Desafortunadamente, la crisis argentina
se ha convertido en un ejemplo para los países latinoamericanos,
los cuales deben reflexionar sobre sus causas y repercusiones para
evitar una tragedia similar. El sociólogo argentino Miguel
Ángel Haiquel responde a las interrogantes que quizá
muchos latinoamericanos se han planteado en torno a esta crisis
que hasta hace tres años era todavía una ficción.
Durante
años, hablar de Argentina era hablar de un país
que se sentía separado del resto de Latinoamérica
y diferente social, económica y culturalmente. La dolarización
de su economía en los ochenta aumentó esa falsa
condición que los hacía ver a los otros países
como los vecinos pobres y colmados de problemas.
Peso y dólar circulaban en Argentina en plano de igualdad
y, durante años, ésa y otras medidas económicas
hicieron que el país disfrutara de cierta estabilidad,
soportada en gran parte por la privatización de empresas
y de servicios públicos realizada en aquellos años.
Pero todo cambió a finales de los noventa, cuando ya era
insostenible la ficción.
La severa crisis que enfrentan ahora ha terminado con el maquillaje
oficial. En las peores condiciones, los argentinos se han dado
cuenta de los constantes errores económicos de sus dirigentes
que dieron (o quitaron) rumbo a su país desde los setenta.
Decepcionados, se percataron de que esa distancia que los separaba
de los demás nunca existió.
Pero eso, aunque bien puede ser una lección para ellos,
también es motivo de reflexión sobre qué
tanto compartimos como latinoamericanos, cuántas de las
políticas que llevaron a Argentina a la crisis han sido
aplicadas también en otros países, cuál es
el rumbo que
marcamos económica, social y políticamente como
bloque, en quién depositamos la confianza, qué podemos
aprender de una ficción insostenible como la que
Argentina vivió.
Éstas y otras preguntas motivaron a Miguel Ángel
Haiquel a analizar lo que él describe como un problema
que tiene que ver con el nuevo orden mundial y con los espacios
y estrategias a los que los países latinoamericanos pueden
apostar sobre la base de sus propias
fuerzas, y ya que los dirigentes han sido incapaces de reflexionar
en torno a las causas y consecuencias de la crisis, es imperativo
que el análisis del fenómeno sea impulsado por los
centros de pensamiento,
por las universidades de toda América Latina.
El estudio comparativo es desarrollado por Haiquel mientras cursa
el doctorado en Historia Contemporánea, un posgrado impartido
conjuntamente por la uv y la Universidad del País Vasco
que ha dado lugar a reflexiones interesantes. Este análisis
proviene de un estudioso de la sociología y la comunicación,
argentino por añadidura.
¿Qué aporta
a México el estudio de un fenómeno como la crisis
de Argentina?
Mucho, aunque las realidades históricas particulares de
conformación de México y Argentina por lo
menos en el siglo xix y la primera mitad del siglo xx parecen
divergentes, porque tienen estructuras sociales y articulaciones
con la economía mundial diferentes, cuyas historias debieran
ser no sé si divergentes, pero sí por lo menos con
orientaciones distintas. No obstante, uno se encuentra que a principios
del siglo xxi hay fuertes tendencias convergentes en cuanto a
su configuración cultural y a sus perspectivas históricas
de largo plazo e integración al mundo. Por otra parte,
el estudio contextual de la economía y de las tendencias
mundiales es mucho más claro en situaciones críticas
que en etapas de normalidad; por eso creo que es un buen ejercicio
de análisis para cualquier país de América
Latina.
¿Por qué un
país que tenía un modelo económico estable
desde hace tanto tiempo cayó de pronto en esta crisis tan
devastadora?
Es irónico. Argentina fue hasta hace tres años el
modelo a imitar en cuanto a aplicación de lo que se llamó
el Consenso de Washington (un acuerdo que delineó a principios
de los noventa políticas económicas orientadas a
la eficiencia y respaldadas por los Estados Unidos), y como resultado
de ser el mejor alumno del consenso entró en una crisis
que todavía no ha tocado fondo y que parece, por lo menos
ahora, que no tiene fondo. En Argentina se disolvieron las instituciones
más fuertes que constituyen la modernidad, se disolvieron
los partidos, la legitimidad del parlamento, la justicia, la moneda,
los bancos, el sistema de crédito, las industrias... es
decir, hay un proceso en el que muchas de las cosas que se fueron
formando durante los últimos 50 años, en un proceso
sumamente acelerado, están desapareciendo.
