Noviembre-Diciembre 2002, Nueva época No. 59-60 Xalapa • Veracruz • México
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Enrique Florescano y José Emilio Pacheco,
intelectuales que llevan a Veracruz en el alma

Víctor A. Arredondo

Discurso enunciado durante la ceremonia en la que se otorgó el grado de Doctor Honoris Causa al historiador Enrique Florescano y al escritor José Emilio Pacheco, celebrada en la Universidad Veracruzana el 4 de diciembre de 2002.
Enrique Florescano y José Emilio Pacheco son dos brillantes intelectuales que llevan a Veracruz en el alma y en el pensamiento, lo cual reflejan en parte de su obra. El primero, nacido en San Juan Coscomatepec, es, resulta obvio decirlo, veracruzano de nacimiento y convicción; José Emilio, aunque originario de la ciudad de México, también comulga con lo veracruzano por voluntad propia. Ambos miran a la región con los ojos privilegiados del estudioso, del artista, ojos que nos revelan aquellos detalles cuya finura es poco perceptible al observador común.
Entre las grandes virtudes de nuestros dos homenajeados destacan su talento y perseverancia; el que nos descubran al Veracruz en el que queremos mirarnos y reconocernos; el que sus obras enriquecen la visión de éstas y otras latitudes, de su gente, de su vocación, de sus infinitas posibilidades. Su extraordinario trabajo, tanto en la revelación como en la creación y la divulgación cultural, nos envía un mensaje de certidumbre que fortalece el optimismo y la confianza en un futuro común.
Hoy, la Universidad Veracruzana celebra con ellos un momento relevante en su historia, pues al honrar a personajes de esta talla, el honor se extiende a la institución que lo confiere. Asimismo, al aceptar al interior del claustro a quienes se destacan en la vida por sus aportaciones a los más altos valores de la humanidad, nuestra alma mater fortalece su alta misión social de promoción de la cultura y distribución social del conocimiento.
Desde 1947, la Universidad Veracruzana ha reconocido la labor trascendente de quienes destacan en los campos de la investigación, la ciencia y las artes. Vivimos hoy uno de esos momentos especiales, con el pleno convencimiento de integrar a Enrique Florescano y a José Emilio Pacheco a nuestra comunidad universitaria.
Lo hacemos, porque existe una cabal identificación con sus valores y perspectivas intelectuales, porque estamos convencidos de que contribuyen a enaltecer la imagen y el concepto de lo universitario y del ciudadano moderno. Lo hacemos también porque es decisión de ellos ser miembros distinguidos de nuestra comunidad universitaria. Muchas gracias, Enrique; muchas gracias, José Emilio, por esa afortunada coincidencia.
¿Cuál es el hilo que vincula la obra y el pensamiento de Enrique Florescano y de José Emilio Pacheco? Desde sus respectivas posiciones, esfuerzos y trayectorias, comparten dos temas que orientan la reflexión de los intelectuales y creadores nacidos en la década de los treinta: la interrogante acerca del pasado mexicano y la necesidad de conocer y definir nuestra posición en el mundo. En un esfuerzo de síntesis, ese hilo nos conduce a una sola pregunta ¿Qué es ser mexicano? Ambos sobresalen por sus aportaciones, en sus respectivos campos, para enfrentar, diseccionar y responder a esa interrogante.
Mientras Enrique ha inquirido en la memoria viva de México con recorridos maravillosos a lo largo de los siglos y nos ha llevado a nuestras raíces, con lo cual nos permite comprender, desde otra perspectiva, la conformación de la nación mexicana, José Emilio ha establecido los lineamientos para una genealogía indispensable en toda tradición cultural. Mediante la poesía y la narrativa ha descifrado los códigos que nos permiten reconocer una sociedad que se ha transformado, pero que a través de la conciencia privilegiada de la escritura continúa viva. Ambos actores, desde las riberas de la cultura, no dejan de indagar sobre la idiosincrasia del mexicano.
Enrique es un distinguido egresado y un excelente amigo de nuestra casa de estudios. De muchas maneras continúa unido a la universidad que le vio dar sus primeros pasos, a pesar de que sus preocupaciones intelectuales le han llevado por distintos senderos, pero siempre con objetivos muy puntuales. En su vasta trayectoria, ha sabido combinar, con sapiencia y equilibrio, la investigación, la producción editorial y la conducción de organismos e instituciones responsables de los más importantes proyectos históricos del país.
Abogado de formación e historiador de vocación, carreras cuya licenciatura cursó simultáneamente en facultades de la Universidad Veracruzana, Enrique ha tenido una trayectoria singular en la que echa mano de diversas disciplinas para ofrecer una mejor comprensión del entorno mexicano. Es un hombre que ha sabido leer en nuestra historia y que ha subrayado el papel protagónico de las etnias. El conjunto de su obra confiere voz a los marginados del proyecto de nación, e introduce en el diálogo nacional y universal a los pobladores originarios de nuestro territorio.
Mención aparte merece su tarea como creador de una de las revistas más importantes del México contemporáneo. La fundación de Nexos, junto con su entrañable compañero Héctor Aguilar Camín, reforzó su faceta de interlocutor de la actualidad y divulgador de teorías, discusiones, tendencias y nuevas obras. Recordemos que durante su época estudiantil en esta ciudad, Enrique fundó la revista Situaciones en la Facultad de Historia, además de participar como fundador del suplemento “Estela Cultural”, del Diario de Xalapa. Con cimientos en las ciencias sociales y económicas, reunió a algunos de los mejores pensadores de México, incluyendo a José Emilio Pacheco, para estudiar e interpretar la realidad mexicana.
