Fue así como me introduje en el estudio de poblaciones de plantas a través de la demografía, hecho que me permitió poner los primeros peldaños para desarrollarme en un área muy grande de la ecología.
Allá trabajé con malezas de praderas en el norte de Gales y fueron cuatro años espléndidos, no sólo en el aspecto académico, sino también en el personal, pues a esas alturas contaba ya con una familia con la que disfruté mi estancia de cuatro años en ese país. Al regresar, continué por esa línea de investigación que me acercó mucho a Veracruz, más de lo que estaba antes, ya que empecé a trabajar en la estación de Los Tuxtlas y en otra estación que tiene la unam en la costa del Pacífico.

¿La estación de Los Tuxtlas ya era de la unam?
Sí, estoy hablando de 1973 ó 1974. La estación fue adquirida por la unam, en 1962, gracias a una situación totalmente coyuntural: Uno de mis compañeros de generación, Mario Souza, le hizo saber a su padre, quien era jefe del Departamento Agrario, que existían unos terrenos en la zona de Montepío prácticamente sin dueño, pues habían sido otorgados a militares de la Revolución que ya estaban muy grandes o habían muerto, y cuyos familiares también los habían abandonado por la lejanía (la única forma de llegar era por barco a la costa y de ahí subir a la zona). Mario se lo informó a su padre y éste a la gente de la unam. En adelante, la maestra Elia Bravo, quien murió hace poco, y Arturo Gómez Pompa hicieron el seguimiento con ayuda de Mario Souza. Poco después la unam adquirió aproximadamente 200 hectáreas en esa zona de Los Tuxtlas.
En la etapa en que fui director del Instituto de Biología se desarrollaron las instalaciones para la educación, pues cuando fui por primera vez a la estación sólo había una pequeña palapa en la entrada; la gente vivía en un pueblito de San Andrés Tuxtla, y de ahí iban todos los días a la estación. Luego se construyó un pequeño edificio que fue la oficina y una estancia. Cuando asumí la dirección del instituto se construyeron los edificios que hay en la actualidad.

El área en que empezó a trabajar, el de la demografía de plantas, debe significar un extenso y minucioso trabajo. ¿Qué nos puede decir al respecto?
El estudio de demografía de plantas es básicamente igual que la evaluación de las poblaciones humanas: el objetivo es saber de dónde surgen y cuántas hay. Lo que se hace es levantar censos en alguna zona y ver cuántos de los organismos que estaban permanecen año tras año, cuántos nacen, cuántos se reproducen, cuántos se mueren… Es en sí un estudio demográfico que se centra en la dinámica y evolución que tienen las poblaciones.
En mi tesis doctoral mostré por qué había un gran dinamismo en la población de plantas, pues pareciera que éstas, a diferencia de los animales, cuyo movimiento es evidente porque no son estáticos, son las mismas y duran indefinidamente, pero no es así; hay un recambio a veces intensísimo en dichas especies. Lo que hice fue un estudio cuyo proceso consistió en seguir una planta para ver qué pasaba con los frutos, si se los llevaban los depredadores, cuántos se morían, cuántos permanecían. Es como hacer la historia de una colonia o de una ciudad, individuo por individuo.
Parece una ardua y minuciosa investigación…
Bueno, sí, es laboriosa, pero al final uno adquiere un amplio y fascinante conocimiento sobre los diversos controles naturales que regulan el tamaño de las poblaciones para que éstas no crezcan indefinidamente, pero que tampoco desaparezcan.

