Septiembre-Octubre 2002, Nueva época No. 57-58 Xalapa • Veracruz • México
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Rafael Velasco, vida dedicada
a la educación, la psiquiatría y
la lucha contra las adicciones

Edgar Onofre Fernández Serratos

Luego de recibir el premio ANUIES en la ciudad de Mérida, Yucatán, el doctor Rafael Velasco Fernández comparte los sucesos más importantes y significativos de su vida profesional.
El premio anuies por la contribución a la educación superior se otorga como un reconocimiento público a la persona que, con su prolífico trabajo y su trayectoria profesional, ha promovido, gestionado o impulsa-do el mejoramiento y consolidación de la calidad de la educación superior. Para ello, los candidatos son elegidos y promovidos, en nombre de la comunidad, por el rector de una institución o los rectores de distintos centros educativos, quienes consideran sobre todo el interés y la dedicación del seleccionado por el desarrollo de la educación superior.
Este año, el galardonado fue Rafael Velasco Fernández, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana y del Patronato de la Universidad Autónoma Metropolitana, quien desempeña además muchas otras funciones con las que sigue cumpliendo cabalmente, amén de una trayectoria reconocida en el ámbito nacional e internacional.
Ciertamente la vida de Velasco Fernández ha girado en torno a la educación superior y a la psiquiatría, en ocasiones yendo por la delgada línea que separa la práctica docente y la profesional, pero sin dejarlas de lado en ningún momento. Su trabajo lo ha llevado a dedicarse de manera fundamental a la lucha contra las adicciones, labor esencial en México, país que pese a no encontrarse en los primeros lugares en consumo de drogas, presenta una tendencia a la alza, según demuestran
estadísticas.
Durante su actividad académica, a Velasco Fernández le tocó vivir una etapa difícil y decisiva para las universidades públicas del país, después de 1968. En un ambiente de efervescencia estudiantil, cumplió funciones como rector interino en varias instituciones, donde tuvo que adoptar una actitud conciliadora. En ese tiempo pudo llevar a cabo importantes reformas, entre ellas la educación preparatoria de dos a tres años, o las licenciaturas de ocho semestres, además de lograr el reconocimiento de la autonomía universitaria en el artículo tercero constitucional.
En la actualidad, Velasco Fernández advierte cambios importantes en las universidades públicas, como la eliminación del porrismo estudiantil en la mayoría de las instituciones, la planeación con el Estado y la rendición de cuentas ante el gobierno, tanto federal como estatal. Sin embargo, reconoce que falta mucho por hacer, como resarcir la carencia de recursos económicos de las casas de estudio y buscar una solución a la creciente demanda
de educación superior que
enfrenta el país.

Recientemente recibió el premio anuies por la contribución a la educación superior 2002, ¿qué le significa tal reconocimiento?
Este premio lo han ganado personajes muy distinguidos, amigos míos, y ahora el jurado calificador –que es el Consejo Nacional de la anuies– me otorgó esa distinción que yo agradezco y que me compromete, todavía más, con la educación superior. Por otra parte, es un reconocimiento muy especial, ya que le dediqué la mitad de mi vida al trabajo en el ámbito educativo. Tuve la fortuna de ser rector de esta universidad, pero también secretario de la misma, cuando la secretaría no era académica sino general. Más tarde fui, dos o tres años, secretario ejecutivo de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (anuies), por lo que tuve la oportunidad de ligarme todavía más a la educación superior de México, por más de ocho años que duró el cargo. Después, el presidente Miguel De la Madrid me designó subsecretario de educación superior, cargo que desempeñé durante cuatro años. Si sumamos, se dará cuenta de que le dediqué muchos años a esta labor, orgullo que se duplica al saber que mi trabajo contribuyó a realizar cambios positivos.

Cuando le anunciaron que iban a promover su candidatura, ¿cuál fue su reacción?
Les expresé que tenía mucho interés en participar –a sabiendas de que estaban postuladas personalidades muy distinguidas del ámbito educativo– y que el solo hecho de participar era un honor. Entonces, admití la invitación y entregué toda la información requerida para que empezara a funcionar el mecanismo establecido en la convocatoria. La notificación, pues, fue una sorpresa muy
agradable.

