LA MEDICINA Y LA UNIVERSIDAD. MITOS Y CONFLICTOS



Rosa Martha Romo Beltrán*


El artículo pretende mostrar un conjunto de tensiones que han caracterizado la evolución de la práctica de la medicina: salud-enfermedad, muerte-vida, cercanía corporal-lejanía libresca, conocimiento teórico-práctica artesanal. Es por ello que se trabajan algunos mitos en los que se funda la profesión y las determinantes socio-históricas que van conformando mentalidades diferentes, mismas que impactan en el prestigio social de cada práctica profesional. También se hace alusión al permanente conflicto por institucionalizar la medicina, esta otra lucha que libra por ser reconocida dentro de las universidades, lo que la mantiene en un lugar marginal hasta el siglo XIX, en contraste con las profesiones tradicionalmente consideradas como liberales, tales como la teología, el derecho o la filosofía. La permanente pugna entre reconocimiento versus desconocimiento acentúa la importancia de las corporaciones como otro elemento legitimador de la profesión, pues si bien en varios periodos históricos la práctica médica es desconocida por las universidades, son las asociaciones las que permiten no sólo la integración de los agremiados, sino también su subsistencia y la organización social de la ocupación.
 
 

The article discusses a set of tensions that have characterized the evolution of medical practice: health-disease, death-life, corporal closeness-remoteness of books, theoretical knowledge-practical experience. The myths on which the profession is founded and the social-historical determinants that mold different mentalities, which then affect the social prestige of every professional practice, are examined. Also, the article refers to the permanent struggle to institutionalize medicine -that other battle for recognition in universities -which kept it in a marginal place until the nineteenth century, in contrast to these professions traditionally considered as liberal, such as theology, law or philosophy. The permanent fight between recognition versus disavowal emphasizes the importance of corporations as another legitimizing element of the profession; for although in several historical periods the medical practice has not been recognized by the universities, the associations have allowed not only the integration of union members, but also their subsistence and the social organization of the occupation.
 
 
 
 

En la búsqueda de los orígenes de la profesión docente, lo cual conforma uno de los ejes de indagación de mi tesis doctoral, Cultura académica, curriculum y producción magisterial (Romo, 1998, en revisión), hemos encontrado diversos mitos fundadores en diferentes profesiones. En este artículo mostramos aquéllos referidos a la profesión médica, los cuales nos parecen relevantes pues algunos de ellos se han sedimentado y aparecen actualmente en los estereotipos atribuidos a los médicos, otros más se han transformado a lo largo de su recorrido histórico e impactan también en el prestigio social y la práctica de la medicina.

Abordaremos entonces el desprestigio con el que nace durante la Edad Media el ejercicio de la medicina y, en forma más contundente, la práctica de los cirujanos. Al ser consideradas profesiones prohibidas, éstas van a estar vinculadas con la marginación social e institucional y relacionadas con los "oficios prohibidos", en forma semejante a la de los carniceros, los rufianos o las prostitutas.

De lo anterior se desprende el énfasis constante de los médicos por contar con una formación a tal grado rigurosa que los equiparara a las profesiones liberales, con lo cual se ha privilegiado más la enseñanza libresca que la práctica.

Los cirujanos, en cambio, tendrán que mantenerse al margen de la institucionalización profesional hasta el siglo XIX, época en la que se instaura el conocimiento fisiológico y con él la necesidad de reivindicar la experiencia práctica, no sólo el saber teórico.

Estos mitos obviamente portan significados religiosos y sociales: la cercanía corporal que requiere la práctica de la medicina genera un gran conflicto, así como el sentido peyorativo y extraterrenal conferido a la enfermedad, la muerte y su lejanía con la vida. Es posible evidenciar también el vínculo con los orígenes más remotos de estas ocupaciones, como lo es la hechicería y la magia.

