Julio-Agosto 2002, Nueva época No. 55-56 Xalapa • Veracruz • México
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La crisis que derrumbó en Argentina los mitos de la cooperación internacional
Edith Escalón

 
Desafortunadamente, la crisis argentina se ha convertido en un ejemplo para los países latinoamericanos, los cuales deben reflexionar sobre sus causas y repercusiones para evitar una tragedia similar. El sociólogo argentino Miguel Ángel Haiquel responde a las interrogantes que quizá muchos latinoamericanos se han planteado en torno a esta crisis que hasta hace tres años era todavía una ficción.

Durante años, hablar de Argentina era hablar de un país que se sentía separado del resto de Latinoamérica y diferente social, económica y culturalmente. La dolarización de su economía en los ochenta aumentó esa falsa condición que los hacía ver a los otros países como los vecinos pobres y colmados de problemas.
Peso y dólar circulaban en Argentina en plano de igualdad y, durante años, ésa y otras medidas económicas hicieron que el país disfrutara de cierta estabilidad, soportada en gran parte por la privatización de empresas y de servicios públicos realizada en aquellos años. Pero todo cambió a finales de los noventa, cuando ya era insostenible la ficción.
La severa crisis que enfrentan ahora ha terminado con el maquillaje oficial. En las peores condiciones, los argentinos se han dado cuenta de los constantes errores económicos de sus dirigentes que dieron (o quitaron) rumbo a su país desde los setenta. Decepcionados, se percataron de que esa distancia que los separaba de los demás nunca existió.
Pero eso, aunque bien puede ser una lección para ellos, también es motivo de reflexión sobre qué tanto compartimos como latinoamericanos, cuántas de las políticas que llevaron a Argentina a la crisis han sido aplicadas también en otros países, cuál es el rumbo que
marcamos económica, social y políticamente como bloque, en quién depositamos la confianza, qué podemos aprender de una ficción insostenible como la que
Argentina vivió.
Éstas y otras preguntas motivaron a Miguel Ángel Haiquel a analizar lo que él describe como “un problema que tiene que ver con el nuevo orden mundial y con los espacios y estrategias a los que los países latinoamericanos pueden apostar sobre la base de sus propias
fuerzas”, y ya que los dirigentes han sido incapaces de reflexionar en torno a las causas y consecuencias de la crisis, es imperativo que el análisis del fenómeno sea impulsado por los centros de pensamiento,
por las universidades de toda América Latina.
El estudio comparativo es desarrollado por Haiquel mientras cursa el doctorado en Historia Contemporánea, un posgrado impartido conjuntamente por la uv y la Universidad del País Vasco que ha dado lugar a reflexiones interesantes. Este análisis proviene de un estudioso de la sociología y la comunicación, argentino por añadidura.

¿Qué aporta a México el estudio de un fenómeno como la crisis de Argentina?
Mucho, aunque las realidades históricas particulares de conformación de México y Argentina –por lo menos en el siglo xix y la primera mitad del siglo xx– parecen divergentes, porque tienen estructuras sociales y articulaciones con la economía mundial diferentes, cuyas historias debieran ser no sé si divergentes, pero sí por lo menos con orientaciones distintas. No obstante, uno se encuentra que a principios del siglo xxi hay fuertes tendencias convergentes en cuanto a su configuración cultural y a sus perspectivas históricas de largo plazo e integración al mundo. Por otra parte, el estudio contextual de la economía y de las tendencias mundiales es mucho más claro en situaciones críticas que en etapas de normalidad; por eso creo que es un buen ejercicio de análisis para cualquier país de América Latina.

