Enero-Marzo 2006, Nueva época No. 97 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

 Ventana Abierta

 Mar de Fondo

 Tendiendo Redes

 ABCiencia

 Ser Académico

 Quemar las Naves

 Campus

 Perfiles

 Pie a tierra


 Números Anteriores


 Créditos



 

 

 

La imposición unilateral de una creencia contraviene a la naturaleza de la fe
Juan Carlos Plata

“No hay coacción en la religión” (Corán, 2, 256).1

“No penséis que he venido para traer paz a la Tierra, no he venido para traer paz, sino espada” (La Biblia, Mateo 10:34).
  En el año 2004, la población total en el mundo era de 6 mil 396 millones de personas (Population Referente Bureau). En 2005, según el World Factbook de la CIA, mil 200 millones de personas profesaban la religión islámica. De acuerdo con un estudio de la Universidad Hebrea de Jerusalén, la población judía en todo el orbe era, en 2001, de 13 millones 200 mil individuos y, según diversos cálculos, la población católica ascendió a mil 45 millones de personas, en el año 2000.
 
La religión ha sido una presencia constante en todas las culturas nacionales y nunca ha estado fuera de los procesos sociales, por más que, durante todo el siglo XX y los inicios del XXI, la hayan querido expulsar los filósofos, los pensadores, los hombres de ciencia.
Las religiones con raíces en la tradición de Abraham están basadas en actos de fe, de confianza, y su propuesta es una manera de existir sustentada en un llamado al amor, la justicia y la verdad, por lo que las expresiones de violencia inspiradas en estos códigos de fe no son más que interpretaciones erróneas de grupos de individuos, no de una doctrina.
 
Ante el avasallamiento cuasi total de la sociedad occidental, prisionera en gran medida del pensamiento neoliberal (lo cual es curioso, porque la cultura occidental nació del diálogo entre Occidente y los musulmanes) que en cualquiera de sus manifestaciones rechaza dialogar con el Islam, se ha dado un enfrentamiento con Medio Oriente y la tradición islámica.

De estos conflictos, del papel que han jugado en ellos el neoliberalismo y el nihilismo, del clericalismo, de la “satanización” del Islam y de la naturaleza de la fe nos habla Ramón Kuri Camacho, destacado filósofo mexicano, investigador de la Universidad Veracruzana y ganador del Premio Nacional de Filosofía en 1998.
¿Hay una razón fundamental por la cual existen, hoy en el mundo, conflictos entre religiones?
En cierto sentido sí existe una razón fundamental en el hecho abrumador de que, en los ciclos occidentales y no occidentales, la religión ha sido una presencia constante, en todas las culturas nacionales y en la cultura global. La religión nunca ha estado fuera de los procesos sociales, por más que, durante todo el siglo XX y los inicios del XXI, la hayan querido expulsar los filósofos, los pensadores, los hombres de ciencia.

Las consecuencias derivadas de los grandes excesos del totalitarismo, los excesos de los univocismos del lenguaje y la política –expresados a través del marxismo, del hegelismo, del nietzscheanismo–, y que son tentativas de generar un modo de existir, no sólo una propuesta teórica, filosófica o conceptual, han inspirado movimientos irresistibles, apasionados en la política, en los jóvenes.