Hemos integrado este tipo de trabajos al campo educativo, pues el rastreo de los orígenes de cada profesión y sus vaivenes históricos nos muestran la compleja red de relaciones por las que atraviesa un campo de conocimiento, inicialmente por institucionalizarse, por tener presencia y lograr un espacio en la estructura universitaria. Posteriormente se evidencia la necesidad de trascenderla, es decir, de lograr el reconocimiento extra-universitario. En este segundo proceso, en el que la práctica profesional pugna por consolidarse socialmente, encontramos la presencia de las organizaciones gremiales conformando otro tipo de institucionalización, cuyo objetivo va a ser el legitimar las prácticas sociales de la profesión, y en el caso de la medicina, sostenerla, organizarla y difundirla en los periodos históricos más complejos, esto es, en aquéllos en los que se le excluye de los recintos universitarios.
 
 


1. Los orígenes y la evolución de la medicina





La muerte ha abandonado su viejo cielo

trágico; hela aquí convertida en el núcleo

lírico del hombre, su invisible verdad,

su visible secreto.
 
 

Michel Foucault



El desarrollo histórico de la medicina es en sí mismo interesante, pues nos devela una serie de mitos que evidencian el "espíritu de cada época" por los que transita un campo de conocimiento que pugna por constituirse en profesión legítima. Este debate lo incluimos como antesala del reconocimiento que actualmente posee el campo médico, el cual conforma la plataforma central de la que se desprenden -en el caso mexicano- otras profesiones como la psicología, por ejemplo.

Dentro de las ocupaciones prohibidas durante la Edad Media encontramos a la medicina, marcada por la influencia religiosa y clerical de la vida y el pensamiento del momento. Médicos, cirujanos, notarios, son devaluados por el carácter prohibitivo de estas profesiones, de tal manera que, al no poder ejercerlas libremente los clérigos, el descrédito recae sobre los laicos. El rechazo a los cirujanos es especialmente patente.

En el contexto del siglo X también se observa la prohibición de diversos oficios, entre los cuales se halla el de los médicos, pero es especialmente a los cirujanos a quienes se les equipara con los carniceros, los rufianes, las prostitutas, calificados estos como oficios "condenados":
 
 
 
 

Hacer la lista exhaustiva sería correr el riesgo de enumerar casi todos los oficios medievales, aunque varía por regiones y épocas, en ocasiones se multiplican las prohibiciones. Los oficios que aparecen con mayor frecuencia dentro de las actividades prohibidas son las de los carniceros, los juglares, los histriones, los magos, alquimistas, médicos, cirujanos, soldados, rufianes, prostitutas, notarios, mercaderes en primera línea. Pero también tejedores, talabarteros, tintoreros, pasteleros, zapateros, jardineros, pintores, pescadores, barberos, aduaneros, cambistas, sastres, perfumeros, molineros, etcétera (Le Goff, 1983: 87).
 
 
Los viejos tabúes que caracterizaron a las sociedades primitivas se reflejan en este tipo de prohibiciones. La búsqueda de prestigio por parte de los médicos en la Alta Edad Media los orienta a buscar una formación en extremo rigurosa, con el objeto de elevar el estatus social de la profesión. Se someten entonces al "studium generale" de Florencia, dirigido por eclesiásticos, con el fin de perfeccionar la teoría y la práctica, pero es una formación que tiende a lo teórico a través de la asesoría de un médico-maestro. Para habilitarlos en esta profesión se requería ser aprobado por una comisión, formada tanto por cónsules del arte como por cuatro médicos famosos.

Todavía hacia el siglo XIX los médicos, y especialmente los clérigos, seguían rechazando el contacto con la sangre, no tocaban el cuerpo, no se ensuciaban las manos. Al no tener dichos contactos corporales, el arte médico podía ser liberal, por lo que se dedicaba únicamente a prescribir diagnósticos y terapias. Al mismo tiempo existía una mentalidad de desprecio hacia las "artes mecánicas viles", así como el mito hacia el cuerpo y la sangre. Esta distancia es la única que posibilita que los clérigos ejerzan de alguna manera la medicina, aun cuando no se considerara totalmente una profesión liberal.

