Enero 2002, Nueva época No. 49 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Mensual


 

 Ventana Abierta

 Mar de Fondo

 Palabras y Hechos


 Tendiendo Redes

 Ser Académico

 Quemar las Naves

 Campus

 Perfiles

 Pie de tierra


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 

 

Depender del mercado externo está arruinando a los productores de café
Aumentar el consumo nacional para superar la crisis
Edith Escalón
 
Países caficultores como Colombia y Brasil
observan un consumo anual per capita de 3.5 kilos
de café; en México, es de solo 700 gramos, cantidad
que representa un 16 por ciento de la producción
nacional. Ello obliga a depender del fluctuante
mercado internacional. Gustavo Guerra Galindo,
docente de la Facultad de Economía de la UV,
analiza la situación de este sector en Veracruz.

Los cafetaleros mexicanos viven una devastadora crisis. Más de 280 000 productores no alcanzan a sostener una actividad que desde 1989 ha ido en picada. En 2001, como en años anteriores, muchos dejaron caer el café, y cientos de toneladas se perdieron entre la hojarasca, mientras los más afectados buscan en la balsa de la migración una alternativa de supervivencia en medio de un mar de pobreza progresiva.
Por desgracia, esta es una de las principales actividades agrícolas de nuestro país, sobre todo en el sureste. De ella dependen miles de personas, casi la mitad indígenas. Así, se entiende que los ingresos que genera la venta del café se hayan convertido en vitales para el sostenimiento de más de 4 500 comunidades.
Hay que recordar que en 1989 la cafeticultura enfrentó la peor crisis de su historia. La caída de los precios internacionales de este grano, el retiro de los apoyos gubernamentales y la sobrevaluación del peso ocasionaron que el ingreso por quintal se redujera hasta 70 por ciento en términos reales. Esta caída brutal en las percepciones tuvo efectos devastadores en las comunidades, que no encuentran el camino de vuelta a la antigua estabilidad.
En 1994, los precios internos mejoraron notablemente por el alza registrada en el mercado internacional, además de que a fines de ese año se registró una fuerte devaluación de nuestra moneda. Pero sobrevivir a la crisis y sostener los índices de producción ha sido un mérito campesino de resistencia. En 1995, con la entrada de Vietnam al mercado internacional del café, hubo un nuevo reajuste que por desgracia afectó nuevamente los esfuerzos de recuperación.
Las fuerzas del mercado marcan también a este sector. Basta mencionar que más de 80 por ciento de la producción se exporta y nos sujeta a los vaivenes de los precios mundiales. Los resultados son una política internacional totalmente contraria a los esfuerzos empeñados por la asociación de países productores de café por mejorar los precios, disminución del consumo interno, recursos mínimos para el fomento de la producción, escasa asistencia técnica y reducido apoyo a las organizaciones de productores.
Y si efectivamente el gobierno reconoce la situación de pobreza existente en el campo, resulta urgente establecer nuevas políticas que correspondan al papel estratégico que tiene la cafeticultura campesina e indígena, porque cualquier avance que se logre en esta rama significará empezar a revertir las condiciones de pobreza, atraso e, incluso, violencia, que imperan en la gran mayoría de las zonas cafetaleras.
Desde luego que el cambio requerido no puede ni debe hacerse al vapor, sino basarse
en el análisis minucioso y multidimensional que la importancia del problema requiere. Una de esas perspectivas, la económica, es la que el especialista en finanzas agrícolas Gustavo Guerra Galindo ha abordado durante años, y que ha dado lugar a su más reciente proyecto de investigación, perspectiva que comparte con los lectores de Gaceta.

Después de poco más de una década, el sector cafetalero no logra recuperarse de la crisis que lo abatió a finales de los ochenta. ¿Qué razones impiden su repunte según el análisis de los economistas?
Son varias, pero básicamente la crisis se vio agudizada desde la entrada de Vietnam al mercado, hace más o menos cinco años, porque desde entonces la oferta mundial se ha incrementado en una tasa aproximada de 3.4 por ciento. La historia es simple. A mediados de los noventa hubo países de Occidente, entre ellos Alemania, que dieron financiamiento a los vietnamitas para que produjeran un café de especie robusta, no de muy buena calidad, pero que incrementó la oferta mundial en un porcentaje importante. Así, de tener 110 millones de sacos, pasamos a 115, cuando apenas 95 eran demandados. A partir de entonces, el crecimiento de la oferta se vio incrementado en un porcentaje mucho mayor a la demanda, resultando un verdadero problema.
En cuanto a México, la crisis se ve agudizada por varios factores. Uno de ellos relativo al consumo interno: los principales países productores, como Colombia y Brasil, tienen un consumo per capita de entre 3.4 y 4 kilos de café, pero en México, el consumo se reduce a 0.7 kilos, lo que representa 16 por ciento de la producción nacional.
Evidentemente tenemos una fuerte dependencia respecto al mercado internacional, lo cual resulta más complicado aún porque el café se cotiza en el mercado internacional a la mitad del precio que sería necesario para que, por lo menos, fuera una actividad rentable. Lo peor es que con la oferta existente, es muy difícil retornar y retomar el precio que antes tenía.
Por otra parte, tenemos un grave problema de organización entre productores y exportadores. De hecho, los cafetaleros se están descapitalizando y cada vez tienen menor posibilidad de vender su producto, tanto así que les resulta mucho más caro cortarlo que venderlo, ya que en términos prácticos por el corte del kilo de café el productor debe pagar más de lo que él recibe por venderlo.
Esta transmisión de señales no existe a través de los exportadores, y 94 por ciento de los productores en el estado venden el café cereza que tiene el precio más bajo y no existe ninguna organización para que al menos lo pudieran vender en pergamino. El café cereza se está vendiendo a los exportadores y eso es lo que hace que ellos sigan obteniendo ganancias, pues cada vez se ven menos interesados en la actividad, incluso de cortar su propio café.
Eso, a la larga, a los exportadores tampoco les conviene, porque viene a ser una espiral hacia abajo. Los productores cada vez van a ofrecer menos café y de menor calidad, y eso va a afectar a muchas áreas que giran en torno a esta actividad.

