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Muchos
cambios se han producido
por una mayor conciencia social
sobre los problemas ambientales
José
Sarukhán Kermez
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Palabras
pronunciadas en nombre de los científicos mexicanos Gonzalo
Halffter y Arturo Gómez-Pompa, durante la ceremonia de entrega
de la medalla de oro al Mérito uv, celebrada el 27 de septiembre
en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2002.
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M
e ha correspondido el especial honor de agradecer, a nombre mío
y de mis colegas, la honrosa distinción que la Universidad
Veracruzana ha tenido a bien otorgarnos.
En mi caso especial, debo mencionar que representa un honor adicional
recibir esta distinción junto con dos colegas, los doctores
Gonzalo Halffter Salas y Arturo Gómez-Pompa, quienes han sido
fuente importante de inspiración e influencia en mi formación
personal, y de los cuales me ha enriquecido su experiencia y me ha
privilegiado su amistad por décadas.
Los tres, ellos antes que yo, hemos compartido preocupaciones, esfuerzos
a veces, el propósito siempre, de ver a México en una
mejor situación en lo referente al uso racional de sus recursos
naturales, a la adecuada atención a los numerosos problemas
ambientales que encaramos en este país, a la formación
de nuevas y mejores generaciones de jóvenes en el área
de la biología y la ecología, y a la necesaria construcción
de instituciones para lograr todo lo anterior. Un ejemplo está
aquí en Xalapa, como producto de los esfuerzos de los doctores
Halffter y Gómez-Pompa.
No puedo dejar de compartir mis reflexiones con ustedes acerca de
cómo ha cambiado el entorno en el que los tres iniciamos nuestro
trabajo profesional desde mediados de los cincuenta y los sesenta
hasta el presente.
Para empezar, el concepto mismo de Ecología y su uso en los
medios extraacadémicos. Hace unos 40 años la preocupación
era que se mencionara la palabra Ecología en los
discursos oficiales y en la mente de la gente de la calle. Ahora,
supongo que nuestra preocupación se ha desplazado a evitar
que el término se corrompa por su uso indiscriminado en los
círculos políticos y pase del discurso a la acción
efectiva y concreta. Pero es una ganancia. No hay duda de que muchos
de los cambios, modestos algunos, importantes otros, pero todos al
fin cambios, se han producido por una mayor conciencia social acerca
de los problemas ambientales que la actividad humana ha generado en
el pasado y lo hace en el presente. Tampoco hay duda de que en la
última década la interacción del medio académico
con el sector social, y especialmente con el gubernamental, ha cambiado
profundamente. El único otro ejemplo con el que veo un paralelo
a esta interacción de la academia con el sector público
de nuestro país está en el área de la salud.
Sin embargo, creo que los cambios más importantes se han dado
en el número de profesionistas dedicados al estudio de problemas
ambientales, y del manejo más racional y la conservación
de nuestros recursos naturales. En no más de tres décadas
hemos transitado de poder contar con los dedos de una mano los profesionistas
preparados en el nivel del posgrado en ecología o asuntos ambientales,
a tener decenas de investigadores del mejor nivel internacional y
aseverar con satisfacción que México tiene un claro
liderazgo en diversos componentes de las ciencias que inciden en la
atención a los problemas ambientales y ecológicos. El
número de jóvenes que están en proceso de obtener
grados de maestría y doctorado en ecología y en especialidades
afines se mide ahora en varios cientos, en posgrados de muy alta calidad,
apoyados en plantas docentes nacionales de primer nivel.
Lo anterior fue posible gracias a la creación o el crecimiento
de instituciones que se dedicaron de lleno a la investigación
de problemas, tanto fundamentales como aplicados, referentes al conocimiento,
usos y manejo más racional de nuestros recursos y los varios
problemas ambientales que han aquejado, aquejan y aquejarán
de manera creciente a nuestro país. Y como consecuencia natural
de lo anterior, a la formación de nuevas generaciones de jóvenes
entrenados en el ejercicio de la investigación a la que me
he referido. Pocas áreas de las ciencias han tenido en México
este desarrollo institucional y de capital humano de alto nivel en
tan poco tiempo.
El tema que convoca la Feria del Libro Universitario, en cuyo seno
ocurre la ceremonia en que nos encontramos, constituye sin duda alguna
el asunto de mayor envergadura que la especie humana ha encarado en
su relativamente breve existencia en este planeta. Este problema consiste
en contestar una formidable pregunta: ¿Cómo lograr un
desarrollo social y humano que reduzca sustancialmente las enormes
inequidades globales, regionales e incluso nacionales, para alcanzar
un nivel digno de vida que al lograr lo anterior no comprometa la
fundamental trama ecológica que sostiene la vida y la actividad
humana, trama sin la cual la vida como la conocemos no podría
mantenerse?
Actividad económica a escala global. Es posible que ese crecimiento
de actividad pueda proteger, regenerar y restaurar las condiciones
ambientales presentes. Puede proveer de bienestar sustentable y producir
un crecimiento en la calidad de vida para todos los seres humanos
de la Tierra. Hay un espacio en lo que queda de recursos en el mundo
y con las condiciones ambientales que hoy tenemos, así como
tiempo para lograr lo anterior. Para ver este siglo el arribo de un
futuro mucho más bello, más íntimo, basado más
en el logro de bienes espirituales que materiales, más humano
y equitativo. Ese futuro que constituye un contraste tan marcado con
los escenarios que resultarán de seguir funcionando y creciendo
económicamente como lo estamos haciendo hasta ahora. Pero ese
espléndido futuro no se logrará sin el compromiso profundo
de todos los sectores sociales y, en consecuencia de ellos, de los
gobiernos.
Me viene a la memoria la anécdota de un famoso militar francés,
el mariscal Lyautey, que ya retirado a su mansión y a sus propiedades,
planeaba hacia el fin de un invierno cómo debería desarrollarse
el nuevo jardín que se plantaría ya entrada la primavera.
Habiendo escogido una especie de árbol, discutía con
su jardinero la posición que debería tener en su arboretum.
El jardinero le replicó al mariscal que el árbol no
florecería sino hasta muchas décadas después,
a lo que respondió: Si es así, entonces plante
este árbol hoy mismo en la tarde.
La medalla que hoy recibimos nos honra, desde luego, como ya lo he
mencionado anteriormente. Pero también nos estimula a seguir
con el esfuerzo y el trabajo que hemos invertido a lo largo de nuestras
vidas, nos estimula a plantar más árboles, aunque sea
de los que toman tiempo en florecer. Gracias, a nombre mío
y de mis colegas, a la uv por la distinción con la que hoy
nos ha honrado. |
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