¿Por qué un país que tenía un modelo económico estable desde hace tanto tiempo cayó de pronto en esta crisis tan devastadora?
Es irónico. Argentina fue hasta hace tres años el modelo a imitar en cuanto a aplicación de lo que se llamó el Consenso de Washington (un acuerdo que delineó a principios de los noventa políticas económicas orientadas a la eficiencia y respaldadas por los Estados Unidos), y como resultado de ser el mejor alumno del consenso entró en una crisis que todavía no ha tocado fondo y que parece, por lo menos ahora, que no tiene fondo. En Argentina se disolvieron las instituciones más fuertes que constituyen la modernidad, se disolvieron los partidos, la legitimidad del parlamento, la justicia, la moneda, los bancos, el sistema de crédito, las industrias... es decir, hay un proceso en el que muchas de las cosas que se fueron formando durante los últimos 50 años, en un proceso sumamente acelerado, están desapareciendo.
¿Por qué? Bueno, las causas no son de los últimos años, ni siquiera de los últimos 25, que sería un ciclo más concreto de estas tendencias, sino que se pueden ver tendencias mucho más profundas, que vienen de principios del siglo xx e incluso parte del siglo xix.
De hecho, fenómenos como la crisis argentina nos permiten comprender que no se trata de un problema particular de un país sudamericano, sino que da cuenta de cómo muchos mitos de la cooperación internacional en toda Latinoamérica se vienen abajo.

Aunque en algunos casos la
cooperación internacional ha sido importante para evitar debacles, como sucedió con México
en 1994...
México tiene una realidad muy distinta. La ayuda monetaria que recibió en ese año fue a cuenta del petróleo, no fue una ayuda solidaria ni gratuita, aunque de hecho
permitió que la crisis no siguiera progresando.
En Argentina, el último gobierno que asumió el poder y que por lo menos está vigente, esta semana dijo que con un crédito de 20 000 millones arreglaba un poco el país y el crédito todavía no ha llegado; es más, se conformaban con 10 000 millones de dólares para resolver un poco la crisis de forma inmediata y encarrilar las cosas y no ha llegado nada; al contrario, los inversionistas siguen retirando sus capitales.

¿A qué se debió que Argentina haya llegado a la pérdida total
de su estabilidad económica?
Nunca es fácil hacer un análisis de una situación cuando uno es parte de ella, por la inmediatez. Yo creo que tratar de encontrar una explicación más cabal requeriría hacer un estudio a largo plazo. Pero tomando en cuenta las cosas más claras se pueden distinguir dos etapas causales, una que inició 25 años atrás y otra que abarca los últimos 10 años de la política neoliberal.
El primer ciclo empieza en 1976 con la dictadura militar del equipo de genocidas que se hizo cargo de las represiones de Argentina. Éste fue un proyecto de represión tendente a crear las condiciones de un modelo económico distinto. Con esto quiero decir que la represión no fue simplemente una reacción a una guerrilla, más bien fue una estrategia de disciplina social para que se aceptara un proyecto económico. No debemos olvidar que unos cuantos años antes se dio en Chile el golpe de Estado y para entonces ya se estaban experimentando los modelos de los Chicago boys (un equipo de economistas de la Universidad de Chicago que implantó el modelo neoliberal y que aseguró a Pinochet en su ejercicio). En Argentina los militares rechazaron la doctrina de los Chicago boys, excepto en lo que significó desmantelar gran parte del proteccionismo a ciertos sectores de la industria.
En esos años hubo una inundación de productos importados que sirvieron para mitigar gran parte de la estructura productiva, pero por otro lado hubo muchas industrias que fueron parte de los cotos de poder que los militares se adjudicaron por las armas y que fueron base del enriquecimiento ilícito de muchos de ellos, de modo tal que las fuerzas armadas llegaron a controlar en parte la propiedad estatal.
Por otra parte, se hicieron numerosas reformas provenientes del estado militar; por ejemplo, se modificó la ley de salarios y todas las leyes que tenían que ver con la apropiación de la vivienda por parte de sectores populares, se abrió un mercado inmobiliario especulativo muy fuerte con base en las modificaciones que se hicieron esos años, se liquidó gran parte de las estructuras sindicales, de los convenios sindicales, cambiaron las leyes que regulaban la actividad laboral, se modificó la ley de bancos y se empezó a crear con base en el crédito el sistema financiero del cual ahora, ante la crisis, nadie se hace responsable.

