Septiembre-Octubre 2002, Nueva época No. 57-58 Xalapa • Veracruz • México
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Muchos cambios se han producido
por una mayor conciencia social
sobre los problemas ambientales

José Sarukhán Kermez

Palabras pronunciadas en nombre de los científicos mexicanos Gonzalo Halffter y Arturo Gómez-Pompa, durante la ceremonia de entrega de la medalla de oro al Mérito uv, celebrada el 27 de septiembre en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2002.
M e ha correspondido el especial honor de agradecer, a nombre mío y de mis colegas, la honrosa distinción que la Universidad Veracruzana ha tenido a bien otorgarnos.
En mi caso especial, debo mencionar que representa un honor adicional recibir esta distinción junto con dos colegas, los doctores Gonzalo Halffter Salas y Arturo Gómez-Pompa, quienes han sido fuente importante de inspiración e influencia en mi formación personal, y de los cuales me ha enriquecido su experiencia y me ha privilegiado su amistad por décadas.
Los tres, ellos antes que yo, hemos compartido preocupaciones, esfuerzos a veces, el propósito siempre, de ver a México en una mejor situación en lo referente al uso racional de sus recursos naturales, a la adecuada atención a los numerosos problemas ambientales que encaramos en este país, a la formación de nuevas y mejores generaciones de jóvenes en el área de la biología y la ecología, y a la necesaria construcción de instituciones para lograr todo lo anterior. Un ejemplo está aquí en Xalapa, como producto de los esfuerzos de los doctores Halffter y Gómez-Pompa.
No puedo dejar de compartir mis reflexiones con ustedes acerca de cómo ha cambiado el entorno en el que los tres iniciamos nuestro trabajo profesional desde mediados de los cincuenta y los sesenta hasta el presente.
Para empezar, el concepto mismo de Ecología y su uso en los medios extraacadémicos. Hace unos 40 años la preocupación era que se mencionara la palabra “Ecología” en los discursos oficiales y en la mente de la gente de la calle. Ahora, supongo que nuestra preocupación se ha desplazado a evitar que el término se corrompa por su uso indiscriminado en los círculos políticos y pase del discurso a la acción efectiva y concreta. Pero es una ganancia. No hay duda de que muchos de los cambios, modestos algunos, importantes otros, pero todos al fin cambios, se han producido por una mayor conciencia social acerca de los problemas ambientales que la actividad humana ha generado en el pasado y lo hace en el presente. Tampoco hay duda de que en la última década la interacción del medio académico con el sector social, y especialmente con el gubernamental, ha cambiado profundamente. El único otro ejemplo con el que veo un paralelo a esta interacción de la academia con el sector público de nuestro país está en el área de la salud.
Sin embargo, creo que los cambios más importantes se han dado en el número de profesionistas dedicados al estudio de problemas ambientales, y del manejo más racional y la conservación de nuestros recursos naturales. En no más de tres décadas hemos transitado de poder contar con los dedos de una mano los profesionistas preparados en el nivel del posgrado en ecología o asuntos ambientales, a tener decenas de investigadores del mejor nivel internacional y aseverar con satisfacción que México tiene un claro liderazgo en diversos componentes de las ciencias que inciden en la atención a los problemas ambientales y ecológicos. El número de jóvenes que están en proceso de obtener grados de maestría y doctorado en ecología y en especialidades afines se mide ahora en varios cientos, en posgrados de muy alta calidad, apoyados en plantas docentes nacionales de primer nivel.
Lo anterior fue posible gracias a la creación o el crecimiento de instituciones que se dedicaron de lleno a la investigación de problemas, tanto fundamentales como aplicados, referentes al conocimiento, usos y manejo más racional de nuestros recursos y los varios problemas ambientales que han aquejado, aquejan y aquejarán de manera creciente a nuestro país. Y como consecuencia natural de lo anterior, a la formación de nuevas generaciones de jóvenes entrenados en el ejercicio de la investigación a la que me he referido. Pocas áreas de las ciencias han tenido en México este desarrollo institucional y de capital humano de alto nivel en tan poco tiempo.
El tema que convoca la Feria del Libro Universitario, en cuyo seno ocurre la ceremonia en que nos encontramos, constituye sin duda alguna el asunto de mayor envergadura que la especie humana ha encarado en su relativamente breve existencia en este planeta. Este problema consiste en contestar una formidable pregunta: ¿Cómo lograr un desarrollo social y humano que reduzca sustancialmente las enormes inequidades globales, regionales e incluso nacionales, para alcanzar un nivel digno de vida que al lograr lo anterior no comprometa la fundamental trama ecológica que sostiene la vida y la actividad humana, trama sin la cual la vida como la conocemos no podría mantenerse?
Actividad económica a escala global. Es posible que ese crecimiento de actividad pueda proteger, regenerar y restaurar las condiciones ambientales presentes. Puede proveer de bienestar sustentable y producir un crecimiento en la calidad de vida para todos los seres humanos de la Tierra. Hay un espacio en lo que queda de recursos en el mundo y con las condiciones ambientales que hoy tenemos, así como tiempo para lograr lo anterior. Para ver este siglo el arribo de un futuro mucho más bello, más íntimo, basado más en el logro de bienes espirituales que materiales, más humano y equitativo. Ese futuro que constituye un contraste tan marcado con los escenarios que resultarán de seguir funcionando y creciendo económicamente como lo estamos haciendo hasta ahora. Pero ese espléndido futuro no se logrará sin el compromiso profundo de todos los sectores sociales y, en consecuencia de ellos, de los gobiernos.
Me viene a la memoria la anécdota de un famoso militar francés, el mariscal Lyautey, que ya retirado a su mansión y a sus propiedades, planeaba hacia el fin de un invierno cómo debería desarrollarse el nuevo jardín que se plantaría ya entrada la primavera. Habiendo escogido una especie de árbol, discutía con su jardinero la posición que debería tener en su arboretum. El jardinero le replicó al mariscal que el árbol no florecería sino hasta muchas décadas después, a lo que respondió: “Si es así, entonces plante este árbol hoy mismo en la tarde”.
La medalla que hoy recibimos nos honra, desde luego, como ya lo he mencionado anteriormente. Pero también nos estimula a seguir con el esfuerzo y el trabajo que hemos invertido a lo largo de nuestras vidas, nos estimula a plantar más árboles, aunque sea de los que toman tiempo en florecer. Gracias, a nombre mío y de mis colegas, a la uv por la distinción con la que hoy nos ha honrado.