El saber corporal, señala Foucault (1996: 24), va a permanecer durante varios siglos como un saber libresco sin contacto con la práctica. Los prácticos van a ser los profesionistas más devaluados, entre los que se encuentran los cirujanos y los quirurgos-tonsabarbas. La mirada del médico como resultado de esta formación liberal no se dirige hacia el cuerpo, hacia el enfermo, sino a intervalos de la naturaleza, estableciendo distancias a través de clasificaciones en las cuales se encuentran "signos" que diferencian una enfermedad de otra.

Dentro de la jerarquía de las profesiones universitarias, durante el siglo XV es evidente el diferente prestigio de las ocupaciones por el lugar que tienen dentro de la institución. La facultad de teología, dedicada al estudio de "la vida divina", es la que se encuentra generalmente en el primer sitio; le sigue en importancia la facultad de artes y decretos, dedicada a la vida política; y por último, la facultad de medicina, dedicada a la vida corporal. Sin embargo, "el cuerpo" no es reconocido como objeto científico ni de conocimiento sino hasta el siglo XIX.

A pesar de que en el siglo XV dentro de las universidades aparecen las especialidades en jurisprudencia y medicina, la cirugía aún está ausente y tardará cuatro siglos en ser reconocida. Hay que observar que para el siglo XVII, en Francia se declara la desaparición de la formación médica en las universidades, debido al carácter conflictivo que este campo de trabajo representaba:

...los bienes de los hospitales son nacionalizados, las corporaciones prohibidas, las sociedades y academias abolidas, la universidad, con las facultades y escuelas de medicina, ya no existen... (Foucault, 1996: 81).
 
 
En el siglo XVIII, hacia el año de 1791, encontramos otro movimiento de cierre en las universidades, las cuales son disueltas y sustituidas por las corporaciones, antes de volver a tener reconocimiento universitario.

Es en las corporaciones militares donde van a tener por primera ocasión reconocimiento los cirujanos, durante el siglo XVIII. Dentro de la milicia y en la rama de sanidad aparecen los médicos militares con formación en cirugía, entre ellos se incluyen los quirurgos-tonsabarbas, artesanos tradicionalmente despreciados por los médicos titulados. Es hasta entonces que van a aparecer también las organizaciones corporativas especiales, reconociendo el oficio de los cirujanos.

El ejército y la marina son las instituciones que incorporan en su curricula formaciones ajenas a la tradición artesanal, y tienen como propósito la formación de los futuros cuadros oficiales. Dentro de la milicia aparecen también la arquitectura, la ingeniería civil, la ingeniería mecánica, la cirugía y los veterinarios.

A pesar de los constantes conflictos institucionales y sociales que pesan sobre el trabajo médico, esta práctica no desaparece, muy por el contrario, se mantiene y difunde, de tal forma que nuevamente la medicina vuelve a tener presencia en las universidades, vinculándose a los estudios filosóficos y literarios por su permanente necesidad de diferenciarse de las artes mecánicas. Sin embargo, el rechazo a los cirujanos se mantiene, no se les considera como artistas liberales, y son ubicados dentro de las especialidades manuales. Entre ellos encontramos a los ya mencionados quirurgos-tonsabarbas, hueseros, sangradores y masajistas. De esta manera, es hasta finales del siglo XIX que los cirujanos se integran a la facultad de medicina, pero siempre bajo la vigilancia de un médico (Santoni, 1996: 80-81).
 
 

    La medicina como profesión artesanal

Durante el siglo XIII Juan de Dinamarca propone la distinción entre las artes liberales y las mecánicas. Las primeras estarán constituidas por el trivio (gramática, retórica, lógica) y el cuadrivio (matemáticas, geometría, astronomía y música). Las artes mecánicas -entre las que está la medicina- son consideradas "artesanales", por lo cual se las ubica dentro de los oficios devaluados. Recurriendo al origen etimológico, artes mecánicas proviene de "mecor, aris (moechor aris)", cuyo significado se refiere a envilecer, adulterar, despreciar. Es por esto y por toda la influencia religiosa que las universidades laicas van a ser atacadas por introducir la medicina, de tal forma que estudios e instituciones que los imparten son relegados.

