Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Felipe Garrido habla de sus conjuros (entrevista)

Por Silvina Espinosa de los Monteros

Integrado por 303 cuentos breves, Conjuros (Jus) de Felipe Garrido es una suerte de libro recopilatorio que reúne  tanto textos ya previamente publicados como material inédito.

-Todos los textos giran alrededor de varios ejes temáticos -dice Garrido-: las crónicas de Antón Gil, el marinero ilustrado y el  profesor, las comidas en casa de Martucha, los cuentos de fantasmas y las  historias de san Barlaán para el príncipe Josafat; en fin, todos esos lugares  del imaginario personal a donde uno siempre regresa.

Su estructura «justamente está relacionada con estos temas. Algunas  personas me dijeron que por qué no tomaba los textos de cada eje temático y los  juntaba. Pero a mí como lector me aburriría leer un libro donde todos  los cuentos de fantasmas estuvieran uno tras otro. Creo que algo que sí logré  fue hacer una buena mezcla, ya que yo mismo he leído varias veces el libro y no  recuerdo su secuencia. Así que tú, como lector, podrás leer un cuento y el  siguiente, que no se parece nada al anterior, se estará asomando ya para  asombrarte».

-¿Por qué Conjuros?

-Porque el primer texto que aparece en el libro fue el primer conjuro que  escribí allá por 1988 para ver si podía enamorar a doña Sonia, y funcionó muy  bien. El día que me otorgaron el premio, autoricé a todo el mundo a que lo usara  libremente, incluso sin darme crédito. Además de esto, en medio del libro hay  uno más que tiene que ver con una época en que cada Semana Santa y Día de  Muertos íbamos con Peter Smith a un campamento de maestros en Michoacán. Él  alquilaba un molino antiguo y ahí nos invitaba a dar pláticas, a donde siempre  iba María Luisa Puga, Bertha Hiriart y también llegó a ir Guillermo Samperio.  Así que ese conjuro tiene que ver con la atmósfera de aquellos campamentos que,  por cierto, ya no existen debido a la situación de violencia en ese estado.  Muchos de los textos incluidos en el libro son eso: un conjuro, una suerte de  fórmula mágica. De hecho, cada palabra es un conjuro. Me gustan los títulos  breves, por lo que es un nombre que solito se impuso.

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28 autores eligen sus hijos predilectos

Winston Manrique Sabogal

Este es un viaje a los aleph de 28 escritores a través de sus propias voces. A los lugares elegidos por ellos por condensar lo más representativo, logrado, emblemático o preferido de su creación literaria. Todo en 757 páginas a bordo de  Mil bosques en una bellota (Duomo), un libro a cargo de Valerie Miles después de casi cinco años en los que convenció a estos escritores de crear una especie de autorretrato literario. “Una suerte de testamento en el que a través de sus pasajes elegidos ellos se presentan y dicen: ‘Este soy yo”, resume la editora y periodista neoyorquina cuya relación con la literatura en español va camino de cumplir dos décadas.

Las estaciones del viaje incluyen universos tan conocidos en el mundo como los de Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Ricardo Piglia, Ana María Matute, Carlos Fuentes, Juan Marsé, Enrique Vila-Matas, Antonio Muñoz Molina o Juan Goytisolo; así como otros muy prestigiosos en sus países y que merecen más reconocimiento fuera de ellos como Aurora Venturini, Cristina Fernández Cubas, Ramiro Pinilla, Rafael Sánchez Ferlosio, Hebe Uhart o Evelio Rosero.

La antología pretende, en palabras de Miles, hacer una lectura desde la distancia y la extrañeza. “Redibujar parte de la literatura hispanohablante a través de una nueva mirada donde hablan los propios escritores. Dejar a un lado prejuicios, tratar de ir más allá de la tradición, quitarnos el corsé, con un espíritu más lúdico”.