Hablar de la demografía de las plantas es hablar de la biodiversidad. ¿Qué opinión tiene sobre los estudios que en nuestro país se realizan en dicha materia?
México es un territorio privilegiado por la diversidad biológica que tiene. Incluso es sabido que está en la lista de los cuatro o cinco países más ricos del mundo en número de especies animales y vegetales. Además, nuestro país es un ejemplo en el ámbito internacional por la forma como ha integrado el conocimiento de la diversidad biológica con organismos como la Comisión Nacional de la Biodiversidad (Conabio), cuya labor es realmente paradigmática, y uso esa palabra porque es un modelo de organización del trabajo y desarrollo de las herramientas en bioinformática. Esto le permite a la comisión manejar ese mundo gigantesco de información y ponerla al servicio del país entero y del resto del mundo.
Simplemente, en su página web se reciben 22 000 visitas cada día, tanto nacionales como extranjeras.
Los datos que ahí se compilan pueden ser utilizados para desarrollar políticas nacionales sobre conservación y manejo de recursos naturales. Creo que ésta es un área de la que deberíamos sentirnos orgullosos, pues implica trabajo, capacidad y utilidad. Ojalá que los estados de la república pudieran echar a andar un organismo similar a la Conabio, pero con una visión estatal; de hecho, Michoacán, Guanajuato y Nuevo León ya lo están haciendo. Con las instituciones académicas que existen en Veracruz, esta entidad podría desarrollar una estructura de ese tipo, coordinada con la Conabio, para procurar el equilibrio ecológico en el estado.

Ya que habla acerca de las satisfacciones que despiertan los estudios sobre biodiversidad,¿cuál es la utilidad que éstos aportan para proteger nuestras áreas naturales?
En principio, uno no puede medir las cosas si no las conoce, es decir, si usted no tiene idea de la fortuna que posee, tampoco sabe cuánto está perdiendo. Pasa lo mismo con la ecología. Conocer más la riquísima biodiversidad del país nos ha ayudado a entender qué problemas tenemos, qué estamos perdiendo, dónde se ubican los conflictos más severos y, con ello, saber qué mecanismos podemos impulsar para detener la devastación de la biodiversidad en el país, la cual
–créame– es muy severa. Un claro ejemplo es la desaparición de ecosistemas completos en los bosques. En suma, la información que tenemos es útil para reducir el impacto negativo en la ecología y para saber dónde y cómo conservar las áreas de mayor importancia.

Los grupos e investigadores ecologistas utilizan el concepto “desarrollo sustentable”, ¿la biodiversidad también se plantea como parte de dicho desarrollo?
Claro, porque en el concepto de sustentabilidad tiene que estar integrada la idea de que si no podemos mantener los ecosistemas naturales, que son la base de la vida en la Tierra, no hay manera de entender el desarrollo sustentable. Sin duda alguna, el conocimiento de la biodiversidad, de cómo funciona y opera, es un asunto que no se nos puede escapar para realmente entender y dirigirnos hacia un desarrollo sustentable.

Para acercarnos a tal conocimiento se requiere de una ardua labor de investigación que se gesta en el seno de grupos, organismos e instituciones. ¿Cuál es su evaluación acerca del trabajo que realizan las universidades en el campo del que hemos hablado?
Cuando diseñamos la Conabio, a algunos investigadores –como el doctor Guillermo Soberón, quien es ahora el secretario ejecutivo de este organismo– y a mí nos quedó muy claro que la base fundamental del desarrollo tenía que ser la participación de las instituciones de educación pública, ya que en ellas se estaban realizando las investigaciones pertinentes sobre biología, ecología, biodiversidad y otras ciencias. Por ello, desde un principio las universidades han sido actores muy importantes para la construcción de lo que es ahora la base de información sobre biodiversidad de México, por lo que estas instituciones deben participar en las fases subsecuentes.
Las universidades casi son co creadoras de la base de la bioinformática en el país, lo cual es fundamental. Pero considero que además de ser generadoras de información, deben empezar a trabajar con los componentes del desarrollo sustentable que tienen que ver con el funcionamiento de los ecosistemas, al tiempo que deben facilitar la interacción con los recursos naturales y la sociedad, relación que resulta complicada pero necesaria. Para realizar esta labor necesitamos sociólogos, economistas, psicólogos sociales, filósofos… en fin, profesionistas de diversas disciplinas que deben involucrarse en una problemática que incumbe a todos, no sólo a los especialistas en ciencias naturales.
Ya que éste es un conflicto social y económico, debemos trabajar de manera conjunta y crear grupos interdisciplinarios dentro de las universidades, pues éstas tienen capacidad para hacerlo. De otra manera, ¿quién lo haría? Es cierto que hay grupos civiles que trabajan para resarcir el problema –y obviamente son actores importantes en este proceso, porque los problemas ambientales globales son el resultado de la actividad de cada uno de los 6 000 millones de gentes que habitan el planeta; por lo tanto, cada uno debe participar con acciones, ideas y soluciones–, pero, insisto, las universidades tienen mayor potencial y más recursos para combatir el deterioro ambiental y procurar un desarrollo sostenible.