Las prácticas artesanales que caracterizan el trabajo médico son actividades enraizadas en la vida diaria, con muchísima mayor valoración en el mundo artesanal. El tipo de formación que se recibía era personalizada, se llevaba a cabo a través de una relación directa entre el maestro y el aprendiz, es así como en los orígenes de la profesión encontramos los resabios de la formación artesanal de los médicos. La práctica, a la vez, demanda del aprendiz y del médico un estrecho contacto con el enfermo.

Este tipo de formación artesanal entra en proceso de decaimiento en cuanto surgen tanto la escritura como el secreto transmitido a través de ésta. De hecho, es el elemento que marca las diferencias ya citadas entre artes mecánicas y artes liberales. Al respecto, Foucault señala que todavía hacia el siglo XVIII la mirada médica se caracteriza por la opacidad, opacidad que se extiende además a la imposibilidad del tacto:
 
 

A fines del siglo XVIII, ver consiste en dejar a la experiencia su mayor opacidad corporal. Lo sólido, lo oscuro, la densidad de las cosas encerradas en ellas mismas [...] La permanencia de la verdad en el núcleo sombrío de las cosas está paradójicamente ligada a este poder soberano de la mirada empírica que hace de su noche día (1996: 7).
 
 
Es así como podemos evidenciar la pérdida en la formación médica, ocasionada por el distanciamiento de la práctica, para ubicarse únicamente en los estudios librescos. El conocimiento que se construye y se trasmite va a ser de tipo memorístico, en el cual "lo normal" o la "patología" permanecía implícita en el pensamiento del médico, los contenidos por lo tanto van a ser también limitados, pues el dominio memorístico era el elemento de referencia para situar y clasificar las enfermedades.

Hasta el siglo XIX se instaura el conocimiento fisiológico, es decir, hasta el momento en que se reconoce la necesidad de la cercanía a la práctica médica eliminando el saber puramente libresco y teórico. Es así como aparece la necesidad de la experiencia, momento en el que se difunden las visitas a los sanatorios, reivindicando entonces la enseñanza vinculada a situaciones reales que, como vemos, nos remite a los orígenes de la formación artesanal. Aprendices y médicos revaloran las visitas a los enfermos, los hospitales se convierten en lugares en los que muchos de los estudiantes terminan su formación bajo la dirección de un médico-maestro.

Con la instauración de la república francesa se reivindica también la habilidad de los cirujanos, la cual incluye tanto visitas a enfermos como el inicio en los experimentos químicos. Se reconocen las disecciones anatómicas, se valoran las operaciones quirúrgicas. Este tipo de experiencia incorpora la práctica como posibilidad tanto de formación como de medio para encontrar solución a las enfermedades reales.

La religión y la moral durante todos estos siglos van a ser elementos decisivos, pues conforman una serie de prejuicios en oposición a prácticas tales como las disecciones en los cadáveres, lo que impide el avance científico en varias áreas como la fisiología y la anatomía, especialidades que tienen un crecimiento tardío, pues se mantuvieron en la penumbra, en los límites de lo prohibido. Únicamente fue a través de los saberes clandestinos que se continuó avanzando, las disecciones se realizaban con los muertos exclusivamente, lo que significa enfrentar otros tabúes como los de la muerte y el miedo a los fallecidos.

De acuerdo con la opinión de Santoni, en el caso de México la medicina tiene orígenes semejantes a la de los europeos, pues en nuestro país diversas profesiones se van a separar de la matriz original del artesanado. Se diferencia la enseñanza impartida en los recintos universitarios, como van a ser las academias de las bellas artes o las escuelas superiores de música, por un lado, y la de los altos artesanos por el otro. En la de estos últimos se integran especialidades tales como los cirujanos, los quirurgos, farmacistas, arquitectos e ingenieros, lo que significa que el alto artesanado y la enseñanza en los recintos universitarios van a estar contrapuestos con el artesano popular, división aún vigente en nuestros días.
 