Desde su perspectiva, el premio a la cooperación para la educación superior, ¿tiene más que ver con su trabajo en la academia o con su trabajo en la vinculación?
No, con el trabajo contra los problemas universitarios. Me tocó vivir una época muy difícil, después del 68, en la que tuvimos que resolver muchos casos graves en universidades públicas de todo el país. Me tocó ser el amigable componedor en conflictos muy graves, pues el Consejo Nacional de la anuies me envió a algunas universidades como rector interino. Me tocó una época en la que había que actuar. Eso no quiere decir que no haya tenido la oportunidad, en la anuies y en la Universidad, de hacer labor
académica.
En la Universidad Veracruzana me tocó llevar a la práctica los acuerdos de Villahermosa de la anuies. Esto es historia antigua, pero conseguimos que la preparatoria se cursara en tres años en lugar de dos. También logramos que algunas carreras se realizaran en ocho semestres. Fueron cambios muy importantes que me tocó vivir en la máxima casa de estudios del estado de Veracruz.
No obstante, considero que lo que tomaron en cuenta para otorgarme el premio fue mi labor en anuies y en la subsecretaría. En la primera, por los tiempos difíciles en los que hubo que resolver conflictos graves y, probablemente, por haber logrado que se hiciera una adición al artículo tercero constitucional, en donde quedara claramente descrita la autonomía. A partir de 1980 en que se logró la adición –naturalmente con la ayuda de personalidades distinguidas como Diego Valadés, Salvador Valencia Carmona y Roberto Bravo Garzón–, trabajamos muy duro y fue la época en que logramos elevar a la categoría de constitucional la autonomía universitaria. Yo pienso que ése es el hecho más importante porque significó un cambio: de 1980 para acá ya no hay que andar discutiendo qué es la autonomía universitaria; está escrito en la Constitución, hay que ir a ella. Pudo haber quedado mejor, eso es cierto, porque la ley siempre es perfectible, pero hay ahí un referente muy importante.
Otro hecho relevante que, quizá hayan tomado en cuenta los miembros del jurado es que, durante mi actividad como secretario ejecutivo de la anuies se estableció, por primera vez en México la planeación de la educación superior de las instituciones públicas con el Estado, es decir, se empezó a planear conjuntamente y se creó la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior.

En el caso de que tuviera que señalar tres temas sobre los que ha construido su vida, ¿cuáles serían?
La psiquiatría, con sus derivaciones: la psiquiatría de la adolescencia y los problemas de alcoholismo y drogadicción; la educación superior, de la que acabamos de hablar, y mi actividad profesional, que nunca abandoné. Aun siendo subsecretario de Educación Superior, visitaba mi consultorio un día de la semana para seguir viendo a mis pacientes, por lo que puedo decir que nunca abandoné la actividad profesional. Esto fue importante porque en los tiempos en que dejaba de tener actividad administrativa en el gobierno me refugiaba en mi consultorio, donde siempre tuve quehacer.
Esos son los tres temas sobre los que he construido mi vida profesional, pero podría agregar cosas tan interesantes como el deporte, que nunca lo dejé, o la vida familiar. Siempre tuve un pie puesto en la educación y el otro en la salud. Incluso recuerdo a uno de mis maestros, don Ignacio Chávez, fundador del Instituto Nacional de Cardiología y rector de la unam, quien decía que nunca supo cuándo dejaba de ser médico para empezar a ser maestro.
Ahora, ya de viejo, entiendo bien lo que él quiso decir. A mí, guardando toda la proporción con el maestro, me ha pasado lo mismo. De repente uno no se da cuenta de qué está siendo didáctico a la hora de ejercer la medicina, y viceversa: los maestros transmiten los conocimientos y al mismo tiempo hacen una especie de receta para los jóvenes.

¿Cuáles podrían ser algunos cambios sustanciales que se han dado en el quehacer universitario desde que usted fue rector?
En principio debo reconocer que hay algunas cosas que no han cambiado; por ejemplo, la falta de presupuesto, problema ancestral que me tocó vivir desde años atrás y que se sigue padeciendo en la actualidad, a pesar de que todas las instituciones de educación superior desearían mejorar su capacidad económica para hacer más y mejores cosas.
Por otra parte, en esta Universidad me tocó vivir una época en la que existía el porrismo estudiantil. Sin embargo, ahora tal fenómeno ya no existe en el escenario universitario, al menos en el de esta institución. Ahora se planea con el Estado realizar ese cambio que sin duda es favorable, por lo que –considerando éste y otros esfuerzos– creo que a pesar de todos los problemas económicos del país se sigue atendiendo a la educación superior en la medida de lo posible. De hecho, me impresionó lo que Julio Rubio Oca, subsecretario de Educación Superior, expresó el día del informe del rector Arredondo; se nota que hay un esfuerzo real por mejorar las condiciones de la educación superior.
Por ello pienso que los grandes problemas internos de las universidades que se vivieron anteriormente parece que van amainando, aunque no cantaría victoria todavía. Esto podremos aclararlo en los próximos meses cuando se realice en México el Congreso Universitario, del cual puede surgir un probable cambio a la Ley Orgánica de la unam, que tendrá que repercutir en las demás y, a lo mejor, hasta en la ley de autonomía.
Debo mencionar también que ha habido algunas complicaciones que no existían anteriormente y es la politización de las cosas. Nunca los rectores, que yo recuerde, se opusieron a que hubiera una rendición de cuentas, jamás. Sólo que hoy este proceso es diferente. Antes se hacía ante el Consejo Universitario y se publicaba; hoy dicha rendición se realiza ante el Estado, tanto el federal como el estatal, lo cual me parece correcto. Incluso la Universidad Veracruzana es la primera que ha manifestado su total congruencia con ello: ya presentó su documentación y ha sido auditada dos veces, tanto por la federación como por el gobierno local. Ése es un cambio favorable que las universidades deben aceptar, y lo están haciendo abiertamente.
En el terreno académico me parece que hay más orden. La administración de las instituciones, a pesar de su crecimiento, no es mala o no es del todo mala en algunos centros educativos. Estos cambios se pueden ver desde fuera o desde dentro con bastante facilidad. Una persona como yo, que ha vivido tantos años en el ámbito educativo, lo puede notar claramente.