“La nena fue el primer relato de la máquina de contar historias de La ciudad ausente. Por eso lo elijo (…) A veces pienso que lo que he escrito después son en realidad historias de la máquina”, cuenta el argentino Ricardo Piglia sobre la elección de su bellota literaria. ¿Y qué es la bellota en esta antología? Una idea que surge de la frase de Ralph Waldo Emerson: “La creación de mil bosques está en una bellota”, que sirve para reflexionar sobre la manera en que, según Miles, “hay una mente común a todos los hombres y por lo tanto, toda la historia existe en cada hombre, que toda la historia se encuentra plegada en una experiencia individual única”.

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Breve romance de la ausencia

Por Salvador Novo

Único amor, ya tan mío que va sazonando el Tiempo: ¡qué bien nos sabe la ausencia cuando nos estorba el cuerpo!
Mis manos te han olvidado pero mis ojos te vieron y cuando es amargo el mundo para mirarte los cierro.
No quiero encontrarte nunca, que estás conmigo y no quiero que despedace tu vida lo que fabrica mi sueño.
Como un día me la diste viva tu imagen poseo, que a diario lavan mis ojos con lágrimas tu recuerdo.
Otro se fue, que no tú, amor que clama el silencio si mis brazos y tu boca con las palabras partieron.
Otro es éste, que no yo, mudo, conforme y eterno como este amor, ya tan mío que irá conmigo muriendo.

Tomado de: http://www.los-poetas.com/



Entrevista a Carlos Fuentes “No tengo ningún miedo literario”

Por Francisco Peregil

Última entrevista de Carlos Fuentes

Carlos Fuentes llegó a Buenos Aires a comienzos de mayo para asistir a la Feria del Libro. Acababa de entregar un libro a su editorial y ya tenía otro en la cabeza, iba de un almuerzo a una cena, firmó ejemplares durante tres horas, recibió a decenas de periodistas, uno detrás de otro, respondió a cientos de preguntas sin titubear, sin demorarse, sin dudar en un nombre ni una fecha. Y siguió paseando sus 83 años entre América y Europa, sin atisbo de cansancio. El secreto tiene mucho que ver con su pasión por la escritura.

«Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico en su balcón, pero ya tengo uno nuevo, El baile del centenario, que empiezo a escribirlo el lunes en México».

Pregunta. ¿Sin horror al vacío de la página en blanco?

Respuesta. Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo.

P. ¿No cree que a veces al cumplir años uno no se hace más sabio sino más torpe a medida que se afianza en sus viejas convicciones?

R. Depende de quién. Yo soy muy amigo de Jean Daniel, el director del Nouvel Observateur. Es un hombre que acaba de cumplir 91 años y es más lúcido que usted y yo juntos. Nadine Gordimer tiene noventa y tantos. Luise Rainer, la actriz, a quien veo mucho en Londres, tiene 102 años. Y va conmigo a cenas, se pone un gorrito y va feliz de la vida. No hay reglas. El hecho es que cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada.

Las calles de Buenos Aires le hacen recordar a Carlos Fuentes su adolescencia entre risas, como si acabara de sucederle ayer, inmune a las trampas de la nostalgia.

R. Viví mucho Buenos Aires porque mi padre llegó como consejero de la embajada de México en 1943. Como el ministro de educación era Hugo Wast, en la escuela se daba una educación fascista. Y le dije a mi padre: “Mira, yo vengo de la escuela pública de Washington, no soporto esto”. Y mi padre me dijo: “Tienes toda la razón, tienes 15 años, dedícate a pasear”. Y eso hice. Durante un año me convertí en hincha de la orquesta de Aníbal Troilo. Lo seguí por todos lados. La librería Ateneo me alimentó con literatura argentina, me enamoré de una vecina que me doblaba la edad. Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de enfrente, ¿no?

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Tertulia literaria de la abominable inteligencia artificial de un boticario.