 


3. La permanente lucha de los cirujanos


 
 

La clínica, en el campo médico, aparece a lo largo de varios siglos cargada de valores demasiado turbios, evocando diversas figuras que tienen que ver con la enfermedad, la muerte, la probabilidad de la evolución patológica de las enfermedades, las prácticas empíricas del saber médico, que ya desde la antigüedad griega conformaban un gran bagaje para el avance de esta área de conocimiento. A raíz de los diferentes mitos y la multicitada devaluación de la medicina, así como el ser relegada a las artes mecánicas, provoca, si no la suspensión de este campo de conocimiento, sí una serie de limitaciones para el ejercicio del mismo.

Es durante el siglo XII que los cirujanos tratan de validar sus estudios con los de los médicos, integrándose a la formación en las artes liberales. De acuerdo con Santoni (1996: 261), ésta era la forma de solicitar autorización para institucionalizar el nuevo arte de los maestros cirujanos con facultades también para formar futuros maestros; sin embargo, para obtener el título de maestro en cirugía era preciso haber obtenido previamente la licencia en las artes liberales, esto es, el mismo título que se les pedía a los aspirantes a médicos.

El desprestigio hacia los cirujanos se basaba en la consideración de que eran iletrados, pues en sus orígenes no se formaban en contacto con los libros; son pocos los que contaban con estudios de gramática, además se les limitaba a un saber y un hacer prácticos, cercanos a la realidad cotidiana, en contraste con el saber médico, basado en los libros escritos en latín, de aquí la importancia de la formación en este idioma.

Durante el siglo XVII los cirujanos siguen luchando por reivindicarse, sin embargo, no se les permite mostrar certificaciones escolares ni universitarias. Así, se elaboran decretos como la "ordenanza del parlamento en 1660", en la cual se prohíbe que los cirujanos exhiban los títulos de bachiller, por lo que se organiza una estricta vigilancia en las universidades y las facultades de medicina.

Los cirujanos son constantemente confinados a categorías inferiores a las de los médicos, éstos últimos no se atrevían a abrir un tumor, a diseccionar los cuerpos, pues eran oficios menores, considerados innobles, cercanos a las prácticas del carnicero. Pero esta práctica representaba también la posibilidad de contacto con el cuerpo, lo que constantemente evidencia la necesidad de mantener cierta distancia tanto con las personas como con los conceptos de vida y enfermedad:
 
 

El paciente es un hecho exterior en relación a aquello por lo que sufre; la lectura del médico no debe tomarlo en consideración sino para meterlo entre paréntesis (Focault, 1996: 23).
 
 
La tajante división entre la formación y ocupación de los médicos que son quienes conocen las recetas de Galeno, formados en la escuela Salertiana, son los que escriben y prescriben "en latín". Contrastan con los quirurgos, que cuentan con un conocimiento eminentemente empírico, en contacto con los enfermos y quienes preparan lociones, pomadas y emplastos. Los antecedentes de los cirujanos los ubica con los artesanos al servicio de los médicos, en categorías similares a los enfermeros o los técnicos, y a quienes les corresponde elaborar los tratamientos dictados por aquéllos.

Como ya hemos mencionado, es hasta el siglo XVIII cuando los hospitales militares empiezan a organizar y revalorizar la enseñanza de la clínica. El objetivo para el reconocimiento de tal práctica consiste en que ésta ayudará a curar enfermedades entre las tropas de los ejércitos y también en las guarniciones.