Por su parte, José Emilio es, sobre todo, un brillante escritor; un dignísimo representante de la generación de los años 30; un autor cuyos libros resultan indispensables en la poesía y la narrativa mexicanas. Como muy pocos de nuestros escritores contemporáneos, José Emilio Pacheco asume con naturalidad la herencia de poligrafía y erudición de Alfonso Reyes. Hombre de letras en el sentido pleno de la palabra, es un celebrado poeta y un amoroso cronista de la ciudad en cuyas líneas puede observarse el desencanto que media entre los ensueños de la niñez y la turbulenta realidad de la adolescencia.
José Emilio es también el crítico prolijo; el antólogo infatigable que ha recobrado, para bien de las letras mexicanas, a autores injustamente relegados; el disciplinado periodista cultural que nos ofrecía el “Inventario” que publica la revista Proceso, en el que nos deslumbra semanalmente con su amenidad y sapiencia. Como poeta, ha creado títulos como No me preguntes cómo pasa el tiempo y Los elementos de la noche, obras cardinales de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo xx. No quisiera concluir esta relación de los méritos de tan destacados personajes sin mencionar sus vínculos con nuestra casa de estudios. Ambos contribuyeron a fortalecer la rica tradición editorial de la Universidad. Mientras Enrique colaboró, de 1961 a 1967, en La Palabra y el Hombre y en nuestras colecciones se incluyen Bibliografía del maíz en México y Breve historia de la sequía, José Emilio Pacheco publicó, en 1960, en La Palabra y el Hombre, tres ficciones, tres breves relatos, además de ser un constante y amable reseñador de muchos de los libros publicados bajo nuestro sello editorial.
También recordamos que José Emilio fue uno de los más queridos amigos de Juan Vicente Melo. Este vínculo se remonta mucho tiempo atrás, cuando Juan Vicente deja Veracruz y recibe no sólo asilo en la casa de José Emilio sino también aliento para continuar y consolidar su vocación de escritor.
La presencia de José Emilio en Veracruz está llena de anécdotas y peripecias. La influencia de estas tierras se trasluce en relatos tan bellos como los que forman ese pequeño pero extraordinario volumen El principio del placer que ineludiblemente revela la educación sentimental recibida en los años de adolescencia. Otro ejemplo se encuentra en la monumental Crónica de Veracruz, preparada con otro de sus amigos entrañables, don Fernando Benítez, y que debe ser reeditada si queremos preservar esa memoria mexicana a la que tanto han contribuido nuestros dos insignes doctores.
Permítanme una última reflexión: Con una formación universitaria despojada de sus máximos fines educativos y, como alguien de manera errónea y grotesca lo ha sugerido, encaminada exclusivamente hacia el empleo, no sería posible formar intelectuales de la talla de nuestros galardonados. Sabemos que la promoción apasionada para que el individuo alcance una vocación por el saber, por el auto-didactismo, no ha sido siempre un logro cabal de nuestros programas educativos. No obstante, hoy son cada vez más las instituciones universitarias que se proponen dotar a los estudiantes de herramientas y actitudes para aprender a aprender, para adquirir conocimiento durante toda la vida.
Quien critica a la Universidad pública y sugiere en forma por demás superficial y hueca que ésta debe orientarse exclusivamente a las demandas del mercado ocupacional, privilegiando las carreras técnicas, se olvida del principal papel de la universidad, que es la formación integral del individuo. En nuestra casa de estudios, la dimensión intelectual, profesional, social y ética son elementos indispensables para hacer del individuo un ente pleno.
Son muchos los argumentos que pueden utilizarse para debatir ese enfoque vacío que quiere hacer de la Universidad una mera fábrica de futuros empleados. Quizá la evidencia más contundente es la que nuestros galardonados nos ofrecen. El cultivo del intelecto, el deleite estético, la pasión por la palabra escrita, la búsqueda del argumento racional y la contribución al conocimiento son sin duda valores y actitudes que debiéramos buscar en la formación de cada uno de nuestros estudiantes.
Frente a la interrogante de cuál es el papel de las carreras humanísticas frente a las perspectivas de empleo, podemos responder con absoluta certeza: su contribución fundamental a la calidad de vida de una sociedad. Una sociedad sin cultura es una sociedad sin memoria; es también una sociedad sin presente, pero, lo más grave, es una sociedad sin perspectivas de futuro.
Esta noche, al celebrar el otorgamiento del grado de Doctor Honoris Causa a dos intelectuales de obra extraordinaria, la Universidad Veracruzana no sólo rinde un homenaje merecido, sino se reafirma como una institución noble que promueve la cultura y la socialización del conocimiento. La calidad humana e intelectual de nuestros laureados, sus aportaciones a la cultura y su contribución al saber los hace merecedores del reconocimiento público. Que su obra y su ejemplo se multipliquen para bien de Veracruz y del país. Bienvenidos Enrique Florescano y José Emilio Pacheco a la Universidad Veracruzana, su casa desde siempre.