1.Negrete Video 

 Por  Maria Lilia Calatayud Duhalt

Me da gusto hablar de un personaje de cuyo nombre sí quiero acordarme y recordará el mundo entero, ya que se lo asignaron a un premio internacional. José Negrete Martínez, Jonemar –como nombra a uno de los personajes de la novela de la que se va a platicar hoy es el premio al mejor artículo de investigación presentado en los congresos bianuales de IBERAMIA,  Sociedad Iberoamericana de Inteligencia Artificial.  El Dr. José Negrete es una de las personas más importantes de la Inteligencia Artificial en el planeta, como lo demuestra su trayectoria, sus trabajos en la frontera sobre robótica evolutiva y la existencia de este premio; es a quien a partir de que vio el ostiolo de una hoja a través de un microscopio en la primaria, le surge una imaginación y creatividad ilimitada, aunque la palabra “crear” le parezca “muy gorda, muy cargada de magnificencia”.[1] Es maestro –formador de personas “aptas para la robótica, de lo que hace tanta falta”,[2] dice–,  es investigador, ensayista, novelista y poeta. La abominable inteligencia artificial de un boticario está inspirada en una obra de su autoría: Un paciente difícil, publicada en los setenta, y en otra inédita, suya también, a la que denominó Ginecoide; inspiración con la que ingresó al taller literario de Marco Tulio Aguilera, y del que salió con el original de libro bajo su brazo hace apenas un par de años.

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Acerca de una antología

Eusebio Ruvalcaba

Por fin, y en un tiempo record, la antología poemas para un poeta que dejo la poesía ha visto la luz. Soy el primero en asombrarme. Cuando la idea de esta compilación cruzó por mi cabeza, se me antojó absurda. ¿Con qué cara podía yo convocar a los poetas, quiero decir con qué autoridad? Le di muchas vueltas antes de tomar la determinación. Había muchos riesgos, que más tienen que ver con el mundillo literario que con la poesía propiamente dicha. En primer término, que atrajera los reflectores. Que se pensara esta idea que no era más que un ardid para trepar por la resbaladiza pared de la vanidad. En segundo término, que fuese interpretada como un pretexto para invitar a mis amigos poetas a participar. A sea, una fiesta para los amigos y no para la poesía. Absurdo por donde se le vea.

Decidí poner manos a la obra. Nunca me ha importado más de la cuenta lo que se diga respecto de mí en ningún sentido.

A modo de cortesía, me permito transcribir el prólogo del libro. Y, una vez más, darle las gracias a Víctor Roura por asumir el difícil compromiso de su publicación.

 

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No pienso en el lector al escribir, entrevista Juan Gelman

Por Pablo Ordaz

‘El emperrado corazón amora’ es su vuelta a la poesía cuatro años después. El Cervantes reúne 140 nuevas piezas sobre «seguir en la brecha a los 80 años» y queda como la gran voz de las letras argentinas tras la muerte de Sabato

Una entrevista con Juan Gelman pierde mucho en un periódico. Quedan sobre el papel las palabras del poeta, nacido en Buenos Aires en 1930, pero en la transcripción se van desperdiciando su voz curtida por el tabaco, su acento argentino defendido frente a 1.000 exilios y una sonrisa socarrona y hospitalaria. Por si fuera poco, a uno siempre le pareció un contrasentido que un poeta -y en este caso no un poeta cualquiera- publique un libro con 140 poemas forjados a martillo y cincel y enseguida llegue un periodista y le pida que explique con urgencia qué ha querido contar. El premio Cervantes sonríe, enciende un primer pitillo en su departamento de la ciudad de México, y se dispone a hablar de El emperrado corazón amora (Tusquets), un libro que llega cuatro años después de Mundar (Visor) y que terminó de escribir en noviembre pasado.

«Admiro a T. S. Eliot y a Octavio Paz por su capacidad crítica; yo me abstengo»

«Lo que me salió intenta evitar toda narración, excepto la de las palabras»

«Al releer mis poemas me parecen de otros y me lleno de insatisfacción»

Pregunta. ¿Se puede explicar un libro de poemas?