Fuera del reconocimiento de la milicia, en otros ámbitos el cirujano no era aún médico. Es hasta principios del siglo XIX, después de la "abolición de las artes" y del antiguo ordenamiento médico dentro de las universidades, que se manifestó por el no reconocimiento de la formación de los cirujanos, cuando se crea un nuevo curriculum universitario denominado precisamente de medicina y cirugía. Finalmente esto otorga un mismo "estatus" a ambas figuras, y para lograrlo, a los aspirantes a la carrera de medicina y cirugía se les pedía que provinieran de una formación humanista y que dominaran el latín:
 
 

La separación ya no se dará entre cirujanos y médicos, sino entre cirujanos que sepan latín y los "practiquillos", cuya baja instrucción formal los confinaría a su antigua condición de "artesanos mecánicos", los curanderos, comadronas, herbolarios, etcétera (Santoni, 1996: 261-262).
 
 
El avance en lo académico manifiesta a la vez la posibilidad de progreso en el campo científico y en diversas disciplinas que integran el saber médico. Por ejemplo, el objeto de estudio de las ciencias de la salud se ve transformado en el sentido de que el cuerpo se vuelve algo tangible, visible, mirada que permite el surgimiento de la anatomía, en contraste con el conocimiento médico anterior basado únicamente en la prescripción a partir de la presencia de ciertos síntomas. Los cirujanos anatomistas incorporan, con el reconocimiento universitario, la práctica de la disección de los cuerpos, pero no solamente de los cuerpos muertos sino también de los cuerpos sanos. Con esta nueva "mirada anatomoclínica", siguiendo a Foucault (1996), se genera una ruptura en la medicina occidental, pues refleja a la vez la constitución de una mentalidad diferente. Al practicar la disección de cuerpos se permite la mirada y, por tanto, la posibilidad que brinda la observación para el reconocimiento de los cuerpos sanos en contraste con los enfermos.

Este acercamiento médico se transforma en una óptica tridimensional, pues hay una triangulación: intervienen diferentes sentidos, el oído, el tacto y la vista del médico. Si por un lado se abre la posibilidad de la mirada al cuerpo, así como la facultad para la percusión corporal, se utiliza también el oído en los diagnósticos. Esto enfrenta nuevos obstáculos morales, tales como ciertas restricciones en ese contacto corporal, relacionadas por ejemplo con la posibilidad de utilizar el oído sobre el pecho de las mujeres.

Estas últimas prohibiciones originan el avance técnico, pues a través de la invención del estetoscopio se suple la auscultación manual. Según Foucault (1996: 231), el estetoscopio mide la distancia entre "lo que se debe pero no se puede ver o tocar".

Esta mirada médica, incorporada a la formación, no sólo ilumina el cuerpo, ilumina también el conocimiento. Es así como florece la práctica de los cirujanos a través de este vínculo que logra establecerse entre las artes liberales y las artes mecánicas. Sólo hasta entonces los otrora cirujanos ubicados dentro de los ingenios bajos, hueseros, drogueros, cirujano-barberos, son tomados en cuenta, con una nueva presencia y papel tanto social como profesional, lo cual influye en la calidad cultural y formación que reciben.

En este breve recorrido encontramos diversos tipos de influencias determinando las especialidades médico-quirúrgicas. Esto nos permite entender las razones por las cuales los cirujanos aparecen como especialistas secundarios, anexos a la medicina. Resulta evidente la influencia de los mitos religiosos determinando el rechazo a estas actividades.

Por otro lado, se reitera el interés de los médicos por evitar un "estatus" social bajo, debido al rechazo que durante siglos se atribuyó a sus actividades, lo que los orienta a mantener una serie de iniciativas para que su actividad fuese aceptada por la Iglesia.

En la actualidad las relaciones entre los médicos y los profesionistas médicos-menores como los enfermeros, trabajadores sociales, psicólogos y terapeutas, son ubicados en una lógica análoga a la que ocuparon en otro momento los cirujanos, pues son profesiones en las que existe cierta devaluación, por ser consideradas labores de servicio, lo cual se manifiesta tanto ideológica como económicamente. Esto se evidencia en las remuneraciones salariales, que son mucho más bajas que las recibidas por los médicos y en especial, ahora, por los cirujanos.