¿Por qué? Bueno, las causas no son de los últimos
años, ni siquiera de los últimos 25, que sería
un ciclo más concreto de estas tendencias, sino que se
pueden ver tendencias mucho más profundas, que vienen de
principios del siglo xx e incluso parte del siglo xix.
De hecho, fenómenos como la crisis argentina nos permiten
comprender que no se trata de un problema particular de un país
sudamericano, sino que da cuenta de cómo muchos mitos de
la cooperación internacional en toda Latinoamérica
se vienen abajo.
Aunque en algunos casos la
cooperación internacional ha sido importante para evitar
debacles, como sucedió con México
en 1994...
México tiene una realidad muy distinta. La ayuda monetaria
que recibió en ese año fue a cuenta del petróleo,
no fue una ayuda solidaria ni gratuita, aunque de hecho
permitió que la crisis no siguiera progresando.
En Argentina, el último gobierno que asumió el poder
y que por lo menos está vigente, esta semana dijo que con
un crédito de 20 000 millones arreglaba un poco el país
y el crédito todavía no ha llegado; es más,
se conformaban con 10 000 millones de dólares para resolver
un poco la crisis de forma inmediata y encarrilar las cosas y
no ha llegado nada; al contrario, los inversionistas siguen retirando
sus capitales.
¿A qué se debió
que Argentina haya llegado a la pérdida total
de su estabilidad económica?
Nunca es fácil hacer un análisis de una situación
cuando uno es parte de ella, por la inmediatez. Yo creo que tratar
de encontrar una explicación más cabal requeriría
hacer un estudio a largo plazo. Pero tomando en cuenta las cosas
más claras se pueden distinguir dos etapas causales, una
que inició 25 años atrás y otra que abarca
los últimos 10 años de la política neoliberal.
El primer ciclo empieza en 1976 con la dictadura militar del equipo
de genocidas que se hizo cargo de las represiones de Argentina.
Éste fue un proyecto de represión tendente a crear
las condiciones de un modelo económico distinto. Con esto
quiero decir que la represión no fue simplemente una reacción
a una guerrilla, más bien fue una estrategia de disciplina
social para que se aceptara un proyecto económico. No debemos
olvidar que unos cuantos años antes se dio en Chile el
golpe de Estado y para entonces ya se estaban experimentando los
modelos de los Chicago boys (un equipo de economistas de la Universidad
de Chicago que implantó el modelo neoliberal y que aseguró
a Pinochet en su ejercicio). En Argentina los militares rechazaron
la doctrina de los Chicago boys, excepto en lo que significó
desmantelar gran parte del proteccionismo a ciertos sectores de
la industria.
En esos años hubo una inundación de productos importados
que sirvieron para mitigar gran parte de la estructura productiva,
pero por otro lado hubo muchas industrias que fueron parte de
los cotos de poder que los militares se adjudicaron por las armas
y que fueron base del enriquecimiento ilícito de muchos
de ellos, de modo tal que las fuerzas armadas llegaron a controlar
en parte la propiedad estatal.
Por otra parte, se hicieron numerosas reformas provenientes del
estado militar; por ejemplo, se modificó la ley de salarios
y todas las leyes que tenían que ver con la apropiación
de la vivienda por parte de sectores populares, se abrió
un mercado inmobiliario especulativo muy fuerte con base en las
modificaciones que se hicieron esos años, se liquidó
gran parte de las estructuras sindicales, de los convenios sindicales,
cambiaron las leyes que regulaban la actividad laboral, se modificó
la ley de bancos y se empezó a crear con base en el crédito
el sistema financiero del cual ahora, ante la crisis, nadie se
hace responsable.