Se piensa que la biología es sólo tarea de biólogos, pero en esta ciencia están involucrados otros actores. ¿Qué paso hay que dar para integrar el quehacer de los diversos profesionistas?
Yo no diría que la biología es sólo de biólogos. La biología es una ciencia sintética e incluye aspectos que desde luego son más de los biólogos, pero también contiene otros relacionados con diferentes ámbitos, como el ecológico, el social, el económico y el cultural, por lo que también incumbe a otros profesionistas.
Lo importante es tener la capacidad y sensibilidad para buscar las soluciones a problemas que son fundamentalmente sociales. Por eso requerimos de la participación de colegas de otras disciplinas para trabajar juntos y formar equipos multidisciplinarios. Estas acciones se pueden emprender dentro de las universidades, sólo que si éstas no están acostumbradas a realizar estudios conjuntos e interdisciplinarios, no lo harán. En suma, tendríamos que impulsar y efectuar un gran cambio en la educación superior, para adaptarla a situaciones más flexibles y mucho más sensibles a este nuevo tipo de investigación.
Sobre desarrollo sustentable, ¿qué proyectos está
realizando?
Quiero poner en marcha una serie de iniciativas para conformar un esfuerzo nacional encaminado a impulsar el desarrollo sustentable. Dichas iniciativas forman parte de un proyecto independiente, cuyo objetivo es ofrecer información que guíe las acciones pertinentes para alcanzar el desarrollo sustentable del país (creo que eso lo tiene que hacer un grupo independiente, y no de gobierno). Incluso, he estado metido en algunos círculos internacionales relacionados con esta área, con los que pretendo constituir algo que, a través de los años, ayude al país a reflexionar de manera más profunda sobre el desarrollo sustentable.

Parece que es uno de los grandes retos del siglo xxi…
Es el gran reto, mucho más serio, más importante, más severo que otros problemas como el terrorismo internacional, ya que el desequilibrio ecológico afecta a toda la humanidad; incluso puede desencadenar un conflicto bélico
mundial.

Se acaba de realizar la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo. ¿Eso significa un paso para crear conciencia y asumir el gran reto de la centuria actual?
Es un paso pero no tan importante como muchos hubieran querido. No obstante, no debemos desanimarnos ni soslayar los esfuerzos multilaterales, porque tampoco me gustaría avalar la unilateralidad con la que Estados Unidos encara problemas que según ellos son los importantes. En Johannesburgo no se avanzó tanto como se quería, pero hay que comprometer a los países a que motiven a la sociedad a trabajar y a sumar esfuerzos para cambiar el estado actual del mundo; si no lo hacemos pronto, los costos económicos, políticos y sociales serán considerablemente mayores e indescriptibles. Sin duda, ése es para mí el problema más serio en los foros internacionales.

¿Cree que en los últimos años se haya creado conciencia ecológica y que ahora nos toca crear mecanismos para cuidar nuestro medio ambiente?
Creo que sí. Actualmente, los niños y los jóvenes tienen más conciencia que nosotros en su momento. Ahora hay que encontrar la manera de que eso se capitalice, se convierta en acciones y trascienda. La realidad aniquila, por eso hay que propiciar que esa mayor sensibilidad realmente impacte y cambie los modos de vida negativos. Finalmente de lo que hablamos es de un problema de comportamiento humano que hay que modularlo y modificarlo, pero con una ética distinta, no la que habla del bien y el mal, sino con una moral que involucre la conciencia. Si la sociedad no está convencida, esto será muy difícil.