Las distinciones se manifiestan también al interior de la profesión a través de la diversificación de las especialidades médicas. Cada especialidad representa la separación de corporaciones profesionales diferenciadas, incluso por las agrupaciones corporativas a las que se pertenece, cada grupo ocupa un lugar social y profesional diferente de acuerdo con la actividad a la que se dedique: cardiólogos, pediatras, psiquiatras, etcétera.
 
 


4. Las corporaciones médicas



Las asociaciones en el ámbito de la medicina son importantes puesto que, si por un lado dentro de este campo se gestó una permanente lucha entre médicos y cirujanos, por otro la medicina guardó un lugar diferenciado por varios siglos en una posición de devaluación, en contraste con las profesiones netamente liberales.

Esto se manifiesta en decretos como el de 1778, en el que se establece la exclusión de la medicina de los estudios universitarios. Se forma en compensación la Real Sociedad de Medicina, en tanto que a las facultades se les prohíbe "emplear en este asunto ninguna especie de defensa", es decir, se constata la destitución de la formación médica en el ámbito universitario.

La Real Sociedad de Medicina se amplía en contraste con la decadencia de la formación universitaria, encargándose de las prácticas y los estudios, asumiendo el control de las epidemias, del saber médico. Conocimiento y práctica médica se concentran en ella.

A través de las corporaciones, que controlaban el conocimiento y la práctica, así como el registro estadístico de todos los acontecimientos relacionados con la salud: conteo de nacimientos, decesos, etc., se conforman las estrategias por medio de las cuales se regula y permanece la actividad médica. Las corporaciones médicas incorporan una serie de esfuerzos -por ejemplo, encontramos los decretos de Marly (Foucault, 1996: 72)- que reglamentan durante el siglo XVIII las prácticas y la formación en medicina.

Sólo a partir de la revolución industrial es que se valora la importancia de la medicina así como su práctica, por lo que también se legitima la presencia de la clínica. De este modo empiezan a emerger otras formas de mirar la medicina desde la salud, que así no representa solamente el signo de lo negativo, pues aparece la posibilidad de mantenimiento de la salud, no sólo el remedio a la enfermedad. Se reivindica la vocación de los médicos en contacto directo con las personas, recuperando todos los datos posibles, sin ejercer violencia.

La atención a domicilio y en los hospitales provee a los médicos de una verdadera experiencia y formación fundada en los fenómenos naturales de todas y cada una de las enfermedades.
 
 

    El origen de las corporaciones

Los gremios en general han tenido diversas nominaciones según el lugar y la época. Santoni nos menciona algunos de ellos:
 
 

Se ha utilizado tanto el término de artes, el cual ha sido empleado en la región de la Toscana para referirse a las asociaciones particulares. En Roma se les llamó colegios; consulados en Lombardía; gremios en Cerdeña; consorcios o hermandades en Véneto; maestranzas en Sicilia; ministerios en algunos centros noroccidentales; en Gran Bretaña y los países germánicos lo guilts y gilden; en la Península Ibérica los gremios; en Francia metiérs o devoirs (ocupaciones o deberes). Actualmente en Italia se utiliza el término corporaciones (1996: 69).
 
 
En otros momentos históricos el término "corporación" es poco utilizado; es hasta fines del siglo XIX que empieza a usarse y es tomado del latín tardío, corporatus, que significa miembro del cuerpo moral, perteneciente a una asociación o comunidad cualquiera.

Para las artes, el término que se utilizó con mayor frecuencia fue el de asociaciones, haciendo referencia también a las ligas profesionales, que a la vez señalan tanto los deberes como los derechos particulares de cada profesión reconocidos por el poder público.