¿No se decía
que era un gran negocio para los países
latinoamericanos tomar créditos?
Ese fue un viejo cuento de los años setenta, y no sólo
en Argentina, en todos los países de América Latina.
Y tal vez lo era, porque las tasas de interés en Estados
Unidos eran muy bajas y la inflación muy alta, pero esos
créditos se hicieron con la cláusula de una tasa
de interés variable que después pasó de un
cuatro a un 12 por ciento, con lo cual las deudas se dispararon
de forma tal que cuando los militares dieron el golpe en Argentina,
en 1976, la deuda pública del gobierno era de 8 000 millones
de dólares, y para 1983 cuando asumió el poder
Alfonsín (1983) esa deuda estaba arriba de los
60 000 millones... Y uno se pre-gunta ¿qué se hizo
con ese dinero? Nada. No hubo ninguna inversión productiva,
no hubo infraestructura en caminos, no se hizo nada.
Yo veo una continuidad entre ese modelo económico de 1976
y la política que después se implantó con
el presidente Alfonsín; después Domingo Cavallo
(ministro de Economía) apareció como el estatizador
de las deudas privadas de los empresarios argentinos. Es más
o menos lo que José López Portillo hizo con la Banca
en México.
La deuda fue creciendo de manera exclusiva. En este momento anda
alrededor de los 180 000 millones de dólares y no se puede
pagar. Por ejemplo, el año pasado el gobierno argentino
pagó por intereses de deuda pública unos 6 000 millones
de dólares, el año anterior había pagado
10 000 millones. Es decir, se creó un mecanismo por el
cual hay una transferencia permanente de recursos al exterior,
y estamos hablando prácticamente de un periodo de 20 años
en el que el país ha sido desinvertido. El problema es
que los bancos otorgan préstamos a países que no
pueden pagar, y los gobiernos locales los reciben sabiendo que
no van a poder liquidarlos. Ésa es la gran trampa, porque
en última instancia los estados solamente pueden pagar
sus compromisos financieros internacionales quitándole
a la gente los recursos que tiene para vivir.
Y pese a todo, lo han hecho
Así es. En Argentina hace 20 o 30 años el índice
de pobreza no llegaba ni al 15 por ciento y durante dos décadas
hubo una transferencia de recursos permanentes de su población
hacia los acreedores. Ahora, cuando ya no le pueden seguir sacando
recursos a riesgo de que haya peligros mucho más
grandes de los que hay, las soluciones que están
instaurando son más ajustes, más reducción,
más desocupación. Esto forma parte de la segunda
fase causal.
¿Quiénes han
sido los responsables de la crisis?
No tiene sentido buscar culpables. Es cierto que hay una gran
responsabilidad de la clase dirigente argentina, sean empresarios,
sean sacerdotes, sean universitarios... Hay compromisos donde
se supone que aquellos sectores ilustrados de la población
que tienen capacidad de ver a largo plazo debieron prever que
esta política era inviable desde hace 10 años, porque
los que tuvimos actitud crítica sabíamos que esto
iba a un callejón sin salida. Desde que el presidente Saúl
Menem empezó con las privatizaciones sabíamos que
no era la solución, pero la gente votó por él.
¿Cómo manejaron
el discurso para convencerlos?
Es que no sólo hubo un discurso, porque los discursos,
si no son ciertos, no se mantienen por mucho tiempo. La prensa
no gobierna las mentes de la gente, la prensa incide, o los medios
inciden, o los discursos inciden cuando hay una experiencia que
muestre que esto es así. Ésta es la fase donde podemos
encontrar las razones más recientes que llevaron a la crisis.
Durante una primera parte del gobierno de Menem hubo una gran
entrada de capitales especulativos a Argentina, que permitieron
una bonanza ficticia e hicieron creíble el discurso. Terminando
ese ciclo, los capitales que entraron especulativamente a la Bolsa
se fueron y no quedó nada.
¿Cómo se percibe
después de la crisis toda esta ficción?
Bueno, lo que queda claro después de estas lecciones es
que los países deben tener un mercado interno fuerte, que
la única garantía es un proceso económico
autocentrado. Ningún país importante en el mundo
vive de las exportaciones; en general viven de lo que producen
para su propio mercado interno e importan un porcentaje menor.
