El
cuidado de la ecología es un tema sumamente delicado que requiere
no sólo la atención de los estudiosos en la materia,
sino también el trabajo conjunto de los diferentes actores
que integran la sociedad. Los problemas ambientales afectan a todos
por igual y deben ser atacados desde todos los frentes.
Para procurar la conservación del medio ambiente y de los seres
que habitan en él y para resarcir los conflictos que provocan
la contaminación, la sobrepoblación y el uso indiscriminado
de los recursos naturales, es necesario conocer las riquezas con las
que el hombre y el planeta aún cuentan, hacer conciencia colectiva
sobre el deterioro ecológico y cambiar la educación
en materia ambiental.
Las universidades cumplen un papel fundamental en este aspecto, pues
generan y manejan una gran cantidad de información, surgida
principalmente de las diversas investigaciones que realizan. Si se
logra unir este esfuerzo con el trabajo de las instancias gubernamentales,
de las asociaciones civiles y de los ciudadanos en general, el panorama
para enfrentar este reto resulta esperanzador.
Así lo considera el investigador José Sarukhán
Khermez, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México
y quien fuera distinguido con la Medalla al Mérito Universidad
Veracruzana en la pasada Feria Internacional del Libro Universitario
2002. En la siguiente entrevista no sólo analiza la situación
que enfrenta el mundo por el deterioro ambiental, sino también
aporta algunas propuestas de solución. Por otro lado, hace
un recuento de su trayectoria académica y da sus opiniones
sobre las iniciativas recientes que se han aplicado en el ámbito
mundial para cuidar los recursos y alcanzar un desarrollo sustentable.
¿En
qué momento descubrió que su formación y profesión
se desarrollarían en el campo de la biología?
En la secundaria se me despertó el gusto por la biología
gracias a un maestro espléndido que tuve, Antonio Carrillo,
quien impartía unas clases verdaderamente fascinantes. Además
de ser buen profesor, Carrillo era un artista, pues hacía
dibujos espléndidos para explicar mejor los temas que desarrollaba,
incluso daba pena cuando los borraba. Quizá ello y su calidad
académica sembraron en mí una semilla de interés
por la biología.
En el bachillerato estudié Química, que era lo que
más se acercaba a los temas biológicos, pero no me
gustó porque me pareció muy estática. Yo quería
estudiar neurobiología y la única manera de acercarme
a esa ciencia era a través de la medicina o de la biología.
Me interesaba entender ese fenómeno complejísimo de
la emisión y recepción de señales al cerebro;
me parecía y me sigue pareciendo un campo fascinante. Pero
como la medicina no me gustaba, decidí entrar a la carrera
de Biología en la unam.
Posteriormente supe que no ofrecían cursos sobre neurobiología;
no obstante, en ese momento se abrió el área de ecología
y tuve la suerte de tener cerca a dos grandes maestros que me aproximaron
más a esta rama: Porfirio Miranda y Arturo Gómez-Pompa,
quien ya se había recibido y trabajaba con el barbasco, donde
se obtenían la cortisona y testosterona. Además, en
ese tiempo existía la Comisión de la Dioscórea,
que hacía estudios sobre ecología, y ahí tuve
la oportunidad de hacer la tesis en ese campo; es más, me
pagaban 200 pesotes por trabajar en este asunto y me
atrajo mucho.
¿Era
un campo poco explotado?
Así es. De hecho, la labor que la comisión realizó
en aquellos años fue de lo poco que se hizo en México
en el terreno de la ecología. Además, el mérito
más importante de este organismo fue haber iniciado la formación
de un núcleo de personas interesadas y dedicadas a la ecología
tropical, en el cual se gestó una buena parte de los estudios
ecológicos que se desarrollaron en nuestro país.
Sin
embargo, usted se especializó en la Universidad de Gales
Durante el tiempo que trabajé en México me interesé
en los sistemas de ecología gracias al apoyo de una persona
fundamental y quizá la más importante en mi vida profesional,
el maestro Efrén Hernández Xolocoltzin, quien fue
mi tutor en la maestría y una persona de la que aprendí
más acerca de botánica, pero sobre todo acerca del
ser humano y su espíritu. Él me ayudó a escoger
dónde hacer el doctorado.