Las asociaciones cuentan con privilegios tanto para el ejercicio profesional como para la enseñanza de las actividades que ejerce cada gremio, esto permite el monopolio en el campo de la instrucción así como la socialización del oficio y el apoyo para la inserción profesional. Delimitan también el código de ética que contempla no invadir el sector profesional convenido por cada asociación y evitar un número superior de aprendices al establecido. Otra de las características de las asociaciones es el posibilitar la socialización de sus miembros a través de los años de convivencia, lo que permite la transmisión de cierto tipo de comportamientos que van a ser requeridos tanto por la clase social como por el grupo laboral al que se pertenece, desarrollan además ciertas actitudes típicas en cada uno de los que integran el gremio. Dichas actitudes se van a reflejar en las relaciones cotidianas, de tal forma que desde la Edad Media es posible detectar que a través de las asociaciones los grupos profesionales van constituyendo un ethos.

En la formación artesanal es donde vamos a encontrar los antecedentes de las asociaciones, las cuales conservan rasgos tales como una convivencia prolongada, a través de la cual se comparten diversos esquemas sociales y operativos, lo que moviliza también la conformación del ethos gremial.

Las corporaciones se caracterizan por cierta fraternidad "espiritual", por estar vinculadas al reconocimiento religioso; los asociados están sujetos al juramento que se llevaba a cabo ante los poderes eclesiásticos y el gremio. Se logra no sólo el aprendizaje de la ocupación y el sentido de pertenencia a la agrupación, sino también la adquisición de las habilidades necesarias para ejercer una actividad adulta, lo que a la vez permite pertenecer a cierta comunidad moral con determinadas motivaciones profundas. Comunidad de hombres que han hecho todos ellos promesa de fidelidad al gremio, hermandad en la que los que se agrupan se consideran hijos espirituales de un santo patrón, al cual veneran en su día de fiesta.

La corporación entonces, además de ser una asociación de hombres compartiendo la misma personalidad legal, se integra por ese sentido de fraternidad (Dubar, 1991: 133). El estado "jurado" permite a las comunidades que comparten oficios y actividades su subsistencia como cuerpo, como fraternidad. Estas organizaciones se establecen de dos maneras: son instituidas por la autoridad real, la nobleza, y son reconocidas por el Estado por sus deberes y privilegios.

Es así como los "nuevos" tendrían que ser ratificados por los monarcas en turno para adquirir el estado de juramento. Las primeras asociaciones se fundan con los artesanos y decaen a la par que dichos oficios, de tal forma que hacia el siglo XVIII pierden las prerrogativas especiales con las que funcionaban, especialmente las referidas a la instrucción y socialización de los aprendices.

En Europa especialmente, las corporaciones actuales han conservado ciertos privilegios que les permiten preservar tanto los intereses corporativos de quienes practican la profesión como el apoyo a través de un reconocimiento oficial para ejercer el oficio; en caso de que se encuentren incapacitados técnica o éticamente, adquieren no sólo el reconocimiento de la institución en la que se forman sino el de la corporación de pertenencia, quien otorga el permiso para la práctica profesional.

Las asociaciones profesionales contribuyen a defender los intereses de los miembros de esa profesión y en particular a determinar el campo de reivindicación posible. Asimismo, ejercen una función de control al contar con la prerrogativa de otorgar reconocimiento oficial, así como la posibilidad para regular el reclutamiento de los especialistas. Poseen también la capacidad de orientar las carreras, la formación y la conducción de la práctica de los asociados.

Estos grupos, además de seleccionar, formar, disciplinar e iniciar a sus miembros, sostienen el espíritu corporativo en todos los aspectos; es decir, si ciertas actividades implican mantener el secreto profesional, éste se acompañará del desarrollo de una filosofía, de una visión del mundo. La formación incluye tanto pensamientos, valores y significados implicados en el desempeño del trabajo. La conformación de un ethos profesional se hace evidente, se construye y se trasmite una forma de percibir no sólo el mundo laboral sino en general del mundo social.

La práctica independiente, característica en otros momentos históricos de las profesiones liberales, presente incluso en los inicios del capitalismo, va siendo cada vez más limitada. Se circunscribe a profesionistas tales como médicos o abogados. Las prácticas privadas no coinciden con las nuevas características históricas y económicas, pues el trabajo asalariado, la integración a empresas e instituciones, son los espacios en los que actualmente se incorporan gran parte de los profesionistas.
 
 


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