Hay tres cosas importantes que acotar. Primera, el mercado interno
es importante, hay que ayudarlo a fortalecerse. Segunda, tiene
que haber un ahorro interno fuerte. Tercera, no puede haber libre
circulación de los ahorros, la riqueza que se genera en
un país tiene que estar medianamente regulada... y en Argentina
bajaron toda la barrera. En Chile, por ejemplo, que viene de un
modelo teóricamente más liberal, existe una restricción
sobre los flujos internacionales de capitales que Argentina no
tiene. La otra conclusión es que ya no se pueden tolerar
dirigentes corruptos decidiendo la vida de la gente, y esto vale
tanto para los gobernantes como para el resto de la estructura
social. Con dirigentes me refiero a políticos pero también
a funcionarios de alto nivel, como puede ser la Suprema Corte
de Justicia o los empresarios transnacionales. Tenemos que entender
que cuando se comete un ilícito es tan responsable el corrupto
como el corruptor.
¿En qué lugar
queda entonces la cooperación internacional?
Bueno, hay una cierta asimetría en las cuestiones de los
compromisos internacionales. El gobierno norteamericano, por ejemplo,
exige una conducta a sus empresas adentro y apoya afuera otra.
Esto, los países latinoamericanos debemos tenerlo claro.
Hay casos en los que no se puede contar con el derecho internacional,
porque en el terreno de las relaciones internacionales juegan
mucho más las relaciones de poder que las del propio derecho.
¿En qué casos?
Habría que referirse a casos particulares. Por ejemplo,
ibm ofreció hace tiempo al banco nacional argentino un
soborno de 350 millones de dólares para implantar un software;
si la mordida fue de 350 millones de dólares el negocio
es mucho más grande, porque cobran el sistema en 10 veces
más de lo que vale y los directivos del banco lo saben
y lo aceptan, están todos coludidos. Claro que los funcionarios
argentinos son corruptos, pero ibm no es inocente. Todo este caso
está documentado y existe un juicio en manos de la justicia;
de hecho, se mandó un informe al Congreso de los Estados
Unidos. ¿Cuál es la reacción del gobierno
norteamericano en un fraude que si ocurriera en su propio país
sería muy duro? No sólo que no se hace responsable,
sino que no colaboró con la justicia argentina. Como éste
hay muchos casos en que los jueces quieren investigar y se encuentran
con un bloqueo por parte de la justicia norteamericana. Por eso
hablaba de una clara asimetría en cuanto a cooperación
internacional.
Ante esta condición
de inequidad, ¿qué pueden hacer los países
latinoamericanos?
Estas cosas hay que empezar a medirlas de otra forma, aprender
a verlas de otra manera. Las estrategias de integración
de otros países tienen que ser hasta cierto punto realistas
y no partir de la base de que todos entramos en una relación
de igualdad. México en esto tiene una larga experiencia,
sabe que las relaciones con Estados Unidos no son de igualdad,
porque Estados Unidos jamás ha aceptado esa condición
con ningún país del mundo.
Pero el derecho internacional
establece esa igualdad...
Claro, pero hay problemas que no pasan por la asamblea sino que
se resuelven por fuera o cuando los votos son desfavorables no
se cumplen, no hay quien los haga cumplir. Es lo que sucede cuando
Europa propone firmar un convenio para crear un tribunal internacional
y Estados Unidos no lo acepta, porque ese país no acepta
que sus ciudadanos sean empujados por una instancia internacional
superior a él, porque sabe que Kissinger, a pesar de que
le hayan dado el Premio Nobel de la Paz alguna vez, puede ser
involucrado en el terrorismo de Estado del cono sur, ya que de
hecho hay pruebas, pero Estados Unidos nunca lo va a entregar
pese a que es un criminal de guerra, tan criminal como Pinochet.
Estas corruptelas se pueden ver en América Latina, no sólo
en Argentina, en el terreno de los derechos humanos, de los negocios,
del comercio, de las finanzas y se pueden ver en los dirigentes
políticos, económicos, académicos, intelectuales
o empresariales.