¿Y cuáles son las alternativas?
Una de ellas podría ser el incremento del consumo interno, crear toda una estrategia de mercado para llegar a tener, en un corto plazo, un consumo per capita de cuando menos tres kilos de café, lo que representa cerca de dos millones de sacos. Para eso necesitaríamos hacer un estudio analítico que determine con exactitud, entre otros factores, los estratos de población, sus ingresos y la calidad del café. Si lográramos ese incremento, estaríamos hablando de 40 por ciento de la producción para consumo interno que nos permitiría estar menos supeditados al mercado internacional.

¿Qué ha pasado con las organi-zaciones de apoyo?
El apoyo que las instituciones ofrecen a los productores realmente es mínimo, si consideramos por ejemplo a los productores colombianos o brasileños, que están trabajando de una manera organizada, con instituciones que los respaldan y leyes reglamentarias en cuanto a calidades y certificaciones. Todos esos factores los fortalecen, y si bien tienen ahora el mismo problema que todos los países productores de café, se están manteniendo a flote gracias a su sistema de organización.

¿Por qué no hay políticas similares en nuestro país? ¿Tiene que ver con la desorganización de los productores?
De la actividad cafetalera, más bien, porque los productores no son los únicos responsables. Se trata de toda la integración del proceso productivo y de comercialización del café. Lo que hace falta es más integración de instituciones de enseñanza e investigación, en los aspectos tecnológicos, instituciones que financien adecuadamente a los productores, así como reglamentaciones que protejan esta actividad como son las organizaciones de certificación del café. Todo debe estar preparado para que se busquen mecanismos de apoyo y consolidación.
Un buen principio sería lograr que los cafeticultores no sólo vendan el producto en cereza, sino que, cuando menos, procuren colocar el café en pergamino (café ya despulpado y seco), que se cotiza un poco mejor.
¿Pueden comercializarlo en el extranjero?
Así es, y tratar de superar la desconfianza. Entiendo que tal vez las experiencias que han tenido con las instituciones no han sido muy alentadoras, pero si queremos superar la crisis cafetalera, nuestra mejor arma es la organización. De hecho, lo ideal sería formar empresas integradoras para que los productores intervengan en la producción, distribución y comercialización, sin necesidad de una larga cadena que los excluye del proceso. Actualmente, existen muy pocas empresas torrefactoras, y son ellas las que realmente tienen la sartén por el mango y obtienen el mayor beneficio.

¿Hasta qué grado llega la desproporción entre las ganancias de los productores y las de los comercializadores?

Bueno... hay una diferencia abismal. El precio del café cereza se cotiza por mucho en dos pesos con 50 centavos el kilo, a diferencia del molido, cuyo precio varía según la calidad, pero no baja de 60 pesos; si consideramos que un kilo de café molido es suficiente para 100 tazas, estaríamos hablando de 60 centavos por taza, como costo real, cuando en Estados Unidos, Londres o París, una sola taza de café se vende hasta en 50 o 60 pesos. Definitivamente es una diferencia abismal. Desde luego que en ese margen de ganancias se encuentran todos los intermediarios, para quienes es verdaderamente un negocio.

¿Qué se puede hacer, además de un plan de organización?
Hay que recordar que nuestro poder no está en las cantidades que podamos ofrecer al mercado; eso lo manejan países como Colombia, Brasil, Indonesia y Vietnam.
Pero México tiene una gran ventaja, porque nuestro café de calidad se cotiza en un precio muy alto. Nosotros podemos retomar esa cultura de diferenciación de precios por calidades. También necesitamos cambiar la reglamentación vigente para comercializar café cien por ciento puro, leyes que prohíban la importación, crear una empresa certificadora, en fin, una serie de estrategias que permitan, en todo caso, mejorar los estándares de calidad y posicionar al producto mexicano en el mercado. Si no hacemos algo pronto, sucederá lo que ha venido ocurriendo todos estos años, que cada vez los precios del café mexicano se vean más castigados.