En ese momento había un grupo, quizá el más
importante en el mundo, que encabezaba el profesor John Harped y
estaba ubicado en Gales. Por su trascendencia, contactamos al director,
y éste se interesó en tener una entrevista conmigo.
Para entonces había publicado un par de textos y estaba por
salir un libro. Fue así como me introduje en el estudio de
poblaciones de plantas a través de la demografía,
hecho que me permitió poner los primeros peldaños
para desarrollarme en un área muy grande de la ecología.
Allá trabajé con malezas de praderas en el norte de
Gales y fueron cuatro años espléndidos, no sólo
en el aspecto académico, sino también en el personal,
pues a esas alturas contaba ya con una familia con la que disfruté
mi estancia de cuatro años en ese país. Al regresar,
continué por esa línea de investigación que
me acercó mucho a Veracruz, más de lo que estaba antes,
ya que empecé a trabajar en la estación de Los Tuxtlas
y en otra estación que tiene la unam en la costa del Pacífico.
¿La
estación de Los Tuxtlas ya era de la unam?
Sí, estoy hablando de 1973 ó 1974. La estación
fue adquirida por la unam, en 1962, gracias a una situación
totalmente coyuntural: Uno de mis compañeros de generación,
Mario Souza, le hizo saber a su padre, quien era jefe del Departamento
Agrario, que existían unos terrenos en la zona de Montepío
prácticamente sin dueño, pues habían sido otorgados
a militares de la Revolución que ya estaban muy grandes o
habían muerto, y cuyos familiares también los habían
abandonado por la lejanía (la única forma de llegar
era por barco a la costa y de ahí subir a la zona). Mario
se lo informó a su padre y éste a la gente de la unam.
En adelante, la maestra Elia Bravo, quien murió hace poco,
y Arturo Gómez Pompa hicieron el seguimiento con ayuda de
Mario Souza. Poco después la unam adquirió aproximadamente
200 hectáreas en esa zona de Los Tuxtlas.
En la etapa en que fui director del Instituto de Biología
se desarrollaron las instalaciones para la educación, pues
cuando fui por primera vez a la estación sólo había
una pequeña palapa en la entrada; la gente vivía en
un pueblito de San Andrés Tuxtla, y de ahí iban todos
los días a la estación. Luego se construyó
un pequeño edificio que fue la oficina y una estancia. Cuando
asumí la dirección del instituto se construyeron los
edificios que hay en la actualidad.
El
área en que empezó a trabajar, el de la demografía
de plantas, debe significar un extenso y minucioso trabajo. ¿Qué
nos puede decir al respecto?
El estudio de demografía de plantas es básicamente
igual que la evaluación de las poblaciones humanas: el objetivo
es saber de dónde surgen y cuántas hay. Lo que se
hace es levantar censos en alguna zona y ver cuántos de los
organismos que estaban permanecen año tras año, cuántos
nacen, cuántos se reproducen, cuántos se mueren
Es en sí un estudio demográfico que se centra en la
dinámica y evolución que tienen las poblaciones.
En mi tesis doctoral mostré por qué había un
gran dinamismo en la población de plantas, pues pareciera
que éstas, a diferencia de los animales, cuyo movimiento
es evidente porque no son estáticos, son las mismas y duran
indefinidamente, pero no es así; hay un recambio a veces
intensísimo en dichas especies. Lo que hice fue un estudio
cuyo proceso consistió en seguir una planta para ver qué
pasaba con los frutos, si se los llevaban los depredadores, cuántos
se morían, cuántos permanecían. Es como hacer
la historia de una colonia o de una ciudad, individuo por individuo.
Parece una ardua y minuciosa investigación
Bueno, sí, es laboriosa, pero al final uno adquiere un amplio
y fascinante conocimiento sobre los diversos controles naturales
que regulan el tamaño de las poblaciones para que éstas
no crezcan indefinidamente, pero que tampoco desaparezcan.
Hablar
de la demografía de las plantas es hablar de la biodiversidad.
¿Qué opinión tiene sobre los estudios que en
nuestro país se realizan en dicha materia?