Y es que hay una ficción colectiva de que uno puede librarse
individualmente de la crisis. Muchos piensan: si yo como
empresario o como ciudadano hago un negocio y logro una salida
que me beneficie no me importa lo demás, pero esto
es mentira porque todos estamos en el
mismo barco. En un barco que, si se hunde, arrastra consigo a
todos los tripulantes.
La prueba está en Argentina. Argentina se hundió.
Hoy en mi país un senador no puede andar por la calle porque
lo agrediría cualquier ciudadano con todo derecho, además,
el senador se avergüenza de las vilezas que hizo en el Senado.
Y lo mismo le pasa a muchos dirigentes sindicales, y lo mismo
a muchos senadores, diputados, jueces o empresarios conocidos...
no pueden caminar por las calles porque saben que estuvieron estafando
durante años y que ahora la gente tiene conocimiento de
ello. Hay que tener en claro que cuando vienen estas crisis ya
no hay ciudadanos de primera ni de segunda, porque la sociedad
se encarga de atacar la impunidad.
Hoy cualquier empresario medio en Argentina que creyó en
la época de Cavallo que aunque despidiera a sus trabajadores
conservaría su negocio, está comprobando que si
éstos no tienen trabajo y no tienen sueldo, él como
empresario no le vende a nadie. Además, si no tiene la
suficiente escala como para cerrar su negocio y llevarlo a otra
parte del mundo sencillamente todo se le viene abajo. Y los dirigentes
de los partidos políticos nacionales, si no tienen legitimidad
en su país, se les terminó la dirigencia. Insisto,
estamos en el mismo barco y hay que tratar de que éste
flote. Creo que en Argentina los dirigentes perdieron de vista
eso.
¿Los dirigentes argentinos
tenían plena conciencia de las consecuencias de las políticas
económicas a largo plazo?
Tenían tanta conciencia que cuando Cavallo anunció
su plan de gobierno en 1990, Alfonsín tuvo un primer enfrentamiento
con el gobierno de Menem diciendo que la única manera de
sostener ese plan sería con los tanques en la cabeza. Cualquiera
que tuviera cierta formación y conociera el proyecto dejando
de lado la publicidad, las campañas de prensa y todo el
maquillaje que le hicieron sabía que eso no era sostenible.
Ningún país se sostiene desindustrializándose,
abriéndose al comercio internacional de un día para
otro sin atenuantes, sin un proceso gradual, sin ir reforzando
sus capacidades productivas, sin protegerse.
Y tan es así que no lo hace Estados Unidos ni con México,
con quien tiene una asimetría muy grande a su favor. Hay
sectores donde Estados Unidos sigue protegiendo su producción
frente a la mexicana, no porque le tenga miedo a México,
sino porque cuida sus intereses. Argentina no. Argentina abrió
todo, indiscriminadamente. Argentina que es exportador de cereales
y de trigo, vendía fideos envasados en Italia, embutidos
de España, lácteos de Holanda... Argentina, permitió
la libre movilidad de mercancía y de dinero.
Aquí yo quiero remarcar algo: en las operaciones globales
que los supermercados hacen, el propio producto desaparece dentro
del negocio global, porque el verdadero negocio tiene que ver
con movimientos de divisas y tasas de interés, es decir,
los mercados hacen negocios financieros de otro tipo en el que
el costo del producto no incide sobre la operatoria global. Es
el caso de muchos productos europeos que reciben subsidios en
sus países de origen y son exportados a otros, por ejemplo
Argentina, y el mismo subsidio les permite manejar un costo de
producto mucho más accesible incluso que los mismos productos
hechos en Argentina. Todo porque el país no ha puesto trabas
a las importaciones de mercancía, porque ha abierto sus
fronteras indiscriminadamente.
Pero existe un equilibrio entre la apertura y la protección
que muchos países europeos han encontrado y que les ha
permitido controlar el modo en el que se hacen las inversiones
en sus países...