¿Por qué no se comercializa café 100 por ciento puro?
Bueno, hay una ley de torrefacción en el país que permite hasta 30 por ciento de otros elementos en el café. Este hecho no sólo demerita la calidad, también es razón suficiente para que los compradores paguen un precio muy por abajo del
precio real.

¿Cómo dejar entonces la dependencia del mercado internacional?
El aumento del consumo interno me parece la mejor vía, además de ciertas acciones para crear incluso una bolsa regional, estatal o nacional que establezca un precio a la venta. No podemos esperar a que bajen los precios internacionales, sino hacer toda una estrategia interna, que incluya un cambio de reglamentación; en la que participen las instituciones, los productores, los procesadores, los comercializadores y los exportadores, para que tengamos el poder de mercado en nuestras manos.

¿Es necesario un rescate gubernamental de la actividad cafetalera en el estado?
Todas las políticas agropecuarias en nuestro país se han enfocado a dar soluciones rápidas a un conflicto, pero en general tienen muchas deficiencias en el corto y largo plazos. Lo ideal sería tener un esquema bien estructurado de participación y compromiso social en el que instituciones como la Universidad Veracruzana pusieran sus recursos disponibles al servicio de esta actividad y que, en coordinación con otras instancias, elaboraran propuestas de solución al problema del café, como lo que he comentado antes.

Pero no propiamente de recursos económicos...
Se necesitarían algunos, por supuesto, pero no es lo único. Lo que el problema requiere es un enfoque integral, un abordaje definido en cada uno de sus aspectos, un abordaje que en un momento dado puede resultar mucho más efectivo que los recursos gubernamentales, casi siempre mal empleados.
Además de brindar un panorama informativo y de difusión, la Universidad puede apoyar directamente con sus brigadas universitarias en aspectos de organización y capacitación; ciertos grupos de productores necesitarían también apoyos para crear procesadoras ecológicas y los medios pueden promover el consumo interno en campañas publicitarias. Hay un sin fin de actividades en las que pueden intervenir las instituciones.

Las estadísticas arrojan datos de 67 000 productores de café en Veracruz, siendo un sector tan importante, ¿cómo es que no ha podido recibir los beneficios de la producción?
Como dije antes, la falta de organización ha hecho estragos en la economía agropecuaria; por ejemplo, 94 por ciento de los cafetaleros venden su producto en cereza, y sólo seis por ciento lo vende procesado, con un margen de ganancia, si no óptimo, muy superior al que obtiene el restante 94 por ciento.
A esto me refiero: si dejamos que la crisis de los precios internacionales nos arrastre, estamos a un paso de la quiebra; los primeros indicios aparecieron hace años, cuando el fenómeno migratorio se agudizó en zonas cafetaleras por excelencia, y eso se nota ahora en regiones como Xico o Coatepec. Es claro que la actividad económica se reactiva cuando el precio del café sube, pero el caso contrario, de continuar, nos meterá en serios problemas, pues tenderá no sólo a la desaparición de la actividad sino a propiciar problemas económicos y sociales como los que se han vivido en una zona de tan preocupante suerte como es la de Chiapas, cafetalera por excelencia.
Yo no podría afirmar si se trató de una decisión política, pero pareciera que hace diez años alguien decidió que la cafeticultura no tenía futuro y desde entonces la dejaron a su suerte.

Háblenos de sus proyectos de investigación... ¿qué esperan lograr?
Bueno, partimos de la suposición de que hay un potencial de consumo interno de café; lo que buscamos es determinar a cuánto asciende y qué tanto podría ayudar para superar de alguna forma la dependencia al mercado internacional que tanto nos afecta. También tenemos algunos proyectos para, después de determinar las posibilidades, proponer estrategias concretas de mercadotecnia, difusión y organización.
Éstos corresponden a siete tesistas que participan en el proyecto general. Cada uno de ellos tiene un objetivo específico respecto a la investigación, que enfocarán a un trabajo recepcional con el que esperan titularse. Karla Garza se orientará a realizar un estudio del mercado nacional del café, al igual que Raymundo Marcos; Lidia Medina se dedicará a llevar a cabo una evaluación financiera de una empresa integradora de café; José Luis Cano analizará las fuerzas del mercado y sus efectos sobre el nivel de ingresos de los pequeños productores de café en Veracruz, mediante un método denominado dominancia estocástica, además de Víctor Fernández, quien se encargará del estudio del tianguis de productores agropecuarios y agroindustriales.
Todas las investigaciones estarán concluidas a principios del 2003, pero esperamos tener los primeros resultados en junio o agosto de 2002 esa fecha sería
la base para la publicación y difusión de las preliminares. Mientras tanto, el trabajo de investigación sigue su curso.