Respuesta. Mire, pasan varias cosas, la primera es que uno no escribe lo que quiere sino lo que puede. La segunda es que cada lector reescribe el libro. Y la tercera es que me resulta muy difícil hablar de lo que hago. Yo admiro a gente como T. S. Eliot, o incluso Octavio Paz, que han tenido mucha capacidad crítica. Yo me abstengo. Tal vez para conservar una virginidad que ya no tengo. Siempre me acuerdo de una anécdota que me contó mi madre, que era ucrania. La de la arañita que en un bosque espera a que llegue el ciempiés. Y, cuando llega, le pregunta cómo hace para caminar, si primero 50 y luego otros 50, si 20 y 20… Y el ciempiés se detuvo a pensar y no caminó nunca más. Sin embargo, creo que visto a meses ya de haberlo terminado, me parece que lo que me salió fue algo que intenta evitar toda narración, excepto la de las palabras y la música. Es lo más aproximado que puedo decir sobre el libro.

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Juan Villoro, un niño muy serio

Villoro es uno de esos escritores que no dejan de sorprender. Igual habla de fútbol que de música, o de una novela que haya escrito o un libro para niños.

Villoro es uno de esos escritores que no dejan de sorprender. Igual habla de futbol que de música, o de una novela que haya escrito o un libro para niños.

Su voz es escuchada y reconocida no sólo en México, sino en España y Latinoamérica también.

Recientemente lanzó dos cuentos cortos para niños (uno más corto que el otro) se llaman: La Gota Gorda, historia inspirada en su experiencia durante el terremoto en Chile en 2010 y La Cancha de los Deseos, cuento que narra las desventuras de una selección nacional de futbol que siempre pierde, pero que el entusiasmo de la gente nunca decae (cualquier parecido con la realidad…).

Villoro es como esos niños que siempre están pensando, que siempre traen un asunto importante en la cabeza que no los deja en paz, y hasta cuando ríe lo hace seriamente ya que la risa es un asunto muy importante.

Sobre estas dos obras y sobre todo de su infancia platicamos con él.

ENTREVISTA CLICK AQUI Juan Villoro

Tomado de: http://www.mascultura.com.mx/juan_villoro



Un mundo distraído

Bárbara Celis

La tercera parte de la población mundial ya es ‘internauta’. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?’ El experto advierte de que se «está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma».

El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: «Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!». Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. «Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme». Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).

«Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro»

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Alain Finkielkraut «No hay ninguna garantía de que leer nos haga mejores»

Antonio Jiménez Barca

La silenciosa casa parisiense del filósofo Alain Finkielkraut (París, 1949) se encuentra, literalmente, tapizada de libros: hay estanterías con miles cuidadosamente ordenados en el salón, en las habitaciones, en el largo pasillo que conduce a los dormitorios. En 2005, este ensayista y profesor de Historia de las Ideas en la Universidad Politécnica, en una entrevista a un periódico israelí, aseguró -él mantiene que irónicamente- que la selección francesa de fútbol, alabada en su tiempo como modelo de mestizaje al responder al eslogan «blanc-black-boeur» (blanco negro árabe), se había convertido en «black-black-black»: todos negros. Fue acusado de racista. Corrían tiempos particulares: la protesta de los jóvenes inmigrantes de los barrios de la periferia, a los que Finkielkraut no ahorró críticas, había hecho arder miles de coches en una revuelta violenta, descabezada, desesperada y sin objeto. Sintiéndose víctima de un linchamiento, en vez de responder a las críticas, se acordó de varios modelos literarios, de varios personajes y se refugió en ellos: del Ludvik Jahn de La broma, de Milan Kundera (encarcelado por el régimen comunista checo por un chiste y una cadena de malentendidos), y el Coleman Silk, de La mancha humana, de Philip Roth (acusado y apartado de la universidad por utilizar un adjetivo despectivo y racista). De estas lecturas procede Un corazón inteligente, el último ensayo publicado en español por Finkielkraut, el más literario, donde analiza de una manera muy personal 12 novelas, entre las que se cuentan, además de las citadas de Roth y Kundera, obras de Camus o Grossman, entre otros, elegidas entre los miles de libros que integran su inacabable biblioteca.