Y también existe una gran diferencia. Por un lado son esos
países los que han buscado, como decía antes, proteger
sus producciones o, al revés, fomentar que su propio país
pueda entrar en esas operatorias globales para colocar sus productos;
y más importante todavía ha sido el compromiso social.
Esto es lo que en América Latina no está pasando.
El propio gobierno no confía en sus propios recursos ni
en los dirigentes que han surgido en la política latinoamericana
en los últimos años. Menem, Caram, Fujimori, Collor
de Melo, dirigentes que no tienen ningún compromiso social
con ningún movimiento social, dirigentes que sólo
tienen aspiraciones de tener cuentas en el extranjero llenas,
dirigentes que juegan a la imagen mediática pero que no
tienen ningún planteamiento estratégico, no tienen
calidad de estadistas, no tienen políticas de largo plazo,
ni siquiera formación para ser dirigentes de ese nivel,
pero que son sostenidos por campañas nacionales e internacionales...
y se mantiene una ficción durante un tiempo hasta que ésta
se
desmorona.
Y lo peor es que el pueblo no ha sabido ni ha podido encontrar
estrategias alternativas. Quizá a raíz de lo que
ha pasado surjan cosas distintas, pero para ello es necesario
empezar a debatir más a fondo hacia dónde van los
distintos países latinoamericanos y cómo enfrentar
la situación futura.
Pero la tendencia en el mundo
se dirige hacia la integración, ¿no es cierto?
Pero con estrategias propias, ésa es la diferencia y eso
es lo que nosotros no estamos haciendo. Existe por ejemplo una
tendencia a conformar tres grandes bloques: está China
e India con una dinámica económica muy fuerte que
no se ve agotada y que en un momento dado podría incluir
a Japón; está la Unión Europea, orientada
a incorporar a Europa Oriental, en particular a Rusia y a sus
recursos energéticos, y está Estados Unidos, y en
una relación de subordinación a él Canadá
y México.
Aunque aquí cabe aclarar que el modo en que construyen
la Unión Europea tiene un juego político mucho más
rico que la imposición unilateral de Estados Unidos con
el Tratado de Libre Comercio (tlc), ya que los norteamericanos
lo que hacen es tener un mercado común para sus empresas
y en Europa lo que se pretende es crear una república internacional
con un parlamento y una justicia, un esquema más completo
que apunta a una homogeneización cultural, con una integración
mucho más profunda que esta subordinación.
Por su parte, América Latina no está creando una
estrategia propia,. El único país que lo está
haciendo es Brasil al tratar de construir con el Mercosur una
estancia de mayor juego-mayor economía regional,
una estancia más autocentrada, que efectivamente no pretende
disputarle ni a Europa ni a Estados Unidos nada, no pretende ser
un bloque de esta envergadura, sino un subloque que juegue con
Estados Unidos y Europa.
Y el resto de los países...
No tengo un análisis muy detallado de cada uno de los países,
pero no veo que estén apostando por estrategias regionales,
México no la tiene. No veo que haya una política
definida tendente a construir algún modelo con cierta autonomía
o independencia; a lo mejor es un problema personal, pero no tengo
esa percepción.
Me parece que tenemos que hacer una revaloración de los
recursos y las posibilidades de Latinoamérica. Creo que
los países deben generar propuestas más autocentradas,
tanto en lo cultural como en lo económico. Si uno se sienta
a estudiar sistemáticamente con números las dinámicas
de las deudas, los grupos de capital, las políticas fiscales,
que es lo que en el doctorado estoy haciendo, se pueden encontrar
cosas aún más profundas.
Lo que está claro es que en los últimos 20 años
los países de América Latina han desaprovechado
las posibilidades y están perdiendo tiempo y recursos para
generar un proyecto propio que involucre los ámbitos político,
social, cultural y económico. Sabemos que la crisis de
Argentina tuvo sus causas particulares pero hay situaciones muy
similares a las de otros países latinoamericanos, causas
que potencialmente pueden estar presentes también en otras
naciones, no sólo en México. De ahí que insista
en que la situación de Argentina debe ser objeto de estudio
y de análisis en todas las universidades latinoamericanas.