¿No se decía que era un gran negocio para los países
latinoamericanos tomar créditos?
Ese fue un viejo cuento de los años setenta, y no sólo en Argentina, en todos los países de América Latina. Y tal vez lo era, porque las tasas de interés en Estados Unidos eran muy bajas y la inflación muy alta, pero esos créditos se hicieron con la cláusula de una tasa de interés variable que después pasó de un cuatro a un 12 por ciento, con lo cual las deudas se dispararon de forma tal que cuando los militares dieron el golpe en Argentina, en 1976, la deuda pública del gobierno era de 8 000 millones de dólares, y para 1983 –cuando asumió el poder Alfonsín (1983)– esa deuda estaba arriba de los
60 000 millones... Y uno se pre-gunta ¿qué se hizo con ese dinero? Nada. No hubo ninguna inversión productiva, no hubo infraestructura en caminos, no se hizo nada.
Yo veo una continuidad entre ese modelo económico de 1976 y la política que después se implantó con el presidente Alfonsín; después Domingo Cavallo (ministro de Economía) apareció como el estatizador de las deudas privadas de los empresarios argentinos. Es más o menos lo que José López Portillo hizo con la Banca en México.
La deuda fue creciendo de manera exclusiva. En este momento anda alrededor de los 180 000 millones de dólares y no se puede pagar. Por ejemplo, el año pasado el gobierno argentino pagó por intereses de deuda pública unos 6 000 millones de dólares, el año anterior había pagado 10 000 millones. Es decir, se creó un mecanismo por el cual hay una transferencia permanente de recursos al exterior, y estamos hablando prácticamente de un periodo de 20 años en el que el país ha sido desinvertido. El problema es que los bancos otorgan préstamos a países que no pueden pagar, y los gobiernos locales los reciben sabiendo que no van a poder liquidarlos. Ésa es la gran trampa, porque en última instancia los estados solamente pueden pagar sus compromisos financieros internacionales quitándole a la gente los recursos que tiene para vivir.

Y pese a todo, lo han hecho…
Así es. En Argentina hace 20 o 30 años el índice de pobreza no llegaba ni al 15 por ciento y durante dos décadas hubo una transferencia de recursos permanentes de su población hacia los acreedores. Ahora, cuando ya no le pueden seguir sacando recursos –a riesgo de que haya peligros mucho más grandes de los que hay–, las soluciones que están instaurando son más ajustes, más reducción, más desocupación. Esto forma parte de la segunda
fase causal.

¿Quiénes han sido los responsables de la crisis?
No tiene sentido buscar culpables. Es cierto que hay una gran responsabilidad de la clase dirigente argentina, sean empresarios, sean sacerdotes, sean universitarios... Hay compromisos donde se supone que aquellos sectores ilustrados de la población que tienen capacidad de ver a largo plazo debieron prever que esta política era inviable desde hace 10 años, porque los que tuvimos actitud crítica sabíamos que esto iba a un callejón sin salida. Desde que el presidente Saúl Menem empezó con las privatizaciones sabíamos que no era la solución, pero la gente votó por él.

¿Cómo manejaron el discurso para convencerlos?
Es que no sólo hubo un discurso, porque los discursos, si no son ciertos, no se mantienen por mucho tiempo. La prensa no gobierna las mentes de la gente, la prensa incide, o los medios inciden, o los discursos inciden cuando hay una experiencia que muestre que esto es así. Ésta es la fase donde podemos encontrar las razones más recientes que llevaron a la crisis. Durante una primera parte del gobierno de Menem hubo una gran entrada de capitales especulativos a Argentina, que permitieron una bonanza ficticia e hicieron creíble el discurso. Terminando ese ciclo, los capitales que entraron especulativamente a la Bolsa se fueron y no quedó nada.