Hoy en día lo vemos claramente en Francia, con jóvenes históricamente y simbólicamente incultos sobre la historia de la Revolución Francesa, jóvenes histéricos y desesperados, totalmente angustiados, con miedo al futuro y con la inseguridad de un empleo, lo cual se ha vuelto un problema existencial muy agudo que refleja a esa nación enferma que es Francia, el país en el que se dieron los grandes pensadores contemporáneos y que ahora está en decrepitud.
Entonces, ¿la historia de las sociedades y su desarrollo están íntimamente ligados a cuestiones de tipo religioso?
Las culturas que viven en el mundo globalizado del siglo XXI no pueden sustraerse del entorno que las rodea. Los movimientos que estamos viendo ahora –muchos inspirados en ideologías de la muerte de Dios– quizá estén provocando que veamos el fin de un ciclo de la larga peripecia de la muerte de Dios en el sentido filosófico, la larga historia de la muerte de Dios, en el siglo XXI, que se llamó univocismo, totalitarismo, marxismo, nazismo, comunismo, esteticismo, nihilismo y también neoliberalismo –en el sentido de que este último plantea el fin de la historia, del Estado, de la autoridad, de la cosa pública, y propone que todo sea mercado.
El fin de la historia sería ya no tener alternativa a la sociedad de mercado, a la democracia de mercado y a la equidad de mercado. Con todo esto, el hombre ya no sabe problematizar, ya no sabe cuestionar porque ha sido devastado, y se da el fin de un compromiso con una posibilidad diferente.
Esto es lo que está sucediendo en el siglo XXI y no podemos sustraernos. Y cuando digo que tal vez estemos en el fin de un ciclo, podría ser que sea la muerte del nihilismo que surgió de la Ilustración y se inicie un nuevo nihilismo constructivo o activo. Pese a ello, los mundos que pertenecen a la tradición abrahámica –el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam– tampoco pueden abstraerse de sus propias tradiciones y de sus propias respuestas, y están inaugurando, al menos en el caso del Islam, una nueva forma de ver, de confrontar o de acompañar al hombre de nuestros tiempos.
Los mundos que pertenecen a la tradición abrahámica –el judaísmo, el cristianismo y el Islam– no pueden abstraerse de sus propias tradiciones y de sus propias respuestas, y están inaugurando, al menos en el caso del Islam, una nueva forma de ver, de confrontar o de acompañar al hombre de nuestros tiempos.
En el caso de México, que somos periferia del Occidente, estamos viviendo un nihilismo puro, en el sentido de agravio, y el caso más evidente es el de los medios de comunicación que, siendo una referencia, no acompañan al mexicano en la educación de su libertad, porque finalmente los mexicanos somos libres, pero hay que educar esa libertad, según el pensamiento de Kant o Spinoza.

En México, no hay una cultura sin referencia, por lo menos implícita a una tradición que se dejó venir desde la Biblia y el Cristianismo.

En este sentido, ¿identificar al Islam como una propuesta violenta es un error?
No hay que identificar al Islam como una propuesta violenta; sería un abuso del lenguaje, un exceso y una ignorancia. Lo que ha pasado es que una minoría violenta y con una tradición que viene del Islam no ha podido abstraerse de convertirlo en un código penal, pero el Islam no es eso. El Islam tiene una propuesta estética, ética, moral, que surge de una comunidad, un pueblo y una tradición.

Mahoma es referencia de una tradición extraordinariamente rica y sapientísima en el corazón de la tradición abrahámica. El Islam es una religión de profecía, de Mahoma, por eso no aceptan la tesis escandalosa del cristianismo de que Dios se hizo hombre.
¿Hay una negación sistemática de Occidente a aceptar la influencia o la relación histórica que se tiene con el Medio Oriente?
La sociedad neoliberal –prisionera en gran medida del logos occidental que viene de una tradición ateniense–, en cualquiera de sus manifestaciones, rechaza dialogar con el Islam, lo que es curioso porque Occidente nació precisamente de ese diálogo.
Ahora hay un debate en la Comunidad Económica Europea para construir la Constitución Europea, y los representantes dicen que debe ser hecha a partir del pensamiento ateniense y del cristianismo. Pero ahí hay un problema grandísimo, porque en Europa son históricamente antisemitas, después de lo que pasó con el Holocausto y las guerras mundiales que ha hecho Europa (y en las que Estados Unidos compró esos problemas).

Ahora resulta que los estadounidenses están siendo responsables de los problemas que ocasionaron los europeos. Hay que ir contra la hipocresía europea. Los grandes conflictos los generaron los alemanes, los ingleses, el nihilismo occidental y su antisemitismo, y ahora quieren construir una Unión Europea para curarse en salud de sus nacionalismos, pero dejando de lado cómo se formó Europa en el diálogo extraordinariamente rico e importante entre Grecia y el judaísmo.