¿Cuál es su opinión sobre la relación Estado, sociedad y universidad?
Recuerde los hechos pasados cuando había, prácticamente, un enfrentamiento tras otro. Desde que existe la oportunidad de planear juntos y de aceptar que todos estamos en el mismo barco, las cosas han cambiado considerablemente, lo que no quiere decir que no haya diferencias. Una de las funciones más importantes de las universidades públicas –debiera ser también de las privadas– es ser elemento crítico de la sociedad y del gobierno, por lo que este último debiera dar todas las facilidades para que se haga la crítica formal desde las instituciones de educación superior. Es lógico: si ahí está la gente preparada, ésa es la que debe hacer la crítica. Las discrepancias todavía continúan, pero de eso a los enfrentamientos graves que nos tocó vivir hace años hay un buen trecho.

Considerando el panorama internacional, ¿cuál es la situación de la educación superior en México?
Si lo comparamos con los países ya desarrollados, tecnificados –como Japón, Canadá, Estados Unidos y las naciones europeas–, México está a una gran distancia de ellos. Todavía nos falta muchísimo. Incluso es curioso que se hable de que hay alguna universidad mexicana que tiene un nivel de excelencia, pero para hablar de excelencia hay que haber visto lo excelente. Ciertamente yo he visto lo excelente, pero en muchos países desarrollados, y México aún está lejos de eso, lo cual no quiere decir que no tengamos algunos sectores de la ciencia, de la tecnología y de otras disciplinas compitiendo paralelamente con otros países. Sin embargo, en
general no sucede lo mismo con nuestra educación superior.
Si nos comparamos con otros países cuyos procesos de desarrollo son similares al de nuestra nación, yo diría que vamos bien, incluso que vamos mejor que la mayoría. Yo fui vicerrector para Centroamérica, México y el Caribe de la Organización Universitaria Interamericana (oui), por lo que puedo afirmar que México, junto con Argentina, Uruguay y Brasil, sigue siendo en ese aspecto como un hermano mayor, porque la gran mayoría de los países latinoamericanos están viviendo una etapa en la que sus universidades todavía tienen que levantar el vuelo.

Háblenos del otro tema que bien conoce: las adicciones. ¿Qué lugar ocupa México en la lucha contra las adicciones?
Aún no lo sabemos. Estamos utilizando en México estudios epidemiológicos comparables en calidad con los de los países desarrollados, y no sólo eso, con la misma metodología científica, pero apenas estamos inmersos en ese proceso. Sin embargo, con los otros países en desarrollo y los no desarrollados, definitivamente no podemos compararlo porque ellos no tienen estadísticas aceptables.
Afortunadamente, México no está entre los primeros lugares ni en los últimos en el consumo de drogas. De hecho, el problema no es que seamos de los grandes consumidores de sustancias ilegales, sino que este conflicto está aumentando, y aunque el consumo de marihuana se ha mantenido, el de la cocaína está incrementando. Además entraron, hace ya algunos años, las drogas de diseño que se hacen en cualquier baño y con cualquier aparato, al tiempo que en algunos puntos del país, sobre todo de la frontera norte y de lugares turísticos, también ha aumentado el consumo de heroína. Por ello tenemos suficientes motivos para preocuparnos.