¿Cómo se percibe después de la crisis toda esta ficción?
Bueno, lo que queda claro después de estas lecciones es que los países deben tener un mercado interno fuerte, que la única garantía es un proceso económico autocentrado. Ningún país importante en el mundo vive de las exportaciones; en general viven de lo que producen para su propio mercado interno e importan un porcentaje menor.
Hay tres cosas importantes que acotar. Primera, el mercado interno es importante, hay que ayudarlo a fortalecerse. Segunda, tiene que haber un ahorro interno fuerte. Tercera, no puede haber libre circulación de los ahorros, la riqueza que se genera en un país tiene que estar medianamente regulada... y en Argentina bajaron toda la barrera. En Chile, por ejemplo, que viene de un modelo teóricamente más liberal, existe una restricción sobre los flujos internacionales de capitales que Argentina no tiene. La otra conclusión es que ya no se pueden tolerar dirigentes corruptos decidiendo la vida de la gente, y esto vale tanto para los gobernantes como para el resto de la estructura social. Con dirigentes me refiero a políticos pero también a funcionarios de alto nivel, como puede ser la Suprema Corte de Justicia o los empresarios transnacionales. Tenemos que entender que cuando se comete un ilícito es tan responsable el corrupto como el corruptor.

¿En qué lugar queda entonces la cooperación internacional?
Bueno, hay una cierta asimetría en las cuestiones de los compromisos internacionales. El gobierno norteamericano, por ejemplo, exige una conducta a sus empresas adentro y apoya afuera otra. Esto, los países latinoamericanos debemos tenerlo claro. Hay casos en los que no se puede contar con el derecho internacional, porque en el terreno de las relaciones internacionales juegan mucho más las relaciones de poder que las del propio derecho.

¿En qué casos?
Habría que referirse a casos particulares. Por ejemplo, ibm ofreció hace tiempo al banco nacional argentino un soborno de 350 millones de dólares para implantar un software; si la mordida fue de 350 millones de dólares el negocio es mucho más grande, porque cobran el sistema en 10 veces más de lo que vale y los directivos del banco lo saben y lo aceptan, están todos coludidos. Claro que los funcionarios argentinos son corruptos, pero ibm no es inocente. Todo este caso está documentado y existe un juicio en manos de la justicia; de hecho, se mandó un informe al Congreso de los Estados Unidos. ¿Cuál es la reacción del gobierno norteamericano en un fraude que si ocurriera en su propio país sería muy duro? No sólo que no se hace responsable, sino que no colaboró con la justicia argentina. Como éste hay muchos casos en que los jueces quieren investigar y se encuentran con un bloqueo por parte de la justicia norteamericana. Por eso hablaba de una clara asimetría en cuanto a cooperación internacional.

Ante esta condición de inequidad, ¿qué pueden hacer los países latinoamericanos?
Estas cosas hay que empezar a medirlas de otra forma, aprender a verlas de otra manera. Las estrategias de integración de otros países tienen que ser hasta cierto punto realistas y no partir de la base de que todos entramos en una relación de igualdad. México en esto tiene una larga experiencia, sabe que las relaciones con Estados Unidos no son de igualdad, porque Estados Unidos jamás ha aceptado esa condición con ningún país del mundo.