En toda Europa, hay 12 millones de musulmanes; siguen siendo una minoría. En Dinamarca, son aún más una pequeña minoría en un país blanco, luterano, quizá no tan racista como Alemania. Sin embargo, ahí se acaba de dar un conflicto por unas caricaturas ofensivas para el Islam y ahí, precisamente, se dijo que se defiende el derecho sagrado de la libertad de expresión –que pertenece al nihilismo contemporáneo–, pero esa libertad tiene que ver con el concepto de democracia y hay una minoría que fue ofendida y agraviada. Entonces, si les encanta la libertad de expresión, que vayan a Karachi, Damasco, Palestina, Arabia Saudita o Afganistán a ponerle a Mahoma un turbante en forma de bomba.
No hay que pensar que el Islam es una propuesta violenta; sería un exceso y una ignorancia. Lo que pasa es que una minoría violenta y con una tradición que viene del Islam no ha podido abstraerse de convertirlo en un código penal, pero el Islam no es eso. El Islam tiene una propuesta estética, ética, moral, que surge de un pueblo y una tradición
¿Qué responsabilidad se tiene, pues, con la consabida libertad de expresión cuando hay una minoría que está siendo agraviada?
La libertad se educa. En este caso particular, se tiene una responsabilidad como periodista y con los derechos de esa minoría que está en Dinamarca, pero parece que esto no todos lo entienden; de hecho, después, de una manera ridícula y violenta, en varios países se reprodujeron las caricaturas.
Ésa no es una manera de dialogar, porque, entonces, una vez más se agudiza el problema y ponen entre la espada y la pared a los musulmanes que quieren tener conciencia de que pertenecen a una comunidad de fe que no es la violencia pero, al sentirse agraviados, no generan una crítica política, social o moral de Occidente, sino que participan en el enfrentamiento.

Los europeos dicen ahora que su historia empieza con Descartes y Kant, y eso no es cierto. La tradición occidental que se forjó en dura lid, en este diálogo entre Atenas y la Biblia que fue riquísimo y que le dio significado a la historia europea, se está negando; ahora, so pretexto de un lenguaje único que surgió de la Ilustración, se está rechazando este diálogo.
Es como si uno dijera en México que la historia empieza con Miguel Hidalgo y con Morelos y que continúa con Juárez y la Revolución. Es mentira, la sociedad en la que vivimos nació en el siglo XVI con los evangelizadores enfrentados contra el mundo prehispánico. Pero, como buenos mexicanos, creemos todos los mitos liberales del siglo XIX y los mitos revolucionarios del XX de que la nación se formó, en hondura y profundidad, durante la época de Hidalgo, y estamos mitificando esto.

Estos debates nos conciernen. En México, tenemos un ejemplo muy claro: Juárez enfrentó al clericalismo, no a la fe católica. El clericalismo es una herejía. Todo el tema de los enfrentamientos entre San Agustín y Pelagio se basa en que el clericalismo te hace desobligado, infantil, irresponsable, no te hace crecer como creemos, te deja dependiendo del cura.

Las tres grandes religiones abrahámicas no pueden ser rehenes a rajatabla de la ontología griega, porque la fe no está ni al principio ni al final de la metafísica; es una propuesta de fe: fides en latín es confianza, y el hombre no puede vivir sin confianza, sin fe. El problema es que uno de los males de nuestro tiempo es vivir en la incertidumbre: no se tiene certidumbre de nuestra vida y de nuestra coexistencia.

¿Es imposible la imposición de la fe?
La fe es un don, una gracia, un regalo. Por esta razón no se puede imponer, porque contravendría a la propia naturaleza de la fe. No puedes ir con la cimitarra y con el Islam agrediendo seres humanos; es una contradicción absurda y aberrante. No hay una moral musulmana, no hay una caridad cristiana, sino una moral común que la fe sitúa en una perspectiva nueva, en la que la caridad está ligada a la nominación de Alá, de Yavé y de Dios, de quienes emana una dialéctica del amor y de la justicia, que no es la justicia de los hombres porque ésta es siempre violenta.

Ese llamado a la fe arrastra siempre una manera de vivir, de comportarse y de existir. En la fe no sirve el esquema pregunta-respuesta, pues una cosa es responder a una pregunta filosófica o de ciencia –en el sentido de responder a un problema planteado– y otra cosa es responder a un llamado –en el sentido de responder a un modo de existir–, y la pertenencia a la comunidad musulmana o católica pone en juego la noción de respuesta, porque no hay esquema que pueda ser considerado universal, no es algo científico.

La sociedad neoliberal
–prisionera en gran medida del logos occidental que viene de una tradición ateniense–, en cualquiera de sus manifestaciones, rechaza dialogar con el Islam, lo que es curioso porque Occidente nació precisamente de ese diálogo
En el binomio pregunta-respuesta se encuentra, en gran parte, la historia del hombre, sobre todo occidental, porque una determinada pregunta filosófica o planteamiento científico exige una respuesta, en el sentido de una solución a un problema planteado, y a esto ha correspondido una manera de existir. Es decir, a una pregunta que formularán y tratarán de resolver Descartes o Kant o Hegel o Spinoza corresponde una forma de existir que intentan imponer o proponer.