México es un territorio privilegiado por la diversidad biológica
que tiene. Incluso es sabido que está en la lista de los
cuatro o cinco países más ricos del mundo en número
de especies animales y vegetales. Además, nuestro país
es un ejemplo en el ámbito internacional por la forma como
ha integrado el conocimiento de la diversidad biológica con
organismos como la Comisión Nacional de la Biodiversidad
(Conabio), cuya labor es realmente paradigmática, y uso esa
palabra porque es un modelo de organización del trabajo y
desarrollo de las herramientas en bioinformática. Esto le
permite a la comisión manejar ese mundo gigantesco de información
y ponerla al servicio del país entero y del resto del mundo.
Simplemente, en su página web se reciben 22 000 visitas cada
día, tanto nacionales como extranjeras.
Los datos que ahí se compilan pueden ser utilizados para
desarrollar políticas nacionales sobre conservación
y manejo de recursos naturales. Creo que ésta es un área
de la que deberíamos sentirnos orgullosos, pues implica trabajo,
capacidad y utilidad. Ojalá que los estados de la república
pudieran echar a andar un organismo similar a la Conabio, pero con
una visión estatal; de hecho, Michoacán, Guanajuato
y Nuevo León ya lo están haciendo. Con las instituciones
académicas que existen en Veracruz, esta entidad podría
desarrollar una estructura de ese tipo, coordinada con la Conabio,
para procurar el equilibrio ecológico en el estado.
Ya
que habla acerca de las satisfacciones que despiertan los estudios
sobre biodiversidad,¿cuál es la utilidad que éstos
aportan para proteger nuestras áreas naturales?
En principio, uno no puede medir las cosas si no las conoce, es
decir, si usted no tiene idea de la fortuna que posee, tampoco sabe
cuánto está perdiendo. Pasa lo mismo con la ecología.
Conocer más la riquísima biodiversidad del país
nos ha ayudado a entender qué problemas tenemos, qué
estamos perdiendo, dónde se ubican los conflictos más
severos y, con ello, saber qué mecanismos podemos impulsar
para detener la devastación de la biodiversidad en el país,
la cual
créame es muy severa. Un claro ejemplo es la
desaparición de ecosistemas completos en los bosques. En
suma, la información que tenemos es útil para reducir
el impacto negativo en la ecología y para saber dónde
y cómo conservar las áreas de mayor importancia.
Los
grupos e investigadores ecologistas utilizan el concepto desarrollo
sustentable, ¿la biodiversidad también se plantea
como parte de dicho desarrollo?
Claro, porque en el concepto de sustentabilidad tiene que estar
integrada la idea de que si no podemos mantener los ecosistemas
naturales, que son la base de la vida en la Tierra, no hay manera
de entender el desarrollo sustentable. Sin duda alguna, el conocimiento
de la biodiversidad, de cómo funciona y opera, es un asunto
que no se nos puede escapar para realmente entender y dirigirnos
hacia un desarrollo sustentable.
Para
acercarnos a tal conocimiento se requiere de una ardua labor de
investigación que se gesta en el seno de grupos, organismos
e instituciones. ¿Cuál es su evaluación acerca
del trabajo que realizan las universidades en el campo del que hemos
hablado?
Cuando diseñamos la Conabio, a algunos investigadores como
el doctor Guillermo Soberón, quien es ahora el secretario
ejecutivo de este organismo y a mí nos quedó
muy claro que la base fundamental del desarrollo tenía que
ser la participación de las instituciones de educación
pública, ya que en ellas se estaban realizando las investigaciones
pertinentes sobre biología, ecología, biodiversidad
y otras ciencias. Por ello, desde un principio las universidades
han sido actores muy importantes para la construcción de
lo que es ahora la base de información sobre biodiversidad
de México, por lo que estas instituciones deben participar
en las fases subsecuentes.
Las universidades casi son co creadoras de la base de la bioinformática
en el país, lo cual es fundamental. Pero considero que además
de ser generadoras de información, deben empezar a trabajar
con los componentes del desarrollo sustentable que tienen que ver
con el funcionamiento de los ecosistemas, al tiempo que deben facilitar
la interacción con los recursos naturales y la sociedad,
relación que resulta complicada pero necesaria. Para realizar
esta labor necesitamos sociólogos, economistas, psicólogos
sociales, filósofos
en fin, profesionistas de diversas
disciplinas que deben involucrarse en una problemática que
incumbe a todos, no sólo a los especialistas en ciencias
naturales.