Pero el derecho internacional establece esa igualdad...
Claro, pero hay problemas que no pasan por la asamblea sino que se resuelven por fuera o cuando los votos son desfavorables no se cumplen, no hay quien los haga cumplir. Es lo que sucede cuando Europa propone firmar un convenio para crear un tribunal internacional y Estados Unidos no lo acepta, porque ese país no acepta que sus ciudadanos sean empujados por una instancia internacional superior a él, porque sabe que Kissinger, a pesar de que le hayan dado el Premio Nobel de la Paz alguna vez, puede ser involucrado en el terrorismo de Estado del cono sur, ya que de hecho hay pruebas, pero Estados Unidos nunca lo va a entregar pese a que es un criminal de guerra, tan criminal como Pinochet.
Estas corruptelas se pueden ver en América Latina, no sólo en Argentina, en el terreno de los derechos humanos, de los negocios, del comercio, de las finanzas y se pueden ver en los dirigentes políticos, económicos, académicos, intelectuales o empresariales.
Y es que hay una ficción colectiva de que uno puede librarse individualmente de la crisis. Muchos piensan: “si yo como empresario o como ciudadano hago un negocio y logro una salida que me beneficie no me importa lo demás”, pero esto es mentira porque todos estamos en el
mismo barco. En un barco que, si se hunde, arrastra consigo a todos los tripulantes.
La prueba está en Argentina. Argentina se hundió. Hoy en mi país un senador no puede andar por la calle porque lo agrediría cualquier ciudadano con todo derecho, además, el senador se avergüenza de las vilezas que hizo en el Senado. Y lo mismo le pasa a muchos dirigentes sindicales, y lo mismo a muchos senadores, diputados, jueces o empresarios conocidos... no pueden caminar por las calles porque saben que estuvieron estafando durante años y que ahora la gente tiene conocimiento de ello. Hay que tener en claro que cuando vienen estas crisis ya no hay ciudadanos de primera ni de segunda, porque la sociedad se encarga de atacar la impunidad.
Hoy cualquier empresario medio en Argentina que creyó en la época de Cavallo que aunque despidiera a sus trabajadores conservaría su negocio, está comprobando que si éstos no tienen trabajo y no tienen sueldo, él como empresario no le vende a nadie. Además, si no tiene la suficiente escala como para cerrar su negocio y llevarlo a otra parte del mundo sencillamente todo se le viene abajo. Y los dirigentes de los partidos políticos nacionales, si no tienen legitimidad en su país, se les terminó la dirigencia. Insisto, estamos en el mismo barco y hay que tratar de que éste flote. Creo que en Argentina los dirigentes perdieron de vista eso.

¿Los dirigentes argentinos tenían plena conciencia de las consecuencias de las políticas económicas a largo plazo?
Tenían tanta conciencia que cuando Cavallo anunció su plan de gobierno en 1990, Alfonsín tuvo un primer enfrentamiento con el gobierno de Menem diciendo que la única manera de sostener ese plan sería con los tanques en la cabeza. Cualquiera que tuviera cierta formación y conociera el proyecto –dejando de lado la publicidad, las campañas de prensa y todo el maquillaje que le hicieron– sabía que eso no era sostenible. Ningún país se sostiene desindustrializándose, abriéndose al comercio internacional de un día para otro sin atenuantes, sin un proceso gradual, sin ir reforzando sus capacidades productivas, sin protegerse.
Y tan es así que no lo hace Estados Unidos ni con México, con quien tiene una asimetría muy grande a su favor. Hay sectores donde Estados Unidos sigue protegiendo su producción frente a la mexicana, no porque le tenga miedo a México, sino porque cuida sus intereses. Argentina no. Argentina abrió todo, indiscriminadamente. Argentina que es exportador de cereales y de trigo, vendía fideos envasados en Italia, embutidos de España, lácteos de Holanda... Argentina, permitió la libre movilidad de mercancía y de dinero.
Aquí yo quiero remarcar algo: en las operaciones globales que los supermercados hacen, el propio producto desaparece dentro del negocio global, porque el verdadero negocio tiene que ver con movimientos de divisas y tasas de interés, es decir, los mercados hacen negocios financieros de otro tipo en el que el costo del producto no incide sobre la operatoria global. Es el caso de muchos productos europeos que reciben subsidios en sus países de origen y son exportados a otros, por ejemplo Argentina, y el mismo subsidio les permite manejar un costo de producto mucho más accesible incluso que los mismos productos hechos en Argentina. Todo porque el país no ha puesto trabas a las importaciones de mercancía, porque ha abierto sus fronteras indiscriminadamente.