Su vida ha estado dividida entre la psiquiatría, la lucha contra las adicciones y la educación superior. ¿Tenía algún motivo en especial para escoger este camino?
Los motivos se van dando. Yo siempre quise estudiar psiquiatría y en cuanto pude lo hice. Posteriormente fui, durante 21 años, maestro de psiquiatría infantil y de la adolescencia en el posgrado de la unam, hecho que me permitió ser director de la Clínica de la Conducta de la sep. Este periodo fue crucial porque empecé a ver los problemas vitales de la juventud, como el consumo de drogas, y me dediqué a su estudio. Ya como director de Salud Mental trabajé en programas dedicados a combatir el alcoholismo y el consumo de estupefacientes; también tomé un curso en las Naciones Unidas con la Organización Mundial de la Salud sobre adicciones, lo cual hizo que me acercara mucho más al problema. Todo se va dando de acuerdo con la actividad que uno va teniendo o, al revés, quizá por los intereses personales se van dando las actividades.

¿Cuál es su opinión sobre la idea de legalizar la marihuana?
Hay gente que quisiera que todo se solucionara con una varita mágica, y se les ocurre, sin tener la menor idea de lo que es la adicción, que legalizando se acabó el problema. Están totalmente equivocados, lo cual se debe tomar en cuenta. Principalmente los partidarios de la legalización de la marihuana son escritores y economistas; de hecho hay pliegos firmados por destacados literatos –como Gabriel García Márquez– y economistas afamados
–un premio Nobel de Economía, Freeman–. Sin embargó, nunca veremos a especialistas de la salud mental o de las adicciones firmar un documento en cuyo contenido se solicite legalizar tales sustancias.
Tenemos un problema mundial y no debemos ser derrotistas. Lo primero que dicen los que están por la legalización es que la batalla está perdida y no es así. Lo que deberían saber es que en Suecia, Islandia, Noruega y otros países han logrado con programas preventivos reducir el fenómeno a cifras muy manejables en el curso de los últimos años. No, la batalla no está perdida. El combate contra el narcotráfico no lo sé, pero la lucha contra las adicciones, no. Además, bien sabemos que si se disminuye el consumo de drogas, se reduce el problema del narcotráfico.
Es muy fácil pensar en que si legalizamos las drogas se acabó el problema. Error, porque habría que prohibirlas a ciertas personas, como enfermos, mujeres embarazadas, niños o adolescentes. Entonces habría un mercado negro enorme para los narcotraficantes, quienes tendrían un gran negocio por la vía de la legalidad y otro por la vía de la ilegalidad. Esto es una realidad, no estoy diciendo mentiras: durante los últimos 24 años del siglo xix, en los Estados Unidos hubo más narcotráfico relacionado con el opio que en ninguna otra época, aun cuando este narcótico estaba legalizado.

Un argumento de los que están a favor de la legalización de las drogas es que en la época de la recesión estadounidense pudieron salir de ella gracias a que legalizaron el alcohol...
Primero, gran mentira, no fue así. Durante la época en la que el consumo y tráfico del alcohol fueron considerados ilegales, se logró bajar mucho la incidencia de cirrosis hepática. Pero yo no estoy por la prohibición del alcohol, de ninguna manera. El problema ahí es que están comparando drogas incomparables: para hacerse alcohólico se necesitan, por lo menos, de tres a seis años de ingestión excesiva de alcohol, y yo puedo hacerte adicto a la heroína en una semana, tan sólo con una inyección de esta droga cada tercer día. A los quince días, si no consigues la heroína, matas para obtenerla. Estamos hablando de drogas distintas. Además, el alcohol se había utilizado socialmente durante muchos años, por lo que fue un error prohibirlo; tan es así que este hecho desencadenó fenómenos mucho más graves que los que provocaba el consumo de alcohol.

También se habla mucho de países como Holanda, el laboratorio social, dicen, donde muchas drogas son legales…
Ningún país del mundo ha legalizado las drogas. Las permiten, pero sin considerar las leyes. En Ámsterdam venden la marihuana en cualquier coffee shop y la reparten a domicilio como si fueran pizzas; de hecho, es como si estuviera legalizada, pero no lo está. Hay que aclarar que ahí los reglamentos municipales se saltan las leyes generales, de tal manera que les dieron la vuelta y reglamentaron los coffee shops, pero no está legalizada ni la marihuana ni alguna otra droga.
Por otro lado, Holanda hace años dejó de ser el laboratorio que fue, porque su intento fracasó. En este momento están estudiando qué van a hacer, lo mismo en Zürich, Suiza. Anteriormente se creó un grupo de siete u ocho ciudades que estaban a favor de dicha legalización, pero, como respuesta a ello, 47 ciudades –entre las que estaban París, Berlín y Estocolmo, entre otras– fundaron otra liga que se pronunció en contra de ese acto. Esto nos demuestra que no debemos ser derrotistas y que tenemos que trabajar conjuntamente para combatir este problema grave de salud, porque sí se puede lograr.