Ya que éste es un conflicto social y económico, debemos
trabajar de manera conjunta y crear grupos interdisciplinarios dentro
de las universidades, pues éstas tienen capacidad para hacerlo.
De otra manera, ¿quién lo haría? Es cierto
que hay grupos civiles que trabajan para resarcir el problema y
obviamente son actores importantes en este proceso, porque los problemas
ambientales globales son el resultado de la actividad de cada uno
de los 6 000 millones de gentes que habitan el planeta; por lo tanto,
cada uno debe participar con acciones, ideas y soluciones,
pero, insisto, las universidades tienen mayor potencial y más
recursos para combatir el deterioro ambiental y procurar un desarrollo
sostenible.
Se
piensa que la biología es sólo tarea de biólogos,
pero en esta ciencia están involucrados otros actores. ¿Qué
paso hay que dar para integrar el quehacer de los diversos profesionistas?
Yo no diría que la biología es sólo de biólogos.
La biología es una ciencia sintética e incluye aspectos
que desde luego son más de los biólogos, pero también
contiene otros relacionados con diferentes ámbitos, como
el ecológico, el social, el económico y el cultural,
por lo que también incumbe a otros profesionistas.
Lo importante es tener la capacidad y sensibilidad para buscar las
soluciones a problemas que son fundamentalmente sociales. Por eso
requerimos de la participación de colegas de otras disciplinas
para trabajar juntos y formar equipos multidisciplinarios. Estas
acciones se pueden emprender dentro de las universidades, sólo
que si éstas no están acostumbradas a realizar estudios
conjuntos e interdisciplinarios, no lo harán. En suma, tendríamos
que impulsar y efectuar un gran cambio en la educación superior,
para adaptarla a situaciones más flexibles y mucho más
sensibles a este nuevo tipo de investigación.
Sobre desarrollo sustentable, ¿qué proyectos está
realizando?
Quiero poner en marcha una serie de iniciativas para conformar un
esfuerzo nacional encaminado a impulsar el desarrollo sustentable.
Dichas iniciativas forman parte de un proyecto independiente, cuyo
objetivo es ofrecer información que guíe las acciones
pertinentes para alcanzar el desarrollo sustentable del país
(creo que eso lo tiene que hacer un grupo independiente, y no de
gobierno). Incluso, he estado metido en algunos círculos
internacionales relacionados con esta área, con los que pretendo
constituir algo que, a través de los años, ayude al
país a reflexionar de manera más profunda sobre el
desarrollo sustentable.
Parece
que es uno de los grandes retos del siglo xxi
Es el gran reto, mucho más serio, más importante,
más severo que otros problemas como el terrorismo internacional,
ya que el desequilibrio ecológico afecta a toda la humanidad;
incluso puede desencadenar un conflicto bélico
mundial.
Se
acaba de realizar la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo. ¿Eso
significa un paso para crear conciencia y asumir el gran reto de
la centuria actual?
Es un paso pero no tan importante como muchos hubieran querido.
No obstante, no debemos desanimarnos ni soslayar los esfuerzos multilaterales,
porque tampoco me gustaría avalar la unilateralidad con la
que Estados Unidos encara problemas que según ellos son los
importantes. En Johannesburgo no se avanzó tanto como se
quería, pero hay que comprometer a los países a que
motiven a la sociedad a trabajar y a sumar esfuerzos para cambiar
el estado actual del mundo; si no lo hacemos pronto, los costos
económicos, políticos y sociales serán considerablemente
mayores e indescriptibles. Sin duda, ése es para mí
el problema más serio en los foros internacionales.
¿Cree que en los últimos años se haya creado
conciencia ecológica y que ahora nos toca crear mecanismos
para cuidar nuestro medio ambiente?
Creo que sí. Actualmente, los niños y los jóvenes
tienen más conciencia que nosotros en su momento. Ahora hay
que encontrar la manera de que eso se capitalice, se convierta en
acciones y trascienda. La realidad aniquila, por eso hay que propiciar
que esa mayor sensibilidad realmente impacte y cambie los modos
de vida negativos. Finalmente de lo que hablamos es de un problema
de comportamiento humano que hay que modularlo y modificarlo, pero
con una ética distinta, no la que habla del bien y el mal,
sino con una moral que involucre la conciencia. Si la sociedad no
está convencida, esto será muy difícil.
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