Pero existe un equilibrio entre la apertura y la protección que muchos países europeos han encontrado y que les ha permitido controlar el modo en el que se hacen las inversiones en sus países...
Y también existe una gran diferencia. Por un lado son esos países los que han buscado, como decía antes, proteger sus producciones o, al revés, fomentar que su propio país pueda entrar en esas operatorias globales para colocar sus productos; y más importante todavía ha sido el compromiso social.
Esto es lo que en América Latina no está pasando. El propio gobierno no confía en sus propios recursos ni en los dirigentes que han surgido en la política latinoamericana en los últimos años. Menem, Caram, Fujimori, Collor de Melo, dirigentes que no tienen ningún compromiso social con ningún movimiento social, dirigentes que sólo tienen aspiraciones de tener cuentas en el extranjero llenas, dirigentes que juegan a la imagen mediática pero que no tienen ningún planteamiento estratégico, no tienen calidad de estadistas, no tienen políticas de largo plazo, ni siquiera formación para ser dirigentes de ese nivel, pero que son sostenidos por campañas nacionales e internacionales... y se mantiene una ficción durante un tiempo hasta que ésta se
desmorona.
Y lo peor es que el pueblo no ha sabido ni ha podido encontrar estrategias alternativas. Quizá a raíz de lo que ha pasado surjan cosas distintas, pero para ello es necesario empezar a debatir más a fondo hacia dónde van los distintos países latinoamericanos y cómo enfrentar la situación futura.

Pero la tendencia en el mundo se dirige hacia la integración, ¿no es cierto?
Pero con estrategias propias, ésa es la diferencia y eso es lo que nosotros no estamos haciendo. Existe por ejemplo una tendencia a conformar tres grandes bloques: está China e India con una dinámica económica muy fuerte que no se ve agotada y que en un momento dado podría incluir a Japón; está la Unión Europea, orientada a incorporar a Europa Oriental, en particular a Rusia y a sus recursos energéticos, y está Estados Unidos, y en una relación de subordinación a él Canadá y México.
Aunque aquí cabe aclarar que el modo en que construyen la Unión Europea tiene un juego político mucho más rico que la imposición unilateral de Estados Unidos con el Tratado de Libre Comercio (tlc), ya que los norteamericanos lo que hacen es tener un mercado común para sus empresas y en Europa lo que se pretende es crear una república internacional con un parlamento y una justicia, un esquema más completo que apunta a una homogeneización cultural, con una integración mucho más profunda que esta subordinación.
Por su parte, América Latina no está creando una estrategia propia,. El único país que lo está haciendo es Brasil al tratar de construir con el Mercosur una estancia de “mayor juego-mayor economía regional”, una estancia más autocentrada, que efectivamente no pretende disputarle ni a Europa ni a Estados Unidos nada, no pretende ser un bloque de esta envergadura, sino un subloque que juegue con Estados Unidos y Europa.

Y el resto de los países...
No tengo un análisis muy detallado de cada uno de los países, pero no veo que estén apostando por estrategias regionales, México no la tiene. No veo que haya una política definida tendente a construir algún modelo con cierta autonomía o independencia; a lo mejor es un problema personal, pero no tengo esa percepción.
Me parece que tenemos que hacer una revaloración de los recursos y las posibilidades de Latinoamérica. Creo que los países deben generar propuestas más autocentradas, tanto en lo cultural como en lo económico. Si uno se sienta a estudiar sistemáticamente con números las dinámicas de las deudas, los grupos de capital, las políticas fiscales, que es lo que en el doctorado estoy haciendo, se pueden encontrar cosas aún más profundas.
Lo que está claro es que en los últimos 20 años los países de América Latina han desaprovechado las posibilidades y están perdiendo tiempo y recursos para generar un proyecto propio que involucre los ámbitos político, social, cultural y económico. Sabemos que la crisis de Argentina tuvo sus causas particulares pero hay situaciones muy similares a las de otros países latinoamericanos, causas que potencialmente pueden estar presentes también en otras naciones, no sólo en México. De ahí que insista en que la situación de Argentina debe ser objeto de estudio y de análisis en todas las universidades latinoamericanas.