¿Es, entonces, el fundamento filosófico del neoliberalismo el que no ha permitido coexistir a las religiones?
Probablemente, en la actualidad. Pero no es la razón total, porque antes de que hubiese neoliberalismo o nihilismo tampoco coexistíamos los seres humanos. Actualmente se ha puesto de moda el multiculturalismo, pero éste ocasiona otros problemas modernos, dado que la pura afirmación de las culturas está provocando la negación de otras culturas, el relativismo de ellas… Las identidades están generando una especie de apoteosis, una nueva forma de ideologización muy violenta porque excluye a los demás, a pesar de que la afirmación de las identidades fuera para reivindicar los derechos de las minorías, pero están creando nuevos problemas, porque las convicciones se argumentan, las identidades no, sólo se afirman. Por ejemplo, si yo acepto el hecho de que somos seres humanos diferentes, es correcto, es una afirmación, es real.

Parece, pues, que el multiculturalismo genera problemas muy delicados, porque no acepta criterios. Neoliberalismo, nihilismo, multiculturalismo son problemas que están ahora en el corazón de la sociedad y tenemos que saber pensarlos y ver si los clásicos pueden o no decir algo al respecto.

Somos rehenes de una sola propuesta conceptual, llámese sociedad de mercado, equidad de mercado, democracia de mercado, ética de mercado; somos rehenes del éxito entendido como el hecho de ser mejor que el otro, no por una razón de ser competente, sino por competencia que castra al otro en su dignidad de ser humano. El punto aquí no es ser bueno, sino ser mejor, y el concepto de virtud se pone en jaque en esta sociedad de mercado. Y es en este escenario donde vemos a merolicos, como Miguel Ángel Cornejo, diciendo que hay que ser excelente y ser mejor.

El ser rehén de todos estos detalles hace, entonces, casi imposible una relación con diferentes campos religiosos; sin embargo, también la fe religiosa se apropia y se distorsiona cuando impone en sus ciclos lenguajes únicos, pero ése no es el campo de la fe.

Las religiones de las que hemos estado hablando tienen una naturaleza basada en el amor, pero estamos viendo y viviendo interpretaciones de la fe que se vuelven violentas.

¿Estas expresiones son, en sí mismas, antítesis de la fe?
Sí, eso se ha dado desde siempre. San Agustín afirma que no es posible pensar los misterios, pero es racionalmente posible creer en ellos, y eso siempre ha estado dentro de las religiones en conflicto consigo mismas. Pero cuando estos detalles se convierten en lenguajes ligados al poder político, como es el caso de la Iglesia católica, al menos en los siglos XII, XIII y XIV, deja de ser la institución de fe, se convierte en una institución política y ya no tiene capacidad de entender la sociedad.
Las grandes religiones abrahámicas no pueden ser rehenes de la ontología griega, porque la fe no está ni al principio ni al final de la metafísica, es una propuesta de fe: fides en latín es confianza, y el hombre no puede vivir sin confianza, sin fe. El problema es que uno de los males de nuestro tiempo es vivir en la incertidumbre
El diálogo entre el Occidente y el Islam ha tenido sus épocas brutales y lenguajes totalitarios; incluso, el cristianismo generó sus propias herejías y violencias. En cambio, el Islam no ha tenido sus herejes. Mahoma muere en el año 632 y nadie imagina en Occidente que se está gestando una fe nueva a la que no le interesa el latín, ni Jesús, y que tiene su propia lengua. Además el Islam no ha tenido su equivalente a Lutero o a Calvino que ha tenido el cristianismo; quizá ésta sea una de las razones del problema que el Islam plantea a Occidente hoy en día.

Por su parte, la sociología o las ciencias políticas son incapaces de entender y de soportar este fenómeno; sólo quienes pensamos y hacemos teología somos un poco más capaces de entender esto. Las ciencias sociales, en general, que sólo hablan de entorno social, que están ligadas a la culpa de la sociedad, a la cultura y a la historia, y que expulsaron a Abraham y a ese pensamiento gigantesco, son incapaces de darle un soporte teórico a estos conflictos.

Freud dice que no hay ángeles, demonios ni dioses, todo es actividad psíquica, y para las ciencias sociales, todo es actividad social, cultural, histórica; por tanto, el diablo se quedó sin trabajo por bien y por arte de las ciencias sociales.

La fe del Islam o del cristianismo y el judaísmo no deben imponer unilateralmente sus puntos de vista porque dejan de ser fe, sino que tienen que proponer el llamado al amor, la justicia y la verdad.