PREGUNTA. ¿Le fue difícil elegir esos 12 libros?

RESPUESTA. No, me fue difícil escribir sobre ellos, pero no elegirlos. Son novelas que me han acompañado siempre, que he leído y releído, libros de los que sospechaba que tenía algo que decir de ellos. Hay otros que me gustan, claro, pero no son obras de las que me sienta capaz de comentar. Además, está lo ocurrido en 2005. Como sabe, a causa de una broma fui tratado de racista. Vi que me pasaba algo parecido a lo que le pasó a Ludvik y a Coleman Silk. En un primer momento, pensé en contestar a esas acusaciones, pero después me dije: «No, voy a tratar de aclarar primero lo que me ha pasado releyendo estos dos libros». Fue una suerte de catarsis personal. No arreglé cuentas, no respondí, pero esa experiencia me ayudó a crear este libro.

P. ¿Qué es un corazón inteligente?

R. Yo no he inventado la expresión. La he tomado prestada de una cita de Salomón en la Biblia. Él le pide a Dios un corazón inteligente. Ahora me parece que no es a Dios a quien hay que pedírselo, sino a la literatura, que es una suerte de jurisprudencia interminable de la vida humana.

P. ¿Y para qué necesitamos un corazón así?

R. El siglo XX nos ha enseñado el divorcio que hay entre la inteligencia y el corazón. Existe una inteligencia funcional que parece funcionar por encima de todo y una sentimentalidad que justifica todos los crímenes. Solo la literatura puede volver a unir los dos conceptos.

P. ¿Cómo?

R. Las humanidades en general disputan a la ciencia el monopolio de la verdad. Proust dijo que por lo particular se llega a lo general. La literatura es una extraordinaria unión entre lo particular y lo general. Los personajes literarios no son tipos, muestras, generalizaciones: son individuos. Y solo se llega a la verdad humana cuando no se reducen esos individuos a generalizaciones. Las ideologías nos hacen vivir sobre las abstracciones sentimentales. Amamos ciertas identidades: el pueblo, la clase obrera, y detestamos otras: la burguesía, el capital… La literatura es la gran guardiana de la pluralidad, deconstruye las simplificaciones de las ideologías, que, a su vez, son ellas mismas simplificaciones literarias. Necesitamos la literatura para librarnos de esas simplificaciones. Dicho de otra manera: necesitamos la buena literatura para librarnos de la mala.

P. ¿Leer le hace a uno mejor?

R. No necesariamente. No hay ninguna garantía de eso, por desgracia. El siglo XX nos ha enseñado que hay gente muy cultivada capaz de comportarse de una manera detestable. Algunos sacan de eso la conclusión de que la cultura no sirve para nada, de que no puede contener la barbarie. Y abogan ahora por una sociedad poscultural. Pero hay ejemplos de lo contrario en los que hay que fijarse: hubo campos de concentración en los que los prisioneros, gracias a que los nazis permitían la visita de la Cruz Roja, gozaban de cierta libertad. Era una libertad precaria, efímera, pero que les permitía organizar conciertos, obras de teatro, exposiciones… Así, eran capaces de albergar más sentimientos que la desolación y el horror. Como dijo Kundera, desplegaban todo el abanico de sentimientos del ser humano. La literatura, la cultura, sirve para eso: para desarrollar todo el abanico de sentimientos. Por fidelidad a esos prisioneros, debemos defender siempre la cultura. Incluso aunque sepamos que los verdugos aman la música.

Tomado